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El hombre tranquilo

Con motivo del centenario del nacimiento de Maureen O’Hara, la editorial Reino de Cordelia publica la novela de Maurice Walsh, origen de la película homónima de John Ford, The Quiet Man (El hombre tranquilo). Zenda recoge la introducción que Javier Reverte ha escrito para esta publicación más las fotografías que lo ilustran.

 

«Shawn Kelvin, un risueño muchacho de de diecisiete años de edad, marchó a los Estados Unidos en busca de fortuna, como muchos otros de su pueblo. Y quince años más tarde regresó a Kerry. Y si había logrado o no fortuna, nadie pudo saberlo. Él era un hombre tranquilo al que no le gustaba mucho hablar de sí mismo ni de lo que había hecho».

Así comenzaba un relato publicado, el 11 de febrero de 1933, en la revista americana The Saturday Evening Post. Se titulaba El hombre tranquilo y lo firmaba un desconocido escritor irlandés llamado Maurice Walsh, que recibió 2.000 dólares por la publicación de su obra, una considerable suma para la época. La  historia impresionó a muchos miles de lectores en América, entre ellos a un director llamado John Ford, que dió a Walsh en 1936 un adelanto simbólico de 10 dólares mientras intentaba captar el dinero suficiente que le permitiera llevar el relato al celuloide: tardaría quince años en conseguirlo.

En agosto de 1933, el cuento se publicó en Irlanda, en el Chamber’s Magazine, y dos años después, Walsh lo incluyó en un libro de historias cortas, Green Rushes, que es el que ahora tiene el lector, traducido al español, entre las manos. El argumento es en sustancia el mismo que el de la narración original, aunque los nombres de algunos de los personajes cambiaron. Shawn Kelvin, «el hombre tranquilo», pasó a llamarse Paddy Bawn Enright, y la familia O’Grady del relato primero (los hermanos «Red» Will y Ellen Roe) se transformó en los Danagher. A Paddy (el John Wayne del cine), Walsh le atribuyó en el nuevo relato 32 años de edad, «todavía bastante joven para el amor y para la guerra». A Ellen (Maureen O’Hara en la película) la situó en los veintiocho años, una edad algo tardía para casarse, aunque al verla, «ningún joven de la región lo diría».

"Mientras Paddy trabajaba con denuedo la tierra, Maurice crecía en una atmósfera literaria, buceando en el extensa biblioteca de su casa entre los clásicos de la literatura inglesa"

Maurice Walsh nació en el norte del condado de Kerry, en el suroeste de Irlanda, en 1879, y murió en su residencia de las afueras de Dublín en 1964, convertido en un autor famoso. Su padre, John Walsh, poseía una granja en donde cuidaba caballos y era un apasionado de lectura. Como no le gustaba mucho el oficio de granjero -John se veía a si mismo como una especie de «lord» campesino- para ocuparse de los trabajos del campo contrató a un joven singular, callado y tranquilo, llamado Paddy Bawn Enright, que fue el gran amigo de la infancia de Maurice y con cuyo nombre, como  homenaje, bautizó al protagonista de su más conocida obra. Aunque Paddy jamás viajó a América, era un buen boxeador, como casi todos los jóvenes del norte de Kerry, la tierra en donde nacieron los padres de John L. Sullivan, el primer campeón del mundo de los pesos pesados.

Mientras Paddy trabajaba con denuedo la tierra, Maurice crecía en una atmósfera literaria, buceando en el extensa biblioteca de su casa entre los clásicos de la literatura inglesa. Su padre, además de eso, le despertó un hondo interés por las leyendas, el folklore y los mitos del mundo celta, lo que le convirtió en un encendido nacionalista irlandés. Toda su literatura está impregnada de ese hondo sentido nacionalista y algunos de los principales personajes que aparecen en este libro de relatos son luchadores del IRA contra la ocupación británica.

El norte de Kerry es un lugar singular dentro de Irlanda. La afición a las carreras de caballos y las apuestas llega a cada pequeño pueblo y hay decenas de hipódromos en el condado. Pero hay otra característica singular de la región: su pasión por pelear. Dicen que, hasta hace pocos años, era habitual en Kerry y Tipperary que, al distinguir una pelea callejera entre dos personas, incluso los trenes se detuvieran y los pasajeros comenzaran a cruzar apuestas sobre el resultado del combate.

"En ese ambiente de peleas, nacionalismo a flor de piel, tradiciones arraigadas, amistades masculinas, literatura y no poca cerveza, se fue curtiendo el joven Walsh"

No obstante, en Kerry no es sólo tradicional el boxeo, sino que desde hace más de dos siglos y hasta que fueron prohibidas tras la independencia (1922), se celebraban peleas masivas entre familias y clanes, con la intervención de cientos de personas en las batallas. Estos combates surgían de pronto en por cualquier motivo en cualquier lugar y circunstancia: en el curso de un entierro, o en el mercado, o en una feria de ganado, o en una carrera de caballos. Y los contendientes empleaban bastones, palos, piedras y cuanto encontraban a mano. El resultado era docenas de muertos y cientos de heridos. Las autoridades inglesas hacían la vista gorda ante estos sangrientos combates, en la creencia de que servían como válvulas de escape para un sociedad potencialmente revolucionaria como era la irlandesa.

La más famosa de estas contiendas tuvo lugar en junio de 1834, cuando las facciones de los Cooleens, Mulvihills y Lawlors se enfrentaron al término de la tradicional fiesta de juegos y carreras de Ballyeigh, en la frontera de los condados de Kerry y Tipperary. Mil doscientos Cooleens cruzaron el rio Cash para enfrentarse a unos dos mil Mulvihills y Lawlors. Las peleas con garrotes y piedras produjeron al menos veinte muertos, aunque se piensa que el número final de víctimas mortales fue mucho más elevado, a causa de los numerosos heridos que perecieron en los días siguientes. No hubo investigación policial ni persona alguna fue detenida. Y en los años posteriores continuaron las luchas, hasta que en 1856 el festival de Balleygh tuvo que ser suspendido y trasladadas sus celebraciones a la localidad de Listowel, al este del condado. Una placa en Balleyigh recuerda todavía aquella famosa Faction Fight de 1834.

En ese ambiente de peleas, nacionalismo a flor de piel, tradiciones arraigadas, amistades masculinas, literatura y no poca cerveza, se fue curtiendo el joven Walsh. Y ese es el espíritu que rezuman sus libros y que transpiran estos relatos agrupados alrededor de El hombre tranquilo. Y ese es también el ambiente que plasmó el americano-irlandés John Ford —era hijo de irlandeses—, lírica y dramáticamente, en la película del mismo nombre, uno de los más hermosos filmes de la historia del cine. Ford, que se sentía tan americano como irlandés, viajaba a menudo a Galway en sus vacaciones y era un acérrimo partidario el IRA.

Aunque la  historia de Walsh transcurre en Kerry, John Ford la situó en un lugar ideal: La  isla de Inisfree. El lugar no existe como tal, sino que es una creación del poeta y premio Nobel William B. Yeats, que situó su poema «The island of Inisfree» en un islote deshabitado del lago Gill, en el condado de Sligo, conocido por el nombre del Isla del Gato. El poema de Yeats hace del lugar un símbolo lleno de bucolismo del alma irlandesa y de la juventud perdida. Y algo así es lo que Ford pretendía encarnar en su película: el lirismo de Irlanda y el viento de la juventud.

Me levantaré y partiré hacia Inisfree
y allí alzaré una cabaña hecha de arcilla y zarzas:
tendré nueve surcos de judías y una colmena de miel;
viviré en soledad con el rumor de las abejas…».

Después de comprar a Walsh, en 1936 y por 10 dólares, una opción para el rodaje del film, John Ford llegó a un segundo acuerdo con el escritor unos años después, entregándole por la compra de los derechos de la obra para llevarla al cine 2.500 dólares. El contrato final se cerró en 1951 y Walsh percibió otros 3.750 dólares.

"Por supuesto que los beneficios de la película fueron enormes: millones de dólares"

La película se estrenó en Dublín en mayo de 1952 y en Estados Unidos en agosto. Y pronto se convirtió en un éxito de taquilla. El film recibió siete nominaciones para los Oscars, logrando dos de ellos, el del mejor director y el de la mejor fotografía en color.

Por supuesto que los beneficios de la película fueron enormes: millones de dólares. Y como es natural, Maurice Walsh, que había recibido en total algo más de 6.000 dólares por los derechos de la obra, siguió pleiteando hasta su muerte por lograr más dinero y quejándose de que su historia había sido alterada en su esencia por el guionista, ni más ni menos que el gran Frank S. Nugent. Sus descendientes continuaron con el pleito, sin éxito ninguno por ahora.

El lector español, si ha visto también el filme, podrá decidir si prefiere como personaje al Sean Thorton (John Wayne) de John Ford, o al Paddy Bawn Enright de Maurice Walsh. Por su parte, el prologuista del libro se queda sin dudarlo con Maureen O’Hara, la Mary Kate Danagher de Ford.

 

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Autor: Maurice Walsh. Título: El hombre tranquilo. Editorial: Reino de Cordelia. Venta: Todostuslibros

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