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Cyrano de Bergerac, de Edmond Rostand

Cyrano de Bergerac, de Edmond Rostand

Cyrano de Bergerac, el personaje de Edmond Rostand (Marsella, 1868 – París, 1918), es un espadachín que tiene una lengua tan afilada como su nariz y su espada. Sin embargo, sus palabras no son suficientes para enamorar a su prima Roxane, cautivada por la belleza del apuesto Christian de Neuvillette, hombre de parca oratoria.

Zenda publica las primeras páginas de la edición de Reino de Cordelia, ilustrada por José María Gallego, que recupera el texto completo de la versión original en traducción de Jaime y Laura Campmany.

 

Presentación

Foie gras de pavo real

DE LOS DOS GRANDES ESPADACHINES de la literatura francesa que vivieron durante el reinado de Luis XIII, y bajo el mandato del cardenal Richelieu, D’Artagnan desprendía aroma a paté de campaña, mientras que Cyrano de Bergerac ha olido siempre a auténtico foie gras, delicadamente elaborado no con hígado de pato o ganso, sino con vísceras de auténtico pavo real.

D’Artagnan fue capitán de mosqueteros, Cyrano sirvió en la Compañía de la Guardia y se sabe que participó en el sitio de Arras durante la Guerra de los 30 Años, cuando las tropas españolas de Fernando de Austria se enfrentaron a las francesas del mariscal de Châtillon. Ahí acaba el cuarto acto —y podríamos decir también que la gran primera parte— de la obra Cyrano de Bergerac, que el dramaturgo neorromántico francés Edmond Rostand (1868-1918) estrenó el 28 de diciembre de 1897.

El día anterior, fecha del preestreno para amigos y críticos, Rostand perdió los nervios y se disculpó ante el elenco de actores —entre ellos el famoso Benoît-Constant Coquelin— por el fracaso al que estaba a punto de conducirlos. Se equivocaba: los 1.600 espectadores que abarrotaban el Théâtre de la Porte Saint-Martin de París aplaudieron como locos, puestos en pie durante veinte minutos, con los ojos húmedos ante la tragedia del poeta de espada tan afilada como su lengua y su nariz. Durante quinientos consecutivos días la obra encogió el corazón de los parisinos.

Francia descubría otro gallo para cantar sus glorias y Rostand veía nacer y morir su éxito, porque jamás volvería a disfrutar de tanto respaldo popular, al igual que el teatro en verso francés jamás hallaría otro Cyrano que encandilase tanto al público, apresado ya por el naturalismo que comenzaba a imponerse en la literatura gala.

Si D’Artagnan defiende con su espada la épica de Francia, Cyrano custodia el amor, la galantería y la abnegación del amante que solo ansía la felicidad de su dama, aunque eso le aparte de cualquier contacto físico con ella. Un pavo real que se abstiene de graznar por su hembra y la enamora en voz baja con requiebros retóricos apoyados en el ingenio y un humor agresivo y mordaz. Cyrano de Bergerac nunca ha dejado de representarse. Hay una película muda dirigida por Clément Maurice en 1900, lo que no deja de ser un contrasentido en un personaje que enamora con la palabra. El primer triunfo cinematográfico llegó en 1950 de la mano de Michael Gordon, interpretado por el puertorriqueño José Ferrer, que se llevó un Oscar. El personaje de su amada en la ficción, Roxane, lo bordó Mala Powers, que fue candidata a un Globo de Oro.

Cuarenta años después, Gérard Depardieu se puso la nariz prominente y ridícula del espadachín a las órdenes de Jean-Paul Rappeneau y con Anne Brochet como Roxana. Depardieu fue nominado al Oscar, pero no lo obtuvo y debió conformarse con los honores de la Academia de Cine francesa y el éxito internacional. Después vendría Steve Martin con su adaptación Roxane (1987), escrita por él mismo y dirigida por Fred Schepisi; la chica era Daryl Hannah.

En España fue María Guerrero quien estrenó la obra en el Teatro Español dos años después de que triunfara en Francia. De narigudo locuaz hizo su marido, Fernando Díaz de Mendoza. Volvió a ser representada en 1936 por Ricardo Calvo, Adela Calderón y Guillermo Marín; en 1955 por Manuel Dicenta y María Dolores Pradera; en 2000 por Manuel Galiana y Paula Sebastián; en 2007 por José Pedro Carrión y Lucía Quintana; en 2014 por Jesús Fajardo y en 2018 por José Luis Gil y Ana Ruiz.

Para la función del año 2000, Gustavo Pérez Puig encargó la traducción del texto original a Jaime Campmany y su hija Laura. Esta versión, publicada previamente en la colección Austral de la editorial Espasa, ha sido la elegida para editar este volumen. Se trata de una traducción íntegra, que respeta fielmente los alejandrinos de Rostand, salpicados ocasionalmente por los decasílabos, que utiliza, por ejemplo, cuando Cyrano entona el canto de los cadetes de Gascuña. El respeto a la métrica original hace modélico el trabajo de Jaime y Laura Campmany, indispensable para comprender la oratoria embrujadora de Cyrano, que obliga a las mujeres virtuosas a taponarse las orejas con cera para no sucumbir a su palabra, igual que hizo la tripulación de Ulises para librarse del canto de las sirenas.

El argumento es conocido: el espadachín feo —y además narigudo— Cyrano de Bergerac está perdidamente enamorado de su prima Roxane, pero ella se fija en un joven atractivo, Christian de Neuvillette, poco dotado para la oratoria. Por amor, Cyrano prestará su voz y su pluma a Cristián para cortejar a Roxana, auténtico prototipo de superlectora, que llega a resultar antipática cuando cuestiona de manera radical la forma de expresarse del pretendiente Christian, lo que tal vez la convierte en la crítica literaria más déspota de la historia.

Cinco actos divididos en escenas componen esta obra en verso que ha permitido pasar a la historia a Hercule Savinien de Cyrano de Bergerac (París, 1619 – Sannois, 1655), un escritor de segunda fila coetáneo de Molière, muy aficionado a la esgrima, que se ganaba la vida escribiendo cartas para otros, componiendo obras de teatro que le costaba estrenar —como La muerte de Agripina (1654)—, y combatiendo en la Compañía de la Guardia hasta que una herida en la garganta durante el sitio de Arras le obligó a abandonar la milicia. Barroco y culto, en 1657 se convirtió en precursor de la ciencia ficción con su Historia cómica de los Estados e imperios de la Luna, a la que en 1662 sucedió la Historia cómica de los Estados e imperios del Sol. Rostand rinde homenaje a la primera en una de las escenas del libro, donde Cyrano ofrece un ingenioso decálogo de maneras de alcanzar el satélite lunar.

La magia de los pinceles y acuarelas de José María Gallego ilustra esta versión del clásico francés, ofreciendo un Cyrano luminoso, poderoso y convincente, una imagen ajena a la del cine que, sin duda, a partir de ahora estará ligada a la iconografía clásica del espadachín narigudo de Edmond Rostand.

J. EGIDO Editor

ACTO I

Una representación en el Palacio de Borgoña

TEATRO DEL PALACIO DE BORGOÑA, en 1640. Especie de cobertizo para el juego de pelota, habilitado y decorado para la representación de espectáculos teatrales. El teatro tiene forma rectangular; considérase visto oblicuamente, de manera que uno de sus lados es el fondo, que parte del primer plano, a la derecha, y va al último plano, a la izquierda, a formar ángulo con el escenario, que se percibe al bies.

Bancos a ambos lados del escenario, a lo largo de los bastidores. El telón está formado por dos cortinas que pueden correrse. Sobre la segunda embocadura del escenario, las armas reales. Del estrado se baja hasta el patio por una ancha escalinata. A cada lado de esta escalinata, sitio reservado a los músicos. Candilejas.

Dos pisos de galerías laterales; el piso superior está dividido en palcos. No hay asientos en el patio, que es el escenario del teatro. Al fondo del patio, es decir, a la derecha en primer plano, algunos bancos forman una grada y, bajo una escalera que conduce a las localidades superiores y de la que solo vemos el arranque, una especie de aparador adornado con pequeños candelabros, jarrones con flores, frascos, vasos de cristal, platos con dulces, etc.

Al fondo, en el centro, bajo la galería de palcos, la entrada del teatro. Gran puerta que se entreabre para dar paso a los espectadores. Sobre los batientes de esta puerta, así como en varios rincones y encima del aparador, carteles rojos en que puede leerse: La Clorise.

Al levantarse el telón, el teatro, aún vacío, se halla sumido en una semioscuridad. Sobre el centro del patio, van descendiendo desde el techo las grandes arañas, a la espera de ser encendidas.

Escena I

El público, que va llegando poco a poco. Caballeros, Burgueses, Lacayos, Pajes, Rateros, el Portero, etc. Luego los Marqueses, CUIGY, BRISAILLE, la Alojera, los músicos, etc. Óyese detrás de la puerta gran vocerío; luego entra un caballero bruscamente.

PORTERO (Persiguiéndole). Alto ahí. Quince sueldos.
CABALLERO 1 Yo entro gratis por Ley.
PORTERO ¿Qué ley?
CABALLERO 1 Ser caballero de la Casa del Rey.
PORTERO (A otro Caballero que acaba de entrar). Pero vos…
CABALLERO 2 Yo no pago.
PORTERO ¿Por qué?
CABALLERO 2 Soy mosquetero. (A CABALLERO 1). Hasta las diez no empieza la función. Caballero, ¿queréis ejercitaros conmigo?

(Se ponen ambos a practicar esgrima).

LACAYO 1 (Entrando). Pst, champán.
LACAYO 2 (Que ya estaba en el teatro). ¿Tú, aquí?
LACAYO 1 (Mostrándole varios juegos que saca de su jubón).
Cartas y dados. Juguemos.
(Se sienta en el suelo).
LACAYO 2 (Sentándose también). ¡Qué truhán! (Sacando del bolsillo un cabo de bujía, que enciende y pega en el suelo). Le he birlado a mi amo este cabo de vela.
GUARDIA (A una Florista que se adelanta, cogiéndola por la cintura). Llegas en buen momento. Ven aquí, picaruela.
CABALLERO 1 (Recibiendo una estocada). «Touché».
LACAYO 1 Me planto.
GUARDIA (Persiguiendo a la Florista). Un beso.
FLORISTA (Desprendiéndose). Ni hablar.
GUARDIA (Arrastrándola a un rincón oscuro). Está por ver.
UN HOMBRE (Sentándose en el suelo, junto con otros, que traen provisiones). Cuando se llega pronto, puedes hasta comer.
UN BURGUÉS (Que entra con su Hijo). Sentémonos allí.

LACAYO 2 Tres ases.
UN BORRACHO (Sacando una botella de debajo de la capa y sentándose también). A un borracho, el borgoña, en su Hotel, no ha de causarle empacho. (Bebe).
BURGUÉS ¡Quién diría, hijo mío, que es un lugar decente! (Señalando con el bastón). Borrachos… Bravucones… Tahúres… ¡Mala gente! ¡Pensar que en esta sala, allá en sus tiempos buenos, estrenó el gran Rotrou!
HIJO Y Corneille, nada menos.

(Entran varios pajes asidos de las manos, saltando y cantando).

PORTERO (A los pajes, con severidad). No os pienso quitar ojo.
PAJE 1 (Con dignidad herida). Nos ofende el recelo. (A PAJE 2, en cuanto el portero vuelve la espalda). ¿Te has traído la cuerda?
PAJE 2 La cuerda y el anzuelo.
PAJE 1 Desde arriba, podremos pescar una peluca.
UN RATERO (Agrupando en torno suyo a varios hombres de mala pinta). Escuchadme, golfillos, que el escuchar educa. En esto de robar, hay varias reglas. Una…
PAJE 2 (Gritando a otros pajes que están ya sentados en las galerías superiores). Eh, ¿tenéis cerbatanas?
PAJE 3 (Acribillándole a huesos). Y huesos de aceituna.
HIJO ¿Qué representan hoy?
BURGUÉS La Clorise.
HIJO ¿De quién es?
BURGUÉS: (Alejándose del brazo de su Hijo). De Balthazar Baro. Gran autor, como ves.

(El Ratero irá explicando con gestos cómo han de robarse los
distintos objetos).

RATERO (A sus acólitos). Sobre todo el encaje, cortadlo con esmero.
ALGUIEN (Mostrando un lugar en las galerías altas). Yo la première del Cid la vi en el gallinero.
RATERO: Los relojes…
BURGUÉS Verás qué intérpretes…
RATERO Las cruces… Las bolsas…
BURGUÉS Montfleury…
ALGUIEN ¡Que enciendan ya las luces!
BURGUÉS Bellerose, la Beaupré… ¡Jodelet!2
HIJO ¡Excelente!
UN PAJE (En el patio). ¡Ya llegó la alojera!
ALOJERA (Apareciendo detrás del mostrador). Naranjada, aguardiente, zumo de frutas, leche…
UN MARQUÉS (Su voz, en falsete). Dejadme pasar, brutos.
LACAYO 1 (Asombrado). ¿Nobles entre la plebe?
LACAYO 2 Es cosa de minutos. (Entra un grupo de marqueses, todos jóvenes).
MARQUÉS 1 (Viendo el patio vacío). ¿Cómo? ¿Cruzar el patio? ¿Llegar a la escalera sin pisar a la chusma? ¿Sin molestar siquiera? (Encontrándose con otros caballeros que habían entrado poco antes).¡Ah, ¿Vos, Cuigy? ¿Brisaille…?

(Grandes abrazos).

CUIGY (Contrariado). No hay cosa que os sorprenda. Siempre llegamos antes de que la luz se encienda.
MARQUÉS 1 ¡Qué me vais a contar! Estoy yo de un humor…
BRISAILLE Consuélate, marqués. (Mostrándoselo). ¡El despabilador!

(El público saluda la entrada del despabilador con un ¡ah! prolongado. Muchos se agrupan alrededor de las arañas que aquel enciende; algunos empiezan a ocupar sus sitios en las galerías. LIGNIÈRE entra en el patio dando el brazo a CHRISTIAN DE NEUVILLETTE. El aspecto de LIGNIÈRE es algo desaliñado: el de un borracho, aunque
distinguido. CHRISTIAN viste elegantemente, aunque no a la moda; parece preocupado y mira con atención los palcos y aposentos)

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Autor: Edmond Rostand. Título: Cyrano de Bergerac. Editorial: Reino de Cordelia. Traducción: Jaime y Laura Campmany. Ilustración: José María Gallego. Venta: Amazon y Fnac 

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