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Clémence Michallon: «Los asesinos son más parecidos a nosotros de lo que nos gustaría»

Clémence Michallon: «Los asesinos son más parecidos a nosotros de lo que nos gustaría»

Periodista cultural para el diario británico The Independent, la francesa Clémence Michallon lleva una década residiendo en Estados Unidos, donde ha debutado en la narrativa con La inquilina silenciosa, un thriller en inglés protagonizado por un asesino en serie, que ahora llega a España.

En un encuentro telemático desde su piso de Nueva York, ha desvelado que para armar esta historia se sentó ante el ordenador durante el mes de marzo de 2020, coincidiendo con la pandemia de coronavirus, mientras estaba en una casa de campo cercana a la gran ciudad junto a su esposo y sus suegros. Consumidora habitual de historias reales de crímenes —true crime—, con un máster en Periodismo por la Universidad de Columbia y con estudios de Derecho inacabados, llevaba tiempo dándole vueltas a poder configurar un relato con un protagonista que fuera un hombre que tuviera un secreto y un problema.

Publicada en castellano por Planeta y en catalán por Columna, en La inquilina silenciosa son las tres mujeres más próximas a este hombre, Aidan Thomas, aparentemente alguien modélico, las que narran todo lo que ocurre, en un relato que se publicará en una treintena de países y cuyos derechos cinematográficos se han vendido a la productora Blumhouse. «Confinados todo el santo día, juntos todas las horas, veíamos a lo que nos dedicábamos todos los que estábamos encerrados en casa. En aquel tiempo, pensé qué ocurriría si alguno de nosotros tuviera un secreto muy oscuro, algo que no se pudiera contar a nadie y ahora no lo pudiera ocultar».

Dándole vueltas, creó a un hombre que «no es lo perfecto que todo el mundo cree, sino un asesino en serie que ha matado a más de una y a más de dos mujeres, y que tiene a otra, Rachel, secuestrada en su casa, en un cobertizo, hasta que un día tiene que dejar este lugar, al quedar viudo, para trasladarse a un piso, donde no hay jardín». Ante las dificultades que tiene para esconderla, miente a su hija y le dice que con ellos al nuevo piso irá una mujer, a la que le alquilarán una habitación. La hija de Aidan, la adolescente Cecilia, tiene su peso en la obra, igual que otra fémina, Emily, que se está enamorando de Aidan, así como la secuestrada.

Defiende Clémence Michallon que «nadie está por encima de la crueldad. No sé si todos llevamos dentro un potencial asesino, pero nadie está por encima del instinto de dañar a otra persona en según qué circunstancias. Escribir la novela fue, en gran parte, pensar en personas que sabemos que son monstruos, pero que también son seres humanos, algo que me fascina de los asesinos en serie como Aidan». La novelista cree que estas personas tienen una «capacidad de compartimentar su vida y poder actuar como asesinos y también tener una vida normal, en paralelo. Esta dualidad me daba muchos quebraderos de cabeza y pensé que debía meterla en la novela. Esta idea de que son más parecidos a nosotros de lo que nos gustaría imaginar la tengo siempre en mente».

En cuanto a por qué considera que a los lectores les fascina adentrarse en historias violentas, responde que igual es porque «vemos que con estas conductas tan anómalas, desmesuradas, se va más allá del límite, es algo inconcebible. Yo soy incapaz de matar a un mosquito, con lo que no comprendo que alguien haga daño a otro ser humano, pero con estas historias quizás canalizamos traumas, vemos algo de nosotros reflejado ahí».

Con un pequeño perro en el piso interviniendo con sus ladridos en la conversación y que acaba mostrando con la cámara, Clémence Michallon, a sus 32 años de edad, asevera que a pesar del impacto que está teniendo el libro seguirá trabajando en el periodismo, un oficio que le «encanta» al permitirla «conocer a gente muy interesante, a la vez que te pide que mires fuera de ti, lo que es muy saludable». Respecto a si ha pensado en algunos actores concretos como posibles protagonistas de una película o una serie sobre La inquilina silenciosa, contesta que las adaptaciones pueden llevar años, pero remarca que intenta «tener la mente abierta con respecto al reparto» e intenta no imaginar a nadie, «porque dependerá de muchas circunstancias».

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