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Cuartos de escritura

Juan José Millás, en su diario (La vida a ratos), dice algo que vale la pena comentar: “Para escribir, lo primero es dar con la postura. Agatha Christie escribía en la bañera, sobre una tabla apoyada en sus bordes. Hemingway lo hacía en un atril, de pie. Hay quien prefiere la cama. La mayoría de la gente que, deseando hacerlo, no escribe, es porque no encuentra la postura. Lo curioso es que, en las cárceles, donde se escribe mucho, la postura te viene prácticamente dada. Esto significa que lo primero que hay que hacer para escribir es ponerse a escribir. Aunque sea sentado”.

Bueno, lo de Hemingway iba mucho más allá de un atril, que usaba, claro, para hacer correcciones a mano. Pero Hemingway, como buen periodista, escribía a máquina. Para hacerlo ponía muchos libros encima del escritorio, que le permitieran elevarla. Esto no me lo invento, puede verse en Finca Vigía, cerca de La Habana. Onetti, en su vejez, prefería escribir acostado en la cama: escribía a mano y bebía. No puedo imaginar algo más tremebundo. ¡Beber en la cama! Y además vino, de la botella. Lo mismo hacía Truman Capote, según sus biógrafos. Recuerdo también a Lawrence Durrell, quien dice que, en ciertas noches de mar calma, en Creta, ponía velas sobre un tablón y escribía metido en el mar. Es poco creíble, pero sin duda muy poético.

Prefiero los hoteles, esas mesas rudimentarias que siempre tienen una bandeja, una jarra de agua y un vaso. En hoteles he escrito miles de páginas. Mi amor por los viajes me acostumbró a escribir en cualquier parte, rodeado de muchedumbres vociferantes o en medio del silencio de una habitación que no es mía y mirando adornos estrafalarios.

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