Hay quien cree que la creación, en general, y la literatura en particular, no han de ser comprometidas, ya que eso se presta a sesgos ideológicos de toda índole. Hay, pues, quien pretende que la creación sea una búsqueda pura de índole estética, de recursos materiales y formas innovadoras, desligada de todo compromiso con la realidad, porque su deber es trascenderla y situarse en otro plano. No me voy a entretener en justificar ni esta postura ni su contraria, pero sí diré que la opuesta se compadece más con lo que entiendo por creación.
Javier del Prado Biezma no es alguien que deba darse a conocer en poesía, ni en la investigación sobre literatura francesa. Su amplia obra académica y de creación lo avalan desde hace tiempo. Pero esta publicación suya, con este formato que parecería apuntar a una obra menor, merece ser reseñada y difundida.
La pieza recibe un nombre muy musical, Elegía abierta en forma de cantata navideña (1998-2024), y se acompaña de la preceptiva anotación para su ejecución: Para coro internacional de voces blancas y solo de bajo afroamericano. Aparece este poemario en el nº 52 de las Plaquette Poesía, de Ediciones Búho Búcaro (2024). Esta colección está dirigida por la también poeta y editora Pilar S. Tarduchy.
El poemario se estructura en sonetos que van referidos a una fecha (1998, el primero) en la que los seres humanos padecieron algún tipo de violencia, sea esta provocada por la naturaleza, por la incuria de otros seres humanos o por la ambición y el odio de algunos. Así, tristemente, desfilan los años 1999, 2000, 2003, hasta llegar a 2024, y los lugares, desde Venezuela o Chechenia a Turquía, Italia, Ucrania o Palestina. A cada soneto que, sin duda, corresponde entonar a la voz solista, le sigue una coda que recita el coro, sumando catorce sonetos, que se cierran en un final al que también sella el coro.
El poeta reclama ante un Dios que parece ausente, en contraste con el Hijo encarnado y sufriente, y por ello el coro canta:
¡Hosanna al padre Dios, allá en la altura,
y al que quiso, en la tierra, ser el Hijo:
no me dejes, Señor, sin un cobijo
que salve mi dolor de la locura!
La necesidad de una esperanza ante tanto dolor y amargura se hace acuciante en ese tiempo cargado de promesas que debería ser la Navidad, por eso, ante una guerra más y la indiferencia del mundo, el poeta clama:
De Irak a Afganistán: hoy, hay razones
para seguir matando – un concierto
firmado entre Naciones. ¡Gran acierto
para llenar de paz los corazones
de los que, Unidas, tienen sus raciones
de bienestar aseguradas! Muertos,
de cruz o luna, alfombran los desiertos
con rojas y olorosas floraciones.
Si no es el coche bomba, es la redada
la que siembra la flor de la metralla…
y Europa no se entera, encanallada,
de que es su fe en la Vida la que estalla
frente al Belén falaz de su morada;
y esperando la Paz, calcula y calla.
(Poema 8, 2008, de nuevo Afganistán)
Este hermoso poemario de cuya estructura poética no diré gran cosa, porque la limpieza y perfección de cada soneto hace que pensemos en una fingida facilidad y ligereza, se completa para culminar su hermosura con las ilustraciones del poeta, que son como una llamarada, como un grito desgarrado, como el desconsuelo de la más absoluta desesperanza y, siendo terribles, aún llaman a no perder la fe en el consuelo.
Una colección breve, pero de una gran hondura, que se mece entre el desgarro y la queja hasta alcanzar las cumbres de la mística. Le doy las gracias a su autor por tan hermoso regalo. Que haya sobre papel tan bellos y certeros versos devuelve la confianza en el ser humano, en un tiempo tenebroso.
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