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El poeta traidor

El poeta traidor

La vida no es más que una colección de días entre lo anodino y lo penoso, apenas punteada por algún que otro momento, más bien efímero, digno de recuerdo. Avanzar en la senda de la decadencia física y mental. Enfermar. Morir. La vida no es nada; en breve no quedará de nosotros más que el recuerdo. Y poco después, ni eso; pronto olvidarás, pronto serás olvidado, avisaba Marco Aurelio. Pero la vida lo es todo; una, solo una, nos ha sido dada, con fecha de caducidad más bien pronta, y sobre nuestros hombros recae la inmensa responsabilidad de darle contenido y, sobre todo, sentido. La vida no es nada; en breve no seremos más que polvo y, en cuestión de unos miles de años, dicen los científicos, habrá desaparecido todo rastro de vida sobre la faz del planeta. Pero la vida lo es todo; no habrá segunda oportunidad para ser feliz, para hacer el bien, para hacer lo que tengamos que hacer. No hay para una persona coherente otra posibilidad que la ciclotimia, siendo nuestra existencia una combinación, agitada pero no revuelta, de todo y de nada.

"Ha sido Pessoa el literato que mejor ha entendido —que mejor ha expresado, al menos— la desgarradora dualidad de nuestras existencias"

Son, paradójicamente, los suicidas quienes mejor han entendido esa esencial dualidad de la vida. Ya avisaba Schopenhauer de que el suicida no es un espíritu pusilánime, sino más bien al contrario: alguien que esperaba, que ansiaba, que exigía tanto de la vida que el desengaño resultaba inevitable. El suicida amaba la vida, pero la vida, esta insufrible vida humana, lo defraudó; abandona por pura decepción, no por falta de fuerzas o ánimo. La solución parece fácil: no hacerse ilusiones; y en torno a tan básica premisa estructuraron los antiguos estoicos una filosofía. El estoicismo es un sí a la vida, pero un sí atenuado, manteniendo a raya nuestras esperanzas, nuestros impulsos, nuestros anhelos. ¿Pero cómo vivir y adormecer nuestras ansias de vivir? El literato estoico por naturaleza, Fernando Pessoa, encontró su método: el vino. El vino como refugio frente a la vida, como símbolo de la retirada ante esas emociones, como el amor, que nos brindan tanta ilusión como aturdimiento y dolor.

Buena es la vida, pero mejor es el vino.
Bueno es el amor, pero es mejor el reposo.

Ha sido Pessoa el literato que mejor ha entendido —que mejor ha expresado, al menos— la desgarradora dualidad de nuestras existencias. El último verso que escribió recapitula toda una filosofía, enarbola una actitud ante la vida y compendia la condición humana:

Dame más vino, porque la vida es nada.

"Se mantuvo siempre alejado de turbaciones, apoyándose en el vino como infalible narcótico"

Fechado once días antes de su muerte, probablemente fue escrito en una taberna del barrio de la Baixa; tal vez en la barra, pues gustaba de escribir de pie. Pessoa no fue uno de esos intelectuales hipócritas que hacen de su vida la perfecta traición a sus ideales. Se mantuvo siempre alejado de turbaciones, apoyándose en el vino como infalible narcótico. De entre las muy escasas fotografías que de él se hicieron, una lo muestra, figura enjuta y quijotesca, plantado en la barra; una mano, noble, en el bolsillo y la otra, ávida, empinando la copa. De fondo, una hilera tentadora de botellas. Se mantuvo alejado de la turbación del amor: mantuvo la distancia con su enamorada, Ophelia Queiroz, hasta el punto de que en la cafetería que frecuentaban, la Martinho da Arcada, se sentaban en mesas vecinas pero separadas y se trataban de usted. También renegó de la zozobra del viajero: tras sus años de juventud en Sudáfrica, apenas abandonó Lisboa —«la idea de viajar me provoca náuseas»—. Pessoa se aplicó el cuento estoico: un contable sin excesivas ínfulas y un literato sin desmedida ambición:

Si después de morir queréis escribir mi biografía
no hay nada más sencillo.
Tiene sólo dos fechas: la de mi nacimiento y la de mi muerte.
Entre una y otra todos los días son míos.

"¿Pero puede una criatura humana dejar de aguardar lo inesperado? ¿Puede dejar de aguardar, en suma?"

Hemos dicho que Pessoa no traicionó su credo estoico: ¿pero puede una criatura humana dejar de aguardar lo inesperado? ¿Puede dejar de aguardar, en suma? «I know not what tomorrow will bring», «no sé qué traerá el mañana», fue la última frase que Pessoa dejó escrita; en inglés, el idioma de su juventud en Sudáfrica, antes de asentarse para siempre en la ciudad de bella decadencia, de dulce melancolía. La escribió en una suerte de tarjeta estando ya ingresado en el hospital San Luis de los Franceses de la ciudad que lo había visto nacer y, sobre todo, deambular. Nada había de depararle el futuro: murió al día siguiente, con el hígado arrasado por el alcohol.

Esa frase postrera —así, en inglés— luce grabada en mármol en el hospital. Esa frase indica que incluso el más cerril de los estoicos se permite un desliz en su desaliento y se sorprende dando cobijo a la esperanza. Pessoa, menudo traidor.

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1 año hace

Quizas Pessoa sí era consciente de que iba a morir ya. Así la frase que escribió en inglés, no sería sobre su esperanza de vivir siquiera otro día, sino algo más trascendental. El futuro de un mundo cada vez más polarizado en desigualdades, bajo la dominante influencia política, económica y cultural de países como EEUU.