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El despedirse como forma de estar

El despedirse como forma de estar

A estas alturas de la película —poética, se entiende— pocas cosas resultan tan estimulantes para el lector avezado como descubrir, tras la bien tejida trama que anuda las figuras y dispone los textos en un poemario, las intenciones ocultas, los referentes intertextuales y los motivos recurrentes que conducen al corazón mismo del libro, de la experiencia lectora que, en tanto humanos, es experiencia cultural, patrimonio de todos, mientras no se demuestre lo contrario (y lo intentan).

En Cómo enterrar al padre en un poema, su polifacética autora, la novelista, ensayista y traductora Corina Oproae (Fãgãraș, Rumanía, 1973), se entrega a un ejercicio de despojamiento dramático a través de quince textos presididos por el adverbio interrogativo «cómo», que los convierte en materia perfomativa, en índice de intentos y posibilidades; en resumen, de formas de desaparecer y maneras de quedarse.

Tal y como acertadamente indicó la también poeta Miriam Reyes en su presentación en Barcelona, nos hallamos ante textos liminares, presididos por la ambigüedad de la luz y el ángulo de la mirada en que transcurren, la morbidez nada gratuita de los motivos recurrentes que van sembrando pistas para el camino de retorno —si lo hay— al cuerpo del poema tras ese viaje de purificación que poetas —Dante— y filósofos —Descartes— recomendaban hacer una vez en la vida.

"Cómo enterrar al padre en un poema es un poemario sobre y desde el cuerpo. No el cuerpo geométrico y segmentado, sino el cuerpo vivo, carnal"

Destacábamos hace un instante lo realizativo o performativo de esos interrogantes que ametrallan los poemas desde el título: Cómo echar raíces en otoño, Cómo escribir un poema en Navidad, Cómo volver a un lugar que ya no existe, Cómo acceder a la realidad, Cómo encerrar a dios en un poema, entre otros. La autora, en plena madurez y posesión de los recursos metapoéticos e intertextuales de su escritura, ante un auditorio en sombras y apenas iluminada por el foco oblicuo de la tristeza, la ternura o la culpa, pone en pie unos textos donde el grano de voz enronquecido, susurrado, incrementado hasta el aullido o rebajado hasta la disgregación semántica, registra los vaivenes de una memoria a la deriva.

Cómo enterrar al padre en un poema es un poemario sobre y desde el cuerpo. No el cuerpo geométrico y segmentado, sino el cuerpo vivo, carnal; en un poemario emocional, en el sentido de motivos, fuerzas que recorren el espacio sin tiempo de la psique en busca de la expiación que les brinda la mano de la poeta. Rabia, dolor, temblor, soledad, desconcierto, valentía, arrojo. Y recorrido también por una suerte de sororidad literaria que la autora plasma colocando cada uno de los textos bajo la advocación de mujeres cuyo quehacer artístico ha acompañado el suyo en cuanto mujer y creadora.

Así, Sylvia Plath, Szymborska, María Ángeles Pérez López, Ana Blandiana, Elizabeth Bishop, entre otras, asisten, desde una posición privilegiada, al despliegue narrativo de los poemas o dan la réplica desde el mismo cuerpo de los mismos.

"El ciervo, el sacrificio y bosque, la profecía, lo ominoso y lo sagrado se combinan corporeizándose en motivos preñados de un simbolismo elocuente"

La relectura del libro lleva a constatar, y ahí reside el arte, en que nada hay gratuito y dejado al azar en los temas y motivos que se corresponden a lo largo de los textos. Bosque, ciervo, padre, nieve, pájaro, poema, árbol, vestido, madre, cuerpo, madrugada, profecía, tierra, disparo, lenguaje entretejen un universo cargado de significatividad y potencia semántica en este extraño y bello viaje a lo profundo de la memoria familiar, el poema, el cuerpo y el bosque, animado por el don de profecía y la constatación de la soledad, temblor y condena que supone tenerlo.

Cuentan que Apolo, como venganza a la negativa de Casandra de entregársele carnalmente como habían acordado a cambio de dotar a la muchacha del don profético, la condenó a que, a pesar de conservar tan ominoso don, no sería creída por sus semejantes. Herido en su orgullo, el rubio dios escupe en la boca de Casandra, sellando de ese modo su maldición. En el remarcable Cómo volver a dormirse a las cuatro de la mañana, la autora, tras rendir homenaje a Szymborska y presentificarse en el húmedo jardín creado, como decorado exprofeso en el poema, a esa hora liminar, escribe:

«y en tanto esperas
ya son las cinco
y no recuerdas que el pájaro
echó a volar escupiendo en tu boca
todo lo que está por llegar».

Cuentan, asimismo, que la flota griega permanecía detenida en Áulide en su camino a Troya. Para volver a desencadenar vientos favorables a la expedición, la diosa Ártemis pide a Agamenón, su comandante, el sacrificio de su hija Ifigenia en pago de haberse jactado de abatir un ciervo en los bosques consagrados a la diosa. En las versiones más amables, una piadosa Ártemis trocará en el ara el cuerpo de Ifigenia por el de una cierva.

Los lectores saben de las ramificaciones e implicaciones que tendrá todo ello en la tragedia clásica.

"El cuarto propio, la insolencia de la lámpara, la inalcanzable tela de un vestido con que cubrir la desnudez de una voz que se abre en canal"

Y las que tiene en el poemario de Oproae, donde el ciervo, el sacrificio y bosque, la profecía, lo ominoso y lo sagrado se combinan corporeizándose en motivos preñados de un simbolismo elocuente:

«te esfuerzas en no decir
que las hojas de los álamos se vuelven doradas
que sus ramas se vacían
imponentes como los cuernos de los ciervos
que asoman en tus sueños»

o transidos de belleza y plasticidad:

«puedes no obstante asegurar
que el álamo es real
que la montaña es real
que lo dorado de las hojas es real
y que el color se vuelve sangre que te recorre
que si ahora te cortaras las venas
la sangre brotaría dorada
como la insistencia de un sol tardío en las hojas».

El drama familiar que desarrolla la voz poética y actoral de Corina, visita en su periplo desolados escenarios imantados de literatura y sentido alegórico:

«te acuestas en la hierba húmeda
y bajo la mirada impenetrable del mirlo
aguardas a que las serpientes
alcen sus cabezas
repten por tu cuerpo y lleguen a tus oídos
para lamerlos hasta que el poema
se llene de todo aquello que necesitas decir».

Pero también otros ámbitos donde estalla la violencia acumulada contra espejos que replican arquetipos y vínculos que el poema, performativo como indicábamos, hace añicos:

«en la vagina de tu madre no
se ve ni el vello ni
los labios ni ningún atributo de
su feminidad sino
un espejo triangular que
refleja el rostro de
tu hermano mayor que
murió durante el terremoto.
el arma son estas líneas que
disparan al rostro del
hermano que nunca
tuviste
el poema
es su rostro».

El cuarto propio, la insolencia de la lámpara, la inalcanzable tela de un vestido con que cubrir la desnudez de una voz que se abre en canal:

«agarras una silla
pongamos que la traes de la cocina
te subes y cuelgas el vestido
justo en medio
en el techo
como una bombilla
que nunca te niega la luz».

"Corina Oproae brinda a los lectores el inagotable testimonio de un duelo, utilizando las herramientas que le ofrece la cultura, el oficio y el honesto cuestionamiento de las estructuras heredadas"

Y finalmente, Cómo enterrar al padre en un poema, que da título al libro y supone una summa poética del mismo y donde la autora reúne los ítems que ha ido disgregando hasta crear una constelación de sentido: el bosque, las flores blancas de la acacia (como los cipreses del Hades), el moribundo sol, el padre, el ciervo, la tierra, la tumba, la nieve: «un padre que abraza a un árbol es un padre / un padre que se derrite como la nieve mientras abraza / a un árbol es un padre / un padre que escarba la tierra como un ciervo es un padre». Es el poema quien comparece corporeizándose.: «y comprendes / que no es el padre ni la nieve ni el ciervo / quien acude al poema / que es el poema mismo / quien decide». Es lo sagrado abriéndose en el claro del bosque, en el centro del ser, haciéndose lenguaje.

Corina Oproae brinda a los lectores el inagotable testimonio de un duelo, utilizando las herramientas que le ofrece la cultura, el oficio y el honesto cuestionamiento de las estructuras heredadas que despojan, tan a menudo, a la palabra poética de su densidad y peso matérico.

Y comprendemos, gracias a poetas como ella, que a partir de un determinado momento, despedirse es una forma, si no la única, de estar.

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Autor: Corina Oproae. Título: Cómo enterrar al padre en un poema. Editorial: Tusquets. Venta: Todos tus libros.

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