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El Color Púrpura o el enésimo ladrillazo políticamente correcto

El Color Púrpura o el enésimo ladrillazo políticamente correcto

Allí donde los activismos de raza y género se embeben de corrección política nacen productos como esta El Color Púrpura, que adapta el musical de Broadway allí donde la magistral película de Steven Spielberg hacía lo propio con la novela de Alice Walker. No es cuestión, tampoco, de eludir la responsabilidad del director de Ohio en este televisivo despropósito que, al fin y al cabo, él mismo produce, pero que en esta ocasión ha realizado Blitz Bazawule, otro de esos directores que enmascaran en legítimas reivindicaciones de raza su proceder fílmico, más cercano al de una Inteligencia Artificial que a la de un director mínimamente dotado.

"Probablemente afirmar que un blanco de clase media imaginó mucho mejor la novela de Walker que el ghanés Bazawule tenga algo de inapropiado"

La película, creada para mostrar la sororidad de tres mujeres negras maltratadas en el sur de EEUU de principios del siglo pasado, narra con canciones la lucha de Celie (Fantasia Barrino), una joven ofrecida en matrimonio a Mister (Colman Domingo), un maltratador de manual que mantendrá a la joven encerrada en su propiedad durante décadas.

Probablemente afirmar que un blanco de clase media imaginó mucho mejor la novela de Walker que el ghanés Bazawule tenga algo de inapropiado, pero comparar lo que Spielberg hace con la cámara y la luz con las limitaciones del realizador de la presente El Color Púrpura resultan, por mucho que ésta se trate de un musical, en una actividad casi vejatoria para el segundo. Su versión, que igualmente se extiende a lo largo de dos largas y eternas horas, solo cobra temporal vida a través de la interpretación del citado Colman Domingo, paradójicamente el villano (negro) de la historia —y que está, por cierto, nominado al Oscar por la aún inédita Rustin, pero no por esta película—.

"El Color Púrpura resulta blanda en sus momentos más duros y espinosos"

La película jamás alcanza un aliento de la vida, emotividad y tragedia de la versión dirigida por Spielberg. El Color Púrpura resulta blanda en sus momentos más duros y espinosos, sin que se perciba a lo largo y ancho de su desarrollo ninguna decisión artística más allá de incorporar una serie de canciones en las que Bazawule parece confundir los campos de algodón de Alabama con el escenario de una gala televisiva. No hay noción de espacio y tiempo, y mucho menos de lugar o historia, y si esa era la intención a la hora de convertir en musical la novela de Walker, desde luego rinde más bien poco homenaje a las mujeres que sufrieron abusos en esa y otras épocas.

Todo es corrección política en una película concebida como maniobra comercial para retrotraerse al mismo centro de la tragedia de los negros del sur de EEUU. Y todo, naturalmente, en un momento ciertamente estratégico, donde nadie en el ámbito de la cultura popular osará poner un pero a una película que es tan vulgar y plana, vacía de toda conexión emocional y cultural real. Un relato que jamás está a la altura de lo que cuenta, que no hace sentir y que solo resulta esporádicamente animado por un puñado de actrices y actores ciertamente dotados, pero sometidos a la más absoluta falta de estilo, a la mediocridad más dramática.

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