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Los toros son un escándalo, por eso hay que defenderlos

Los toros son un escándalo, por eso hay que defenderlos

Que a Rubén Amón se le da bien irritar a fundamentalistas, provengan de donde provengan, es algo que el periodista y escritor pone a prueba a diario. En esta ocasión reincide con El fin de la fiesta (Debate), un ensayo en el que, aun hablando sobre tauromaquia, Amón no se limita a los tendidos, pues amplía el foco hacia los temas centrales de la cultura y la sociedad contemporánea, que rechaza todo lo que torear (y ver torear) supone.

El sello dirigido por Miguel Aguilar perfila cada vez con más claridad un catálogo que hace honor a su nombre, porque mira la realidad de manera diagonal y, por tanto, mira mejor. Ya lo han demostrado libros como el que dedicó Edu Galán a Woody Allen, Soto Ivars al linchamiento en las redes sociales y al tabú en la sociedad occidental y ahora Rubén Amón, quien reflexiona sobre los toros sin beaterías ni buenismos, sino con matices y argumentos para relativizar la simplificación deliberada a la que han sido sometidos. Si los diestros se encierran con seis astados, Amón ha hecho lo propio en este libro.

"Los toros son un escándalo. Eso conviene reconocerlo y hasta celebrarlo"

“Los toros son un escándalo. Eso conviene reconocerlo y hasta celebrarlo”, escribe Amón en los primeros folios. ¿Por qué lo dice? ¿Cuál es el motivo por el cual irritan e incomodan a determinados sectores? Eso es lo que pretende el ensayo: identificar los principales argumentos de un catecismo de utilería. El fin de la fiesta no alude ni vaticina la extinción de la tauromaquia: reflexiona sobre los malentendidos políticos, ideológicos, históricos, identitarios y hasta ecológicos que se le han atribuido de manera interesada.

En una sociedad que rechaza y esconde la muerte, los toros la colocan en el centro del ruedo como parte de una catarsis; en un tiempo secularizado y en que los ritos ya no tienen cabida, la liturgia de la tauromaquia incomoda. Los toros, además, enfrentan al héroe clásico (el que va a la muerte y regresa de ella) con los héroes de ocasión que proliferan en una sociedad que confunde ídolos con impostores. Amón también arroja luz sobre los toros como hecho masculino en un tiempo en el que tal cosa como la masculinidad es percibida, también, con aprensión. Después de leer El fin de la fiesta, resulta pertinente llamar por teléfono a su autor, no ya tanto para entrevistar como para desentrañar la razón de ser de este libro: “No necesito ningún pretexto, excusa ni coartada para defender los toros en su esencia. A mí los toros me convencen en sus ausencias”.

Rubén Amón cultiva diversas sensibilidades. Tiene publicados más de diez ensayos sobre ópera, fútbol, arte y política, también biografías de personajes icónicos y hasta un bestiario. A la tauromaquia ha dedicado, además de tertulias, crónicas y columnas, el perfil Pasa un torero: Curro Vázquez desde dentro. Conoce los toros muy de cerca como aficionado, crítico y periodista. Por eso es capaz de reflexionar sobre ellos al tiempo que los describe. No es la primera vez que Amón acomete esta empresa. Desde hace tres años años, en Toros (Movistar), dirige y presenta Desolladero, un programa que aborda los debates culturales y sociales presentes en la tauromaquia. Ahí ha reunido a escritores, artistas, intelectuales, periodistas, filósofos y toreros. Amón comprende la excepcionalidad de los toros, porque va más allá de la glosa del ramillete de verónicas y amplifica sus contradicciones, incluida la capacidad de la tauromaquia para propiciar su propio sabotaje.

"La sociedad vive un proceso extremo de secularización"

La pandemia sorprende al mundo taurino con la guardia baja, las plazas cerradas, las cuadrillas sin trabajo y los ganaderos arruinados. “Quienes formaban parte acabaron creyéndose inmortales y no se dieron cuenta de que podrían dejar de serlo”. Por eso Rubén Amón aprovecha para ofrecer “un retrato de la sociedad, sus contradicciones y falsas certezas. El toro se las descubre todas”, asegura en esta conversación y desarrolla en las páginas de su ensayo. “La sociedad vive un proceso extremo de secularización, y no hay más que ver cómo se han profanado los espacios litúrgicos: el parlamento es el más evidente, o el rechazo que provoca la monarquía en su ámbito vital, y eso se debe a una idea confusa de la igualdad, que tiene que ver con los derechos pero no la uniformidad”.

Desde el primer capítulo, Amón habla de la relación de los toros y la política: desde la aparición del toreo de a pie entre el XVIII y XIX como una forma de descabalgar a los señoritos (entonces sólo se toreaba a caballo) hasta la politización que llevó al nacionalismo catalán a acorralar y estigmatizar la tauromaquia. Los toros son algo más que España. Son el Mediterráneo e Iberoamérica (Andrés Roca Rey es el torero más importante del escalafón), y también Francia, el primer país que declaró la tauromaquia patrimonio universal inmaterial y en la actualidad aglutina y propicia. En geopolítica de la tauromaquia hay mucha tela que cortar.

El uso torticero que ha hecho la izquierda de la tauromaquia es igual de dañino que el usufructo ideológico de la derecha. Tampoco el animalismo ha escapado a su propio lodazal. “El movimiento antitaurino debería sentirse inquietado por los mediadores políticos que materializan las iniciativas prohibicionistas. Tanto influye la ferocidad identitaria de Esquerra Republicana como el populismo del expresidente Correa en Ecuador y la pujanza paternalista de Pablo Iglesias”, escribe Amón, quien no escatima argumentos contra el uso oportunista que han hecho de la tauromaquia en partidos como Vox. Porque los de Abascal no buscan defender la tauromaquia, sino sacarle provecho a su favor.

"La tauromaquia no puede defenderse desde la economía ni puede condenarse desde la candidez franciscana"

Este libro es una bomba de relojería en tiempos de Valtònyc, porque si de libertad de expresión se trata, la tauromaquia enfrenta cada vez más obstáculos. Pero hay más que eso, porque Amón opone el cosmopolitismo de la tauromaquia contemporánea al uso nacionalista y vernáculo que pretenden atribuirle desde los independentistas y nacionalistas recalcitrantes hasta Pablo Casado o Santiago Abascal. El fin de la fiesta deja al descubierto incluso la ausencia de un partido animalista capaz de defender sus argumentos en un parlamento y con su propia agenda. “La tauromaquia, insiste, no puede defenderse desde la economía ni puede condenarse desde la candidez franciscana (…) pero el debate corre el peligro de arrinconar a los toros en un terreno de disputa entre la derecha proteccionista —el mal— y la izquierda abolicionista —el bien—, cuando son los toros una expresión cultural, vanguardista, que escandaliza  a la sociedad sin discriminaciones porque expone todos los tabúes y amenaza todas las convenciones”.

Este ensayo es complejo como el tema que aborda. Está escrito con acierto, precisión y un aventajado sentido de la ironía. No es un secreto que en nombre de la tauromaquia, como de la poesía, se han perpetrado toda clase de tropelías que Rubén Amón se ahorra y nos ahorra. En tiempos de escándalo, agravio y adanismo —el Prado y las violaciones, por ejemplo—, así como de reescritura de la historia, estas páginas son, en sí mismas, una celebración del viejo y abolido acto de pensar.

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