Escribir una reseña de El ángel de la guarda y Proleterka no es justo, ni para ellos ni para futuros lectores y lectoras. He marcado y subrayado y tomado notas de cada uno de ellos. Los he releído, he leído fragmentos de otras novelas, he hablado sobre ellas, sobre lo que me hacían sentir, sobre lo tonta que me hacían sentir. Ahora que me he sentado a escribir, hay una leve sensación de pánico adueñándose de mí. Sé que no voy a hacerles justicia y sé que necesitaría meses para comprender qué he leído, pero leí estos libros para escribir una reseña, por lo que solo queda esperar que la ansiedad me regale suficiente tiempo para decir algo coherente.
La mezcla entre novela, relato y teatro convierten esta obra en una experiencia única, algo difícil de asimilar y todavía más de analizar sin las herramientas adecuadas. Nos exige mucho: nos obliga a releer y nos sacude cada vez que conseguimos aferrarnos a una idea. Fleur Jaeggy experimenta con las palabras, con el formato y con nosotros. En ella se despedaza a los personajes y a quien se atreva a leerla. Saca a relucir nuestra verdadera identidad. Escondernos tras ese otro yo que «se las arregla para nacer y morir» no es una opción. Estamos encerrados y enfrentados a un oponente que no nos dará tregua, como Jane y Rachel entre ellas o como Bovid contra las niñas.
Proleterka, por otra parte, sí es una novela. En ella conocemos a Johannes y a su hija, quienes viajan a bordo del «crucero» SS Proleterka en unas últimas vacaciones juntos. Aunque la historia está narrada desde el punto de vista de la hija, no conocemos su nombre. Su identidad, que se construye entre el pasado y el presente, se fundamenta en que es la hija de Johannes, algo que cobra más importancia a medida que se avanza en la novela y llega a su clímax conceptual en el último capítulo.
No quiero desvelar más de la trama, pero no es difícil percibir su conexión temática con El ángel de la guarda. Si en El ángel de la guarda la identidad se convierte en algo que incluso se evita a toda costa; en Proleterka es algo que se persigue de forma natural. La hija de Johannes descubre quién es a través de sus lazos familiares y su propia conducta rebelde, que destaca aún más en ese crucero en el que está rodeada de los amigos de su padre.
Hay algo más que conecta a Rachel, Jane y la hija de Johannes, algo que se entrelaza con esa identidad que evitan y construyen: el suicidio.
El suicidio fascina tanto a las niñas como a la hija. Es otra forma de definirse: el deseo de morir. Es algo hereditario, algo de lo que es imposible escapar cuando está en tus genes, un tema de conversación del extraer cada detalle de cómo es vivir con esa herencia no deseada; o si el deseo de morir solo cobra sentido cuando hay alguien para contemplarlo y contarlo.
Tras leer mi opinión sobre ambas obras, se entiende por qué recomiendo fervientemente leerlas juntas y, sobre todo, empezar por Proleterka. Al ser una novela, su formato es más accesible, amable, con más de un lugar conocido en el que respirar hondo. Hay temas de los que no he podido hablar porque sería desvelar demasiado pero que se conectan con otras obras tan impresionantes como esta.
Después, cuando os toque leer El ángel de la guarda, id con la cabeza despejada y preparada para sumergirse en una atmósfera opresiva y teatral, en un mundo donde dos niñas son capaces de sobrepasaros en inteligencia y poder.
De todas formas, sea cual sea el libro por el que os decidáis, no hagáis como yo: no los leáis para escribir una reseña.
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Autora: Fleur Jaeggy. Títulos: El ángel de la guarda y Proleterka. Traducción: Mariano Solivellas y María Ángeles Cabré Castells. Editorial: Tusquets. Venta: Todos tus libros.



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