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Un joven febrilmente enamorado

Un joven febrilmente enamorado

Entre 1935 y 1937 un joven Octavio Paz (1914-1998) enamorado hasta las cachas, posesivo, celoso, absorbente e inseguro, escribía a su novia, la escritora Elena Garro (1916-1998), de forma constante, comprometido y dispuesto a conquistarla, inseguro a veces, entregado siempre, desnudando su alma y mostrando los claroscuros de su deseo y sus reflexiones sobre el amor, el erotismo y la sexualidad, sus cuitas diarias, las lealtades, los amigos, los rencores y lecturas, todo un universo en ciernes que refleja al poeta de aquellos años germinales y que aparece, como un retrato perfecto, en el libro Odi et amo: las cartas a Helena (Siglo XXI), editado y comentado por Guillermo Sheridan, en el cual se publican por vez primera 84 misivas y algunos poemas adjuntos que Paz envió a su musa de entonces, primero desde la Ciudad de México; después, desde Mérida y, más tarde, entre 1944 y 1945, ya casados y con una hija (Helena), desde California. También son un retrato de una relación “atribulada”, donde la intensidad de la relación alcanza altas temperaturas y provoca fuertes tormentas, apasionamientos febriles y fríos y críticos distanciamientos producidos por la ira, la furia y el mal humor.” Todos esos hilos que, ya tejidos, fabrican la tela del amor”, como ha dicho el propio Sheridan, quien valora el paisaje sentimental que ofrece esta obra epistolar como “una forma juvenil de amar, de leer, de razonar, de someterse al escrutinio” que posee “una intensidad especial, porque es un muchacho de enorme talento”. El editor de estas cartas observa, asimismo, que el conjunto epistolar revela al hombre en su desnudez y capta al escritor in fraganti, reaccionando a una tensión creciente donde se suceden secuencias de heridas y curas, discordias y reconciliaciones, una pasión que, como el título catuliano sugiere, está hecha por dos impulsos: el amor y el odio; pero también cuenta de forma casi literal la historia de amor entre “Tabucho», como ella le decía, y Helena, con hache, como él le escribía, una historia complicada, difícil, donde ambos son su mutua ficción porque cada uno es el objeto de la fantasía del otro; son reales y al mismo tiempo imaginarios, y están llenos de presente pero también contienen la amenaza de futuro, de una conyugalidad que acabará por derrumbarse. Por desgracia, la mirada de Garro sólo se puede imaginar por las referencias que vienen en las propias cartas de Paz, porque se desconoce qué pudo ocurrir con las que ella le envió en respuesta. Dice Sheridan que tal vez el poeta las guardó; pero sospecha que fueron destruidas por Marie-Jose, la viuda de Paz. En todo caso, aquí está ese joven febrilmente enamorado, amando y odiando, viviendo el amor.

JORGE VALDÉS DÍAZ-VÉLEZ Y LA ESCRITURA ERRANTE

"Los vasos comunicantes entre países de habla hispana o están desconectados o apenas funcionan o de plano no existen"

Tiene razón el poeta Jorge Valdés Díaz-Vélez (Coahuila, 1955) cuando observa que si un escritor mexicano publica fuera del país, su obra puede llegar a ser invisible. Lo cierto es que en los últimos veinte años, la pésima red mexicana de distribución de libros editados en el extranjero no ha hecho sino contribuir al silencio mediático que muchas veces se impone a quienes están creando fuera de las fronteras mexicanas, por no hablar de la apatía de una crítica acostumbrada a que le sirvan todo en bandeja de plata y no se preocupa de buscar información o estar atento a las novedades editoriales que se publican en el amplio ámbito de la lengua española, sobre todo cuando de paisanos se trata. En esto tenemos mucho que aprender de aquellas generaciones que a finales del siglo XIX y hasta la primera década del XX, hacían por mantener un diálogo atento y fructífero mediante revistas, suplementos culturales, reseñas, conferencias, viajes y amistades, donde además de la curiosidad y el interés por conocer qué se estaba cociendo, había una atención generosa con quienes se aventuraban fuera del país y lograban abrirse camino en otros territorios, reconociendo su esfuerzo más allá de lo que hoy se conoce como éxito comercial y de marketing. En nuestros días, ni siquiera el grueso de las obras escritas en la misma lengua que publican los grandes consorcios editoriales, los cuales cuentan con sólidas redes de distribución e incluso que pueden hacer reimpresiones locales, llegan a otros países. Es un asunto que merece mucha más reflexión y análisis, pero es de lamentar, porque obras como la excelente antología de Valdés Díaz-Vélez, Parque México, publicada en 2018, no ha encontrado el eco que merece entre los lectores mexicanos. Jorge es un poeta consumado, ganador de galardones como el Latinoamericano Plural (1985) o el Nacional de Poesía Aguascalientes (1998) y en España del Internacional de Poesía Miguel Hernández-Comunidad Valenciana (2007) o el Iberoamericano de Poesía Hermanos Machado (2011). Su poesía, como la definió con acierto el editor Abelardo Linares, es “de honda y sutilísima claridad, jamás amenazada por la impostación ni la obviedad”, logrando poemas de gran lucidez y perfección formal donde la profundidad y coherencia poética, la multiplicidad de temas y escenarios que ofrece, llegan al lector a través de una voz muy personal que mantiene un altísimo nivel. Todo esto puede comprobarse perfectamente en Parque México, antología en la que se condensa una sólida trayectoria pespunteada por obras como Voz temporal (1985), Aguas territoriales (1988), Cuerpo Cierto (1995), Jardines sumergidos (2003), Cámara negra (2005), Nostrum (2005), Alebrijes (2007), Otras horas (2010), Sobre mojado (2011), Mapa mundo (2011) o Herida sombra (2012), donde confluyen felizmente lo mejor de las tradiciones continentales americanas del siglo XX y la española, una simbiosis original de la que es portador Valdés Díaz-Vélez y que, por desgracia, los lectores mexicanos no han podido disfrutar en su conjunto porque los vasos comunicantes entre países de habla hispana o están desconectados o apenas funcionan o de plano no existen.

EL ADIÓS PREMATURO DE UN POETA

La Biblioteca Iberoamericana Octavio Paz de la Universidad de Guadalajara informó de la muerte del poeta jalisciense Ángel Ortuño (1969-2021), hermano del escritor Antonio Ortuño, quien compartió en Twitter el siguiente mensaje: “Se fue el rey irrepetible de toda esta historia”, acompañando su despedida con la canción El rey del rock and roll, de Vicentico. Ángel había dicho que se estaba realizando estudios médicos y debía descansar “cada cuatro pasos” por un problema del corazón, aunque planeaba ofrecer un laboratorio de poesía el mes próximo. Autor de poemarios como Las bodas químicas (1994), 1331 (2013) o El amor a los santos (2015), Ortuño fue despedido con emoción por escritores como Malva Flores, Alberto Chimal, Julián Herbert o David Miklos. Hasta siempre, colega.

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