Estamos acostumbrados, tanto en la literatura como en el cine, a obras con protagonistas definidos e identificables. En nuestra tradición y entorno cultural es mucho más habitual estructurar historias alrededor de un número reducido y determinado de personajes principales. El villano, la heroína, el policía, la ladrona de guante blanco, el guerrero, el amante o la hechicera. Son protagonistas de novelas o películas con los cuales, en mayor o menor medida, el lector o el espectador se identifica, empatiza o distancia. Estos seres son los vectores que portan los sentimientos y emociones que se persigue comunicar.





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