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Demasiado humanos

A menudo pienso que los animales son la más precisa horma de nuestro zapato. Fuera para darnos alimento, calor o compañía, para cazarnos, para alimentar leyendas ancestrales o usásemos su comportamiento como material simbólico, siempre han estado ahí. Quizás por eso, no es extraño que la narrativa los haya personificado en infinidad de ocasiones. Porque esa asociación mental los transforma en vehículos perfectos para transmitir ideas de todo tipo. Lo sabía Esopo y se refleja también en las jātakas budistas. Lo tenía claro Natsume Sōseki (1867-1916) y su mordaz Soy un gato (1905-1906). Estaba convencido George Orwell (1903-1950) con su celebérrima Rebelión en la granja (1945). Y, desde luego, cuando Richard Adams (1920-2016) contaba a sus hijas el éxodo de un grupo de conejos que luego se transformaría en la fantástica —y poco infantil— La colina de Watership (1972), lo tenía más que presente.

Bernardo Zannoni (1995) perfila nuestra alma animal en Mis estúpidas ideas (Gatopardo Ediciones, 2023), excepcional, melancólica y entrañable fábula adulta en forma de novela sobre los caminos que tomamos, las razones que nos empujan a sobrevivir en un mundo hostil y la búsqueda de identidad.

"Las idealizaciones, más o menos estúpidas, sobre nuestro origen, nuestra misión o nuestra forma de relacionarnos con los demás atraviesan al protagonista, y le llevan a preguntarse qué es lo que vale realmente la pena"

Huérfano de padre y con una camada de hermanos que, como él, tratan de salir adelante por todos los medios, el joven Archy es una comadreja con poca suerte. Cojo por causa de un accidente y entregado por su propia madre a cambio de gallina y media, Archy no tarda en conocer el primer amor, el miedo, los desengaños, la violencia, la soledad, el hambre, el frío, el trabajo duro… y al inquietante Solomon, un zorro anciano que se ha labrado una feroz reputación como usurero y que no solo le enseñará a leer y escribir, sino que le mostrará la palabra de Dios. A partir de entonces, su existencia de comadreja se debatirá entre la etérea trascendencia prometida por la religión de los hombres y la furiosa urgencia de lo material que reina en los bosques; en un cuento oscuro sin moraleja que nos enfrenta a nuestros límites como criaturas mortales enfermas de supervivencia.

Porque no importa que por el libro desfilen comadrejas, zorros, perros, gatos, conejos, linces, cerdos, jabalíes, ratones, puercoespines, castores o tejones, entre otros: para ellos, como para nosotros, la vida es dura, inclemente y no suele ofrecer segundas oportunidades, algo que ninguno olvida. Las idealizaciones, más o menos estúpidas, sobre nuestro origen, nuestra misión o nuestra forma de relacionarnos con los demás atraviesan al protagonista, y le llevan a preguntarse qué es lo que vale realmente la pena. ¿Formar una familia? ¿Rodearse de recuerdos? ¿Prevalecer a toda costa? Estamos ante un título que habla de la memoria como salvoconducto y como maldición, de continuar un legado, de lo que se espera de nosotros, de romper moldes y de la insoportable concepción de la muerte. Y de una firme creencia en la palabra, signifique eso lo que signifique.

"El estilo de Zannoni es bonito y reflexivo: como una oración sentida, sus frases logran ponernos un nudo en la garganta en más de una ocasión, nos roban una sonrisa en otras y nos llevan a mordernos las uñas en la mayoría"

Mis estúpidas ideas ofrece una lectura envolvente que opera en dos niveles: en uno, interpela a nuestro niño interior en el mágico lenguaje de las fábulas, donde los animales hablan y se comportan como humanos; en otro, no escatima en recursos propios de obras complejas. Porque parece mentira que un título que apenas supera las doscientas hojas albergue tantas posibilidades. En cierto modo, se asemeja a las bildungsroman o novelas de aprendizaje, pero las deja atrás, porque también hay algo de relato de frontera y algo de novela de aventuras: somos Archy en cada incursión fuera de su madriguera, en el reflejo nocturno de esos ojos depredadores, en el pelo que se nos eriza ante la cercanía del conflicto.

Primera obra de su joven autor, es sin embargo merecedora de varios galardones en su Italia natal, como el Campiello, el Bagutta Opera Prima, el Salerno letteratura y el Severino Cesari. El estilo de Zannoni es bonito y reflexivo: como una oración sentida, sus frases logran ponernos un nudo en la garganta en más de una ocasión, nos roban una sonrisa en otras y nos llevan a mordernos las uñas en la mayoría, a la expectativa del qué y el cuándo. Como en toda narración literaria, en Mis estúpidas ideas nos alineamos de forma intuitiva con unos u otros personajes en función de la supuesta catadura moral de sus acciones, pero el mensaje es unívoco: la naturaleza no es buena ni mala, solo es.

Homo homini lupus, nos recordaba Thomas Hobbes (1588-1679) para ilustrar el egoísmo que acostumbramos a mostrar para con el prójimo. Lo cierto es que pasamos nuestros días tratando de renunciar a lo salvaje, y ahí reside gran parte de la fuerza de esta obra sobresaliente: nacemos, crecemos, nos reproducimos y morimos exactamente igual que los animales. No podemos sustraernos de su devenir, por cuanto también es el nuestro. Ahora bien, ¿cómo negar que también somos las historias que (nos) contamos? Incluso aunque a veces nos sintamos… comadrejas ilustradas.

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Autor: Bernardo Zannoni. Título: Mis estúpidas ideas. Traductor: Juan Carlos Gentile Vitale. Editorial: Gatopardo Ediciones. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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