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Comprar libros

Comprar libros. Vivir, leer… mientras vivimos y leemos otros libros, pensar en nuevos libros. Querer comprarlos. Huronear en una librería, como diría Juan Eslava Galán, pasear la mirada, y ver un libro que nos apetece leer, que nos apetece comprar. Un libro que puede que sea completamente nuevo para nosotros, del que no teníamos la menor noticia.

O ver muchos libros, en esa librería, y escoger uno, o dos, entre todo lo que hemos visto. Hace años, cuando era adolescente, iba a la Casa del Libro de la Gran Vía de Madrid y estaba allí durante una o dos horas, solo o con algún amigo, y finalmente elegía un libro de entre todos los que había visto.

En mi modesta opinión, el de los libros es el camino de la felicidad, o uno de los que hay en esta vida, camino que no se acaba nunca, por cierto. Y se pueden comprar los libros muy baratos, en librerías de viejo. Yo compro muchos así. Ya casi todos los compro de segunda mano, porque no tengo necesidad de comprarlos nuevos y porque no suelo estar en la novedad, sino más bien en lo antiguo, en lo clásico, en lo ya más permanente, y en lo que me salta al camino, que suele ser lo que hace más ilusión. Aparte de que me regalan libros.

El libro tiene muchas felicidades: tiene la felicidad de leerlo, de comprarlo, de tenerlo, de regalarlo, de escribirlo… Y cuando lo escribes, de publicarlo, de que se venda, de que otros lo lean, incluso de que otros hablen sobre él, o escriban sobre él.

Puede que no siempre te guste lo que digan de tu libro, las críticas y las opiniones, pero eso significa que están vivos los libros, y que en ese sentido —por supuesto también en otros— tú también lo estás.

Duelen las críticas, porque el libro escrito por ti es algo muy íntimo, verdaderamente una forma de hijo. Es difícil de expresarlo, pero es algo que sale de tus propias carnes, de tu mente y de tu corazón, y que se ha hecho, en el fondo, gracias al resto de los órganos de tu cuerpo. Pero tienes que aceptar la gran variedad de impresiones que genera, desde los que dicen que es una obra maestra, que puede ocurrir, a los que le hacen toda clase de críticas.

Como dice el cocinero Carlos Area Esteban, con total naturalidad, “las críticas las haces tú y te las hacen los demás”. Vaya lo uno por lo otro, y seguramente los dos fenómenos van aparejados, como si fueran sólo uno.

Hay que aceptarlo. Tú también lo haces con los libros que lees, aunque crees que sus autores deberían disculparte aunque sólo sea por el gran amor que sientes por la literatura, por los libros y por extensión por ellos, por los que escriben esos libros, entre los que te encuentras.

A veces te planteas dejar de escribir, o de escribir libros, pero en cuanto te das cuenta ya estás volviendo a las andadas. Como se dice en España, “la cabra tira al monte”. Tú tiras a ese monte. También a otros, pero a ése mucho. A veces crees que sales de ese “monte” para descansar, simplemente, pero descansas poco y vuelves a tus libros, los que lees, rápido, y a tu libro, el que escribes en ese momento de tu vida, rápido también, sin mucho descanso y con bastante constancia.

Pero escribir un libro es una gran obra, y publicarlo siempre fue un gran éxito para ti, porque era difícil publicar, muy difícil. Sin embargo, el hecho de comprar los libros, piensas, es una felicidad muy al alcance de cualquier persona, y por supuesto para ti, comprarlos y leerlos.

Me acuerdo de que una vez le oí decir a Luis Alberto de Cuenca que él era un comprador compulsivo de libros. Yo pensé entonces que también lo era, muy claramente. Lo sigo siendo. Me hace feliz comprar libros, ya digo, muy asequibles, cuyo valor está principalmente en su contenido, entre sus páginas, mucho más que en lo que pagas, que es un precio de mercado que tiene poco que ver con el valor real del libro. O con el valor que tú le das.

Se me ha ocurrido comentar un poco algunos libros que acabo de comprar de segunda mano, “de viejo”, o “de ocasión”, como se dice en el mundillo. A veces se habla de “libro ya leído y de ocasión”, como hace el Desván del Libro en Madrid, en la calle Fernán González, librería en la que he comprado muchos libros, libros de los que siempre he disfrutado y disfruto.

Comprar “de viejo”, aparte de ser muy asequible —por unos pocos euros tienes un libro maravilloso— es una pequeña gran aventura, abierta a la felicidad, a encontrarte un libro que te hace literalmente feliz, en realidad hasta que aparece otro igualmente maravilloso, otro día, o hasta que lo lees. En mi opinión tiene mucha más emoción que comprar “de nuevo”, y debo decir, por supuesto, que también me gusta comprar libros nuevos.

Estos son los libros que he comprado recientemente, una pequeña muestra, espero que representativa de mi amor por los libros y de lo que voy escribiendo hoy aquí:

—Una historia de Dios, de Karen Armstrong (Paidós).

Cuando encontré este libro pensé que me resultaba familiar el nombre de la escritora. Cuando me dijo el librero quién era no tuve duda de comprarlo. El tema me interesa mucho y supe en seguida que el libro me iba a gustar.

—Introducción a la literatura, de Andrés Amorós (Castalia).

De Amorós leí la Introducción a la novela contemporánea (Cátedra), que es un libro que me gustó mucho, aparte de que tengo otros libros suyos en casa, como Diario cultural (Austral) o Momentos mágicos de la literatura  (Castalia). Me gusta cómo escribe de literatura, sencillo pero con mucho contenido, sin ninguna pedantería, con un buen estilo ensayístico. En cuanto lo vi también lo compré.

—Morfología de la novela, de Antonio Prieto (Planeta).

De Antonio Prieto tenía gran parte de su obra, y cuando tuve que entrevistarlo recientemente pensé en comprar algún libro suyo más. Tenía sobre todo novelas, así que decidí comprar un ensayo. El catedrático Álvaro Alonso Miguel, que conoce bien la obra de Prieto, me dijo que Morfología de la novela era su mejor estudio literario. Es un ensayo semiológico sobre la novela muy minucioso, de profundidad, que me está gustando e interesando mucho.

—Lector in fabula, de Umberto Eco (Lumen).

Hace muchos años, puede ser que cuando estudiaba el doctorado, el mismo profesor Alonso Miguel me habló muy bien de este libro, otro ensayo semiológico. Yo había leído, para hacer mi tesis doctoral, Cómo se hace una tesis, que es un libro que me divirtió todavía más que las novelas que había leído de Eco, El nombre de la rosa, El péndulo de Foucault y Baudolino. Recuerdo que ese libro, Cómo se hace una tesis, lo leí por lo menos tres veces y ahora que lo pienso me gustó tanto, o en parte me gustó tanto, porque yo estaba inmerso en el propio libro, y en el propio “juego” que entonces era hacer una tesis doctoral, un gran trabajo por otra parte, un trabajo ingente. Han pasado muchos años desde aquel día en que el profesor Alonso Miguel, en su despacho de la Facultad, me recomendó Lector in fabula, pero por fin lo he adquirido y ya me he adentrado en su lectura.

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