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El genio que descubrió la energía solar

El genio que descubrió la energía solar

Fue el primer hombre que inventó una máquina para captar la energía solar. Fue un genio, un adelantado a su tiempo, un visionario, pero hoy es un desconocido. “Su rostro no aparece en ningún cuadro, en ningún grabado, en ningún libro de historia”.

Su origen fue humilde. Augustin Mouchot nació en la trastienda de un taller de cerrajería el 7 de abril de 1825, en el departamento francés de Côte-d’Or. Fue un niño débil y enfermizo, en un tiempo en el que no muchos tenían la fortuna de sobrevivir a las enfermedades de la infancia. Desde pequeño se mostró como una persona retraída y callada; nadie habría imaginado que tras esa apariencia frágil y discreta iba a surgir un brillante inventor.

"Era tenaz; tenía el tesón de los científicos convencidos de que el conocimiento es fruto del esfuerzo, la dedicación y el trabajo"

Con veinte años, Mouchot se graduó como bachiller y durante trece ejerció de maestro en escuelas de Borgoña. Desde joven se interesó por la física. “Mientras Volta inventaba la pila eléctrica, mientras Watt patentaba la locomotora de vapor, mientras Durand manufacturaba la primera lata de conserva, mientras Foucault fabricaba su péndulo, mientras Darwin demostraba el origen de las especies”, Mouchot leía tratados sobre el calor del sol. Así que al poco tiempo se propuso fabricar lo que llamó una “olla solar”.

Los primeros fracasos no le desanimaron. Era tenaz; tenía el tesón de los científicos convencidos de que el conocimiento es fruto del esfuerzo, la dedicación y el trabajo. Su historia está contada por el escritor francés Miguel Bonnefoy en el libro titulado El inventor, que es una biografía novelada, o más bien, una novela escrita a partir de los escasos datos que se conservan de su vida. La ficción se impone en el relato, convirtiendo al protagonista en un personaje literario. Su historia, escrita de forma cronológica, está contada con un ritmo rápido y un estilo pulido. Tres aspectos destacan en este libro: la selección de detalles con que se envuelve la biografía, las fantásticas historias de personajes secundarios y la ambientación, al recrear los sonidos metálicos de las cerrajerías en las que se crio Mouchot, el ajetreo de las calles y de los salones en los que estuvo, el ambiente lúgubre de las pensiones en las que vivió. El tono de la narración manifiesta los contrastes de la condición humana, con momentos luminosos de la vida del personaje y el presagio desde el principio del fracaso de su invento, que envuelve de melancolía el relato.

"Cuando dejaron de financiarle las investigaciones para perfeccionarla y promover su empleo, Augustin Mouchot, enfermo y envejecido, se encerró en una melancolía de la que no se recuperó jamás"

En aquel tiempo nadie mostraba interés por el sol. Sólo él levantaba la vista al cielo, mientras los ingenieros y las empresas buscaban en el interior de la tierra para sacar de sus entrañas toneladas de carbón. El carbón era la fuente de energía que calentaba las casas, impulsaba la industria y movía las pesadas máquinas del ferrocarril. Todos pensaban en el carbón, mientras Augustin Mouchot soñaba con “una catedral de espejos, una máquina capaz de capturar el calor del sol igual que los embalses capturan el agua de las cascadas” (p. 30).

Ese sueño lo hizo realidad en octubre de 1878. Lo presentó en la Exposición Universal de París. Lo llamó “heliobomba”. Era elemental, pero increíble: capturaba la energía solar, convertía el agua en vapor y este podía empujar émbolos y mover cualquier máquina. El invento habría revolucionado la obtención de energía hace más de un siglo; pero el carbón era más efectivo, proporcionaba fuerza calorífica en días luminosos y nublados, de día y de noche, y la red ferroviaria que comenzaba a extenderse por Europa demandaba energía inmediata. La heliobomba quedó arrinconada en un gallinero. Cuando dejaron de financiarle las investigaciones para perfeccionarla y promover su empleo, Augustin Mouchot, enfermo y envejecido, se encerró en una melancolía de la que no se recuperó jamás. Murió en París, en la miseria, el viernes 4 de diciembre de 1912.

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Autor: Miguel Bonnefoy. Título: El inventor. Traducción: Regina López Muñoz. Editorial: Libros del Asteroide. Venta: Todostuslibros.

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