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‘El problema de los tres cuerpos’: Si uno sobrevive…

‘El problema de los tres cuerpos’: Si uno sobrevive…

El problema de los tres cuerpos es el primero de los tres libros que conforman la saga de ciencia ficción El recuerdo del pasado de la Tierra, obra del escritor chino Liu Cixin, que empezó a publicarla por entregas en 2006. Ganadora del premio Hugo, es una historia con alienígenas amenazantes, sí, pero también llena de alegorías éticas y políticas. En 2023 fue adaptada a serie de televisión en China, pero la versión más conocida internacionalmente seguramente será la recién estrenada por Netflix, ocho episodios creados por David Benioff, D. B. Weiss (los responsables de la serie Juego de tronos) y Alexander Woo. Gente como George R. R. Martin, Barack Obama y Mark Zuckerberg ya eran fans de la saga antes de la serie, y ha sido comparada con las mejores obras de Arthur C. Clarke.

[Aviso de destripes con choques planetarios en todo el texto]

En su nivel más básico, la premisa «ciencio-ficticia» de la trama es: se descubre que hay una raza alienígena que se dirige hacia la Tierra, huyendo de su apocalíptico mundo originario, pero no con intenciones amistosas, sino de someter nuestro planeta a su antojo. Sin embargo, por cuestiones tecnológicas, sus naves tardarán todavía 400 años en presentarse físicamente en nuestros cielos. ¿Cómo reaccionaría la población humana ante esta situación? ¿Unida ante el desafío común, o disgregada en un sálvese quien pueda? Pues para saberlo hay que esperar, de hecho, al segundo libro, porque el primero trata principalmente sobre cómo se descubre todo esto y cómo va saliendo a la luz poco a poco. Y es que aparte de ciencia ficción, esta historia tiene un componente de intriga bastante grande, porque cada nuevo detalle revelado amplía y complica el universo creado de una manera muy efectiva. Pero nada más plantear la premisa puede surgir ya la primera lectura metafórica: ¿la llegada de los alienígenas es… una analogía sobre la inmigración? ¿Sabemos de verdad que vienen a conquistarnos y dominarnos? ¿Son un bloque único que piensa igual? ¿No hay posibilidad de colaboración? Y, más relevante hoy en día (y cada vez más): teniendo en cuanta que huyen de desastres naturales de nivel cósmico, ¿no tenemos el deber de ayudar a quien escapa de una amenaza de extinción?

La historia comienza durante la Revolución Cultural china en los años 60. Ye Wenjie es una joven cuyo padre muere en público durante una sesión de acusaciones a presuntos traidores (por cosas como defender la teoría del Big Bang) y es enviada a un lugar remoto a trabajar en el Proyecto Costa Roja, un radiotelescopio de esos que emiten señales al espacio por si alguien las oye. Esta parte de la trama irá avanzando poco a poco, simultaneada con lo que está ocurriendo en nuestros días, seis décadas más tarde, principalmente en Oxford y Londres: la hija de Wenjie, Vera, experta en física, se suicida después de que un experimento vaya mal, cosa que por lo que parece ha empezado a ocurrir con creciente frecuencia (tanto los experimentos fallidos como las muertes de científicos), y empezamos a seguir a un grupo de compañeros suyos y a un investigador más o menos policial para desenredar lo que está pasando. También empieza a haber fenómenos de percepción un tanto extraños, como ser ver un reloj digital con cuenta atrás delante de tus ojos, o un notable parpadeo de las estrellas en todo el cielo que va contra todas las leyes físicas. Más adelante sabremos que son los alienígenas los que están causando todo esto, precisamente para confundir a los científicos y hacerles perder credibilidad. Los alienígenas, que han conseguido crear una manera de ver y oír todo lo que hacemos y decimos en tiempo real (¡Alexa, alerta de metáfora!), han identificado a nuestros científicos como la única manera de que los humanos logren en los próximos cuatro siglos un nivel de avance tecnológico que nos permita enfrentarnos a lo que se avecina, y por eso están provocando estos fenómenos extraños.

Pero mientras, una de las primeras revelaciones es la existencia de un casco de realidad virtual extremadamente avanzado y no disponible para el público, que contiene un juego consistente en aprender rápidamente las reglas del ambiente en el que te halles (la Inglaterra del siglo XVI, por ejemplo) y evitar que se destruya. Es aquí donde se va aclarando lo de los tres cuerpos del título. No se refiere a cuerpos humanos, sino a cuerpos celestes, y es un problema científico clásico de esos sin solución… hasta que algún prodigio la encuentre. La vida existe en nuestro planeta porque es muy estable: gira alrededor de una estrella de tamaño adecuado, ni muy lejos ni muy cerca de ella, tiene un solo satélite y está, en términos galácticos, en una cómoda madurez que durará millones de años todavía. Sin embargo, el mundo de los alienígenas parece estar situado entre tres estrellas, con lo cual las condiciones de ese planeta pueden cambiar de manera extrema. En la Tierra ha habido extinciones a nivel planetario antes (y puede que estemos causando la siguiente nosotros mismos), pero en ese mundo esto ocurre con mucha más frecuencia, ya que es imposible poder predecir con confianza cuál será el futuro más o menos cercano: cada estrella se mueve, el planeta también se mueve, y el flujo de gravedades hace que su órbita se altere a menudo, pasando a girar en torno a una estrella u otra, o a veces más de una a la vez, causando graves alteraciones, la más frecuente de las cuales es un calor de miles de grados o un frío sideral, que arrasan casi toda la vida, y a empezar casi de cero. Y en una de estas, alguna de las estrellas acabará absorbiendo al planeta, atrayéndolo sin remedio, y lo destruirá por completo. Normal que quieras irte de un sitio así.

Ah, bueno, ya lo pillo. O sea, que ese casco, que viene con tu nombre exclusivamente escrito y todo, es un invento alienígena oculto para ver si algún cerebrito humano da con la solución al problema, sin saber siquiera que ese problema, teórico y de gimnasia mental, es de hecho real en una galaxia muy lejana. Pues sí y no. Es un objeto para recoger datos, sí, e incluso reclutar gente, también, pero no ha sido construido por alienígenas, sino por humanos. En concreto por uno de los primeros que supieron que ET anda buscando casa. De vuelta a China, ya en los 70 Wenjie encontró una manera de amplificar la señal humana usando los rayos del sol (detalles, etc, en la serie y el libro) y con la ayuda de un «medioambientista» radical (y occidental), Mike Evans, se acaba recibiendo una respuesta en el telescopio chino años después. El mensaje viene a decir: «somos alienígenas, estamos buscando planeta, pero yo soy de una minoría pacifista entre nosotros, y no respondas a esto o quien manda aquí irá a por vosotros a invadiros». Wenjie, tras el trauma de la muerte de su padre, la incompresión de sus burocráticos mandos y la aburrida miseria de su vida, se ha hecho una imagen nihilista de la existencia con la conclusión que la humanidad necesita ser salvada, o cambiada, o algo, y decide, unilateralmente y sin consultar con nadie, responder. E incluso ofrecer ayuda a los invasores. También ha estado leyendo un libro que le dio Evans, Silent Spring (Primavera silenciosa), publicado en 1962, en el que se documenta el uso de pesticidas nocivos durante la Segunda Guerra Mundial, y que es uno de los textos más importantes entre los primeros que describían el extenso daño que el ser humano puede hacer a su planeta. Así pues, una sola persona, con unas circunstancias concretas que la llevan a ver el mundo como lo ve, es quien causa todo lo siguiente. Y resulta entonces que el casco es invento… de Evans, que en los años siguientes no solo pasará de ecologista a billonario del petróleo, sino que se convertirá en líder de una secta secreta que vive a bordo de un barco en aguas internacionales, con línea directa (sonido solo) con los alienígenas, que físicamente tardarán 400 años en llegar, pero que pueden comunicarse con él en tiempo real.

Las implicaciones éticas e incluso religiosas de todo esto son claras. Evans se ha convertido en una especie de profeta con acceso exclusivo a una entidad superpoderosa, y se va preparando para ser él quien tome decisiones futuras en nombre de unos y otros, usando tanto su poderío económico y de recursos como la información directa que tiene. El problema es que esa entidad con la que él habla no es la deidad que nos creó, y que por lo tanto ya sabe todo sobre nosotros, sino que al tiempo que permite dejarse ser adorada por este «representante», también lo está utilizando para aprender de nosotros por conversación directa. Algo en lo que parecen muy interesados, por alguna razón, es en los cuentos de ficción, del tipo de Caperucita Roja, por ejemplo. Por lo que parece, no acaban de pillar el concepto de ficción, de imaginación, de pacto entre el contador y el oyente, por el cual se disfruta de una historia sin que tenga que ser verdad (animales hablando, reacciones poco lógicas, etc), pero del cual se puedan extrapolar lecciones morales o cotidianas (ten cuidado con los extraños, no confíes en otros a lo loco). Los alienígenas (ya llamados Trisolares, o San-Ti) parecen equiparar todo eso a mentiras, y parecen llegar a la conclusión de que quien te cuenta cuentos te cuenta mentiras, y por lo tanto no te puedes fiar de él. Y cortan la comunicación bruscamente. ¿La reacción de Evans? Si esto ha ocurrido es porque Ellos lo quieren así. Y así en verdad os digo que todo lo que suceda va a ser interpretado de la misma forma: es la voluntad del ente superior, y ninguna conclusión será cambiada de resultas de nueva información.

Lo malo es que, hasta cierto punto, esto es verdad que es así. Cuando por fin los investigadores de Oxford y los agentes para los que colaboran (entre ellos el mismísimo Caballero de la Cebolla, Liam Cunningham) encuentran su hilo de la trama con el de Evans y su secta, con consecuencias visualmente devastadoras e impactantes, los Trisolares parecen permitir que un aparato con las grabaciones de Evans (muerto en la confrontación) sea desencriptado, como diciendo: «Bienvenidos al nivel siguiente, en el que todos ya sabéis que venimos». Y no solo eso, sino que a nivel mundial publican en todas las pantallas del mundo el mensaje «SOIS INSECTOS», para dejarlo claro. Llega entonces el momento de la respuesta humana: se forma un Consejo Planetario de Defensa entre todas las naciones humanas, pero dado que los Trisolares tienen acceso a todo nuestro audio y vídeo, el único lugar seguro es la mente humana. Así que tres personas concretas, uno de los cuales es uno de los científicos de Oxford, serán los encargados de tomar las decisiones definitivas sobre nuestras próximas actuaciones, sin contestación de los demás seres humanos. Su nombre será Los Que Miran a la Pared, reflejando cómo de secretos deben mantener sus pensamientos, planes y deducciones. El libro y la serie terminan aquí, con un mensaje de esperanza y resiliencia en forma de cigarras, insectos que, a pesar de que la humanidad ha intentado controlar o erradicar, ahí siguen. La primera frase de la serie, gritada por la muchedumbre china, libro rojo en mano, durante la humillación pública de sus científicos, había sido precisamente «¡eliminad a los insectos»! Y en que, como dice Mark Knopfler en la canción «The Bug», sometimes you are the windshield, sometimes you are the bug (a veces eres el parabrisas y a veces eres el bicho). A veces el cazador y a veces el cazado. Y cuando se quiere desdeñar a alguien, se tiene a degradarlo a la categoría de bicho infecto. ¿Que nos llaman insectos? Pues os vais a enterar. Uno de los mantras repetidos en la serie es «si uno de nosotros sobrevive, todos sobrevivimos». Los Trisolares llevan haciéndolo toda su vida, y quizá pronto nos tocará a nosotros.

Todo esto en cuanto toca a la trama, principalmente. En lo visual, es Netflix y hay dinero para lo que haga falta. Los efectos se dejan para cuando se necesitan, no se salen de madre y son muy efectivos. También hay los necesarios elementos de ciencia ficción que te hacen decir «pero qué pasada, ¿de verdad esto algún día será posible?», como los hilos de nanofibras casi invisibles capaces de atravesar cualquier cosa, lo de deshidratar cuerpos humanos y volverlos a reanimar simplemente sumergiéndolos en agua, o lo de enviar un cerebro humano hacia los Trisolares (porque un humano entero no cabe, ya lo reconstruís vosotros) usando una cápsula acelerada por trescientas bombas atómicas que explotan una tras otra a intervalos calculados. Entre toda la tensión también hay tiempo para desarrollar alguno de los personajes, como Will, el científico que, con cáncer terminal, dona su cerebro para la nave sin llegar a confesar a su compañera Jin que está enamorado de ella, o Jack, que dejó la ciencia seria y se ha hecho millonario vendiendo nuevos sabores de patatas fritas y refrescos. Con respecto al libro, donde todos los personajes son chinos excepto Evans, casi todos los científicos son occidentales o asimilados (incluyendo negros, indios británicos y latinos) y residentes en Inglaterra, y varios de ellos resumen en uno diversos personajes originales o incluso han sido cambiados de sexo. Auggie Salazar, por ejemplo, la principal inventora de las nanofibras, es una mezcla de dos personajes, y Jin es un compuesto de hasta tres. Liu, el autor de los libros, estuvo de acuerdo en permitir estas libertades. De los contactos en Juego de tronos provienen Cunningham como Thomas Wade, John Bradley (Sam) como Jack y Jonathan Price (el Gorrión Supremo) como Evans. Pero quizá el mejor es el agente Clarence Shi (Benedict Wong), que aporta un poco de cinismo y humor negro en medio de una historia que nunca se hace insoportablemente seria, pero que sí que corre el riesgo de dejarse llevar hacia la contemplación sesuda y circunspecta de la Importancia de Todo Esto.

Lo mejor es que la serie en general está muy bien contada, no se pierde excesivamente por los meandros más especializados de la ciencia ficción y cuando lo hace, rápidamente deja claro por qué es importante introducir «sofones» o aceleradores de partículas si es necesario. No intenta explicarte cómo funciona el motor, sino que te enseña a conducir, que es a lo que has venido.

(La lista de todas las reseñas de este blog, por orden cronológico, puede encontrarse aquí)

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