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Cristina Pacheco, la literatura como dedicación a los otros

Cristina Pacheco, la literatura como dedicación a los otros

La vida para Cristina Pacheco es “un milagro, una experiencia fascinante por imprevisible y única, con registros capaces de superar a la más deslumbrante fantasía”. Doña Cristina (Guanajuato, 1941) escucha este lunes en México cómo le cantan las mañanitas por su ochenta cumpleaños, y con la sabiduría acumulada durante ese tiempo y la nostalgia de la voz viva de su compañero del alma, el poeta José Emilio Pacheco (1939-2014), considera que la vida que ha llevado, plena y generosa, puede sintetizarse como “una serie de encuentros, aprendizajes, experiencias; un diálogo intenso con la hora presente, con el tiempo pasado y también, en momentos amargos, con la muerte”. Autora de obras como Sopita de fideo, Para vivir aquí, Cuarto de azotea, Zona de desastre, Los trabajos perdidos, El corazón de la noche o El oro del desierto, su narrativa está plagada de pequeños grandes dramas de gente cuyo afán es esquivar los problemas cotidianos para conseguir la supervivencia. Pero, con todo, hay aún más hondura si cabe en la que es sin duda su obra cumbre, Mar de historias, una serie periodística semanal que se publica todos los domingos en el diario La Jornada, en la que ha sabido plasmar la existencia de mujeres y hombres de la calle, el mexicano común y corriente, al que atrapa en su devenir, a veces trágico y dramático, siempre humano, demasiado humano. Secretarias, recaderos, vendedoras de artículos ortopédicos, gente de circo, afanadoras, taxistas, perforadores de tarjetas, laboratoristas, modelos envejecidas, imitadores, envasadores de pan, conserjes, boxeadores, costureras, devoradores de sobras de comida a sueldo, cada uno con un destino particular a cuestas. Como ha dicho la escritora Rosa Beltrán, doña Cristina ha logrado captar a lo largo de poco más de tres décadas y mil 800 entregas la evolución de una sociedad mediante unos retratos que captan, en pocas pinceladas, ambientes, formas de vida y el habla de una Ciudad de México en permanente transformación y cuyos seres de hoy no se parecen ya a los de hace diez o veinte años, si bien algo en común tienen los de antes y ahora: que para ninguno rendirse es una opción y siempre encuentran, en la última línea, una salida. Porque a fin de cuentas, como reza el programa semanal que desde 1978 Cristina Pacheco conduce en Canal Once de televisión, Aquí nos tocó vivir. Larga vida, maestra.

VILLORO Y LA TIERRA PROMETIDA

"La nueva novela de Juan Villoro se presenta como una metáfora del México contemporáneo, pero también como una novela política al tiempo que personal"

La nueva novela de Juan Villoro (1956) se presenta como “una metáfora del México contemporáneo”, pero también como una novela política al tiempo que personal. Y es que para Juan Villoro todos estos aspectos terminan por fundirse en la creación literaria, pues como él mismo ha dicho, “la realidad política depende de la construcción de narrativas”. La tierra de la gran promesa (Literatura Random House), título de dicha obra, va de eso, de cómo el poder construye una narrativa propia, muchas veces alejada de la realidad, convirténdola en una metáfora que se nos escapa de las manos. Y es que para Villoro no basta con ganar la guerra, sino que hay que ganar la posguerra, y la posguerra, observa, está hecha de discursos. Discursos que se extienden y propagan por todo el tejido social y donde cada uno tiene una tierra prometida: el capitalino que se quiere ir a un refugio tranquilo en provincia, el provinciano que quiere ir a la gran ciudad o el mexicano que, por razones de necesidad, de superación personal o de seguridad, desea estar en el extranjero, así como el nostálgico que se reconforta yendo a la tierra prometida del pasado y de sus recuerdos. Porque en la vida real, como expone Villoro en su novela, todos tenemos un lugar anhelado donde pensamos que las cosas van a ser diferentes, aunque la lección que nos da la experiencia es que no podemos escapar de nosotros mismos, y de ahí la necesidad de pensar que la tierra prometida no está lejos y es, como señala el escritor, “el desastre que nos consta, el horror que vemos a diario, pero que podemos cambiar”.

IMAGINACIÓN NO FALTA

"Resulta un tanto ingenuo pensar que así podrá demostrarse que, si en México se crean las condiciones, sí se lee"

Siempre he admirado la imaginación promotora de Paco Taibo II. Su tino a la hora de organizar eventos es insuperable. Solo hay que tener en cuenta el éxito de la gran cita literaria que es la Semana Negra de Gijón, acontecimiento que Paco logró sacar adelante y que, desde 1988, sigue vivito y coleando. Por eso no hay que restarle mérito a la hora de diseñar estrategias de distribución como la que acaba de poner en marcha para distribuir la faraónica edición de la colección 21 para el 21, que si bien considero errónea en su objetivo central de promover la lectura entre los mexicanos, es un dechado de imaginación. Por un lado, contempla que todos aquellos ciudadanos que no pertenezcan a ningún ámbito cercano a la cultura acceda a uno de esos libros de forma ágil y sin complicaciones. Para ellos ha diseñado dos canales: a través de las librerías de la red Fondo de Cultura Económica – Educal, donde los interesados podrán llegar, seleccionar el título de la colección que les interese y anotarse en un registro para, posteriormente, ser contactados para que se les indique el lugar al que pueden pasar a recoger su ejemplar. Por otro lado, ha habilitado un “Teléfono Rojo del FCE”, al que todo potencial lector puede llamar para anotarse y recibir, también de forma posterior, las indicaciones para acudir a una de las 80 librerías de la citada red a recoger su libro. Eso sí, Taibo II ha dicho que bajo ese par de esquemas sólo se entregará un título per cápita y que la idea es que, una vez leído, se intercambie o se pase a otra persona. No obstante, resulta un tanto ingenuo pensar que así podrá demostrarse que, si en México se crean las condiciones, sí se lee, porque no basta con diseñar una forma fácil de poner en manos de los ciudadanos un libro para afirmar que esas son las condiciones para que se lea, ya que si los ciudadanos apenas tienen interés por la lectura, no es porque sea difícil acceder a los libros, sino porque no se ha generado en ellos la inquietud lectora, porque no se ha sembrado la semilla que tan difícil es hacer germinar y que hará que florezca una sociedad lectora: un nivel de vida decente y una buena educación. ¿Es esto lo que se ofrece?

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