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Cuaderno de Nueva York, de José Hierro

Cuaderno de Nueva York, de José Hierro

Para celebrar el XX aniversario de la publicación de Cuaderno de Nueva York, el último poemario de José Hierro, Nórdica ha reeditado la obra ilustrada por Adolfo Serra.

”Son extrañas las razones por las que un libro de poesía alcanza un éxito fulgurante”, escribe Vicente Luis Mora en el posfacio de la obra. “En el caso de Cuaderno de Nueva York esa circunstancia es motivo de gozo porque, amén de sus méritos propios, el último libro orgánico de José Hierro tiene la especial virtud de constituirse como un aleph de toda su obra poética, lo que puede invitar a los lectores a recorrerla retrospectivamente. (…)

Hierro retoma líneas, tonos y temas ya presentes en sus otros libros: la propia ciudad de Nueva York, los compositores y la música, el desengaño barroco, los juegos entre alta y baja cultura, los ecos de la tradición poética española (Manrique, Lope, Machado, Lorca), los espejos, la situación del trasterrado, los espectros de la infancia, las aguas salvíficas como trasunto de plenitud o alegría, etcétera.

También hace un recorrido por las formas métricas, del soneto al poema largo en verso libre, que el autor practicó desde sus principios. Y, en consecuencia, y en tanto la obra de Hierro “ha atravesado casi todas las corrientes importantes de la poesía del siglo XX” (Gonzalo Corona), sería factible montar a partir del Cuaderno un curso general sobre poesía española contemporánea. No hay apenas línea estética, elección tonal, técnica de elocución, adscripción culturalista, realista, irracional, esteticista o comprometida que no pueda encontrar un verso de apoyo en él.»

Zenda recoge cinco poemas cortos de Cuaderno de Nueva York, de José Hierro.

APUNTE DE PAISAJE

Las nubes puestas a secar al sol.

Los ciruelos condecorados por la primavera.

Abril, de manos húmedas,

acaricia la frente de los arces.

La lengua púrpura (1) del atardecer

lame la curva de las lomas de plomo

y las convierte en carne tibia.

Todo ha sido creado

para mayor gloria del viento del oeste

que despeina las aguas del lago.

(Más allá, la ciudad, desplegadas las velas de cemento

navega hacia su olvido, noche, sueño, nunca.)

ESPEJO

En otro cielo, en otro reino extraño,

mis trabajos se vieron en mi cara.

(Lope de Vega)

Ese desconocido, ese recién llegado

que habla solo -no sabe que lo esucho-

y que pregunta, no sé a quién, ¿por qué no te volviste?

mientras borra con una blanca nube

los trabajos tatuados en su cara,

los zarpazos del tiempo,

y que otra vez pregunta ¿por qué volviste?

ese, al que veo y al que escucho

desde el lado de acá del espejo,

¿dónde, con quién estará hablando?

A CONTRATIEMPO

Este poema tiene un son

que no es el suyo. Imaginad

que estamos bailando un borlo.

Pero la música que suena

yo no la oigo: es otro ritmo,

otro compás, el que yo llevo.

Bailo a destiempo, a contratiempo.

Mi pareja se queja porque

la estoy piando. ¿Cómo puedo

decirle que escucho una música

que ya sonó o no sonó nunca?

Nos sentamos. No nos miramos.

(No nos veríamos.)

El son

de este poma no es el suyo:

llevamos músicas distintas.

Por eso el baile es imposible

y debo desistir.

COPLILLA DESPUÉS DEL 5° BOURBON

PENSABA que sólo habría

sombra, silencio, vacío.

Y murió. Estaba en lo cierto.

El mismo Dios se lo dijo.

VIDA

A Paula Romero

 

Después de todo, todo ha sido nada,

a pesar de que un día lo fue todo.

Después de nada, o después de todo,

supe que todo no era más que nada.

Grito «¡Todo!», y el eco dice «¡Nada!».

Grito «¡Nada!», y el eco dice «¡Todo!».

Ahora sé que la nada lo era todo,

y todo era ceniza de la nada.

No queda nada de lo que fue nada.

(Era ilusión lo que creía todo

y que, en definitiva, era la nada).

Qué más da que la nada fuera nada

si más nada será, después de todo,

después de tanto todo para nada.

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José Hierro (Madrid, 1922-2002). A los dos años se traslada a Santander. De 1939 a 1944 pasará por diversas cárceles de España bajo la acusación de pertenecer a una red clandestina de ayuda y socorro a los presos. En 1952 Francisco Ribes le incluye en la Antología consultada de la joven poesía española. En los inicios de los setenta dirige una tertulia poética en el Ateneo y un programa en Radio Nacional, donde permanecerá hasta su jubilación en 1987. En 1947 publica Tierra sin nosotros y Alegría y recibe el Premio Adonáis. Publica Con las piedras, con el viento, Quinta del 42, Estatuas yacentes, Cuanto sé de mí (1957) —por el que recibe el premio de la Crítica y el Premio Juan March— y Libro de las alucinaciones (1964), que obtiene de nuevo el Premio de la Crítica. Es premio Príncipe de Asturias, 1981. Premio Nacional de las Letras, 1990. Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, 1995 y Doctor Honoris Causa por la UIMP de Santander. En 1998 concluye Cuaderno de Nueva York y se le concede el Premio Cervantes y el Premio de la Crítica y es elegido académico de la RAE. En el 2002 es nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de Turín.

Adolfo Serra (Teruel, 1980). Estudió Publicidad y Relaciones Públicas, pero pronto volvió a su pasión de la infancia: dibujar, retomando los lápices y las acuarelas en la Escuela de Arte 10 de Madrid. Desde entonces su mesa se ha llenado de colores, papeles y texturas. Se considera explorador de hojas en blanco. Le gusta experimentar, jugar y sobre todo contar. En Nórdica ha publicado sus ilustraciones en El paraíso de los gatos y otros cuentos gatunos y en Infieles y adulterados.

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Autor: José Hierro / Ilustraciones: Adolfo Serra. Título: Cuaderno de Nueva York. Editorial: Nórdica. Venta: Amazon y Casa del libro

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