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El fin de la fiesta

No parezco, en principio, el lector ideal de El fin de la fiesta. Sólo he asistido a una corrida en mi vida (eso sí, la vi desde el callejón de Las Ventas e invitado), y aunque me impresionó mucho y escribí unas líneas sobre ella, me contaron los que sabían que fue una tarde floja y olvidable. No para mí, aunque bien es cierto que no he vuelto a pisar una plaza ni he aprendido a distinguir un natural de una verónica, si acaso no son lo mismo y esta frase no tiene sentido.

Sí que uso, como cualquier español, muchas expresiones taurinas cuya génesis taurina a menudo ignoro. Junto a las preposiciones, la jerga de la tauromaquia es la piedra de toque para el hablante extranjero, la prueba definitiva de que domina el castellano como su propia lengua. No es extraño oír a antitaurinos pertinaces que cambian de tercio, entran al quite, echan un capote, dan la puntilla o salen a hombros. Incluso pueden debatir su antitaurinismo a porta gayola, con bravura y entrando a matar, aunque si no son vehementes en sus consignas, algún compañero les acusará de ver la faena desde la barrera. Siguiendo los argumentos de Rubén Amón me he dado cuenta del enorme peso antropológico que los toros tienen en España y, a la vez, de cómo ese peso está compuesto en buena medida de aire. Los toros son hoy un gran vacío en el corazón de la cultura de esta nación de naciones.

"El subtítulo de la obra califica de “escándalo” la tauromaquia, estableciendo una premisa y un punto de apoyo para la argumentación"

Decía que no soy el lector ideal de El fin de la fiesta, pero al terminarlo tuve la sensación de que estaba escrito para mí, y eso es un problema, porque no se me ocurre cómo se puede vender un ensayo sobre los toros a alguien tan ajeno a ellos como yo.

Menos mal que no soy el jefe de prensa de la editorial Debate y lo único que tengo que hacer es explicar y transmitir por qué creo que el libro de Amón es importante y no trata de toros, sino de seres humanos.

El subtítulo de la obra califica de “escándalo” la tauromaquia, estableciendo una premisa y un punto de apoyo para la argumentación. Por escándalo el autor entiende algo obsceno, en el sentido más radical del adjetivo: algo fuera de su tiempo y de su espacio, imposible de reducir a los códigos del buen gusto, la decencia y la moral dominante. En un mundo laico, sin rituales ni jerarquías marcadas con símbolos, una manifestación tan mistérica y brutal como la tauromaquia no tiene sitio. Los toros son una liturgia de sacrificio con un sentido trascendental. Como en una tragedia, sobre el escenario de la arena se escenifica una lucha entre el hombre y la naturaleza. Pero, al contrario de lo que sucede en un teatro, la sangre y la muerte son reales. El sacrificio se consuma de verdad y el cuerpo sacrificado acaba guisado a la cordobesa en los mejores restaurantes de la ciudad. Al terminar Carmen no nos comemos a la soprano protagonista. Al final del cuarto acto, Maria Callas se levanta y sale a saludar al público, que aplaude entusiasmado. Carmen nunca muere de verdad ni acaba troceada al chilindrón.

"No es fácil desarmar su apología de la tauromaquia, que se eleva por encima del panfleto"

El escándalo de los toros es su verdad, una verdad definitiva y rotunda que no tiene nada que ver con la verdad del teatro o del cine, conseguida a través del artificio. Si los toros son arte, lo son de un modo ritual y antiquísimo.

Para Amón, aceptar esta misa (las páginas en las que explica el rito, ejecutado al atardecer, con la sombra cubriendo la arena durante las faenas, convirtiendo el ocaso en metáfora de la muerte que sucede en la plaza, son emocionantes y esclarecedoras) es, en cierto modo, una rebeldía contra la asepsia y la hipocresía de un mundo que se ha distanciado tanto de todo aquello que da sentido a una comunidad y expresa su relación con la naturaleza.

El vaciado simbólico de las sociedades occidentales es un hecho bien conocido y analizado en la filosofía contemporánea. Los ritos cumplen una función trascendental (en el sentido religioso del adjetivo) en la formación de la identidad. Sin ellos, lo colectivo se atomiza y las culturas se desaguan. Es un acierto que el autor recurra a este lugar común del pensamiento para explicar los toros, porque hace de su libro algo muy sólido que interpela a cualquier lector. Gracias a eso, todos los aspectos que aborda, que van desde la política hasta la masculinidad pasando por el animalismo y la ecología, exigen una lectura atenta e incómoda. No es fácil desarmar su apología de la tauromaquia, que se eleva por encima del panfleto y señala paradojas e incongruencias por doquier en los alegatos antitaurinos. Amón hace valer sus armas de polemista para expresar cuestiones muy incómodas que nadie inteligente puede desechar con un cliché.

"Sería una lástima que los editores no fueran capaces de vender el libro fuera de los círculos taurinos"

Los toros pueden desaparecer, viene a decir Amón —y el propio título parece una resignación inapelable—, pero no deberían desaparecer por las razones morales y animalistas que se aducen habitualmente, porque la mayoría son falaces.

No digo con todo esto que El fin de la fiesta sea un libro irrebatible, sino problemático, en el buen sentido. Exige a sus detractores un esfuerzo a la altura del que ha hecho el escritor, y esa es quizá su virtud más notable: convierte un debate de baja intensidad argumental en una discusión que vibra en el núcleo de lo que somos como sociedad y como individuos. Poco más se le puede pedir a un ensayo. En ese sentido, sería una lástima que los editores no fueran capaces de vender el libro fuera de los círculos taurinos (que, seguramente, sean los menos interesados por él) y no propicie la reflexión colectiva que aún nos debemos los españoles sobre el escándalo de los toros. Ojalá caiga en muchas más manos de tipos como yo, esos que echan capotes y entran al quite sin pensar en el origen taurino de sus frases.

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Autor: Rubén Amón. Título: El fin de la fiesta: Por qué la tauromaquia es un escándalo… y hay que salvarla. Editorial: Debate. Venta: Todos tus librosAmazonFnac y Casa del Libro.

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