Formas de afrontar el camino hay muchas, casi tantas como propósitos tenga éste. Ahí están los de Alejandro Magno, condicionados por la conquista de territorios; los de Heródoto, el primero que viaja por viajar; o el de Jenofonte, que lo único que quería era devolver a sus soldados a su patria. Luego está el canónico, claro está, el regreso a Ítaca, que se cita en el preámbulo de estas páginas de manera un tanto engañosa, puede pensar el lector después de acabar el libro. Porque nada tienen estas crónicas de regreso, sino todo lo contrario: de avance, de avance a lomos del tiempo, llevados, tal vez, por el propósito del avance mismo.
Y entonces da un salto a Dublín, donde años más tarde pasará un tiempo completando sus estudios, en este caso de inglés. Y después Asturias, cuyos diferentes lugares ocupan la mayor parte de las páginas, porque es donde el autor reside. Hay crónicas que se entretienen en los diferentes árboles que se va encontrando. Y un viaje a Arnedo, a La Rioja, donde comienza su peripecia como maestro; y otros más a Extremadura, tras los pasos en este caso de algún maestro que nunca se menciona. Y a propósito de maestros, no podía faltar Rafael Barrett, al que el autor ha editado, español que hizo su obra en Paraguay; igual que el autor es un paraguayo que hace la suya en España. De su Torrelavega natal al Arcachon de sus últimos días, Barrett es para el autor probablemente inspiración pero sobre todo guía.
Pero en el breve resumen que antecede hay algo que puede chocar al lector: ¿qué hacen ahí esos árboles? Esto se debe a que en su trayecto se produce de repente un cambio importante: la llegada al mundo de su familia. Y su mirada, claro, se transforma, y escribimos claro porque va muy bien al ritmo de la frase, porque de evidente nada. Esa mirada es muy nueva y corresponde a la que tal vez (o sin tal vez, lo que pasa es que de nuevo queda muy bien para el ritmo de la frase) sea la primera generación de escritores con familia, es decir, que se ocupan de ella más allá de pagar las facturas. Y esto no es ninguna reivindicación, es solo una constatación para tratar de explicar qué hacen esos árboles ahí. Porque en cuanto el lector lea esas crónicas, podrá comprobar que no se trata de descripciones cualquiera, sino que están atravesadas por una poesía muy nueva, como de luz recién lavada. Se aprecia también en los diferentes viajes por los lugares de Asturias, en los que la belleza que muestra un niño convive con el horror que tal vez solo vea el adulto. Ahí está ese reguero de vísceras que acaba bajando por un río que hasta ese momento es solo plata y vida.
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Autor: Cristian David López. Título: Los regalos del camino. Editorial: Bajamar. Venta: Todos tus libros.


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