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El Quijote de Muñoz Molina

El Quijote de Muñoz Molina

Muñoz Molina, desde su otoño dorado, nos regala un verano con Cervantes, que es un placer para los lectores entregados a la verdadera literatura, la que nace y crece en la trastienda del tiempo, la que enamora y mata, la que se desenvuelve entre gozos y sombras, allí donde las palabras son milagros que desafían a la realidad y a su vez ayudan a limpiar de quimeras lo real, lo que duele y asombra. Hubo un ayer tan remoto, tan a la vuelta de la esquina de los días, en que el autor de El invierno en Lisboa era un niño mulero, un aceitunero de Jaén, un chaval, como tantos, como yo mismo, del hondo sur, a caballo entre una España antigua, anclada en usos casi medievales y otra en la que estudiábamos el bachillerato con la mirada puesta en un venidero día de mañana. Por aquel entonces, lejanos sesenta, Antonio Muñoz Molina jugaba a las palabras y buscaba otros mundos entre la luna de Verne y el Quijote del abuelo, ejemplar de la editorial Calleja impreso en 1881, “con su papel amarillento, que tenía un tacto y un olor de polvo de trigo, con sus tapas rústicas gastadas en los bordes, ligeramente chamuscados”. Un tesoro insólito encontrado en un baúl sin llave.

No hay libro tan desmesurado e inconmensurable como el Quijote, la historia de un ingenioso hidalgo armado caballero en las ventiscas de la imaginación, loco en sus corduras y cuerdo en sus locuras, andante y trotante por trochas y caminos de la España mágica, en contienda con molinos de viento y ejércitos imaginarios. Recuerda Muñoz Molina en su libro El verano de Cervantes que el Quijote transcurre todo en el estío, una estación que en la llanura manchega fácilmente puede alumbrar espejismos en aquel paisaje sin vegetación regado por un sol inclemente. El libro de Antonio es en sí mismo un regalo que uno lee y lee, ansioso, bulímico y deseoso de que no se acabe. Es la lectura que el escritor ha hecho después de haber leído tantas veces el original de Cervantes, y haberse interesado por las vidas del escritor. Si a la altura de 1605, cuando se publicó la primera parte del ingenioso hidalgo, o incluso en 1615, con motivo de la segunda, o un año después coincidiendo con la muerte de don Miguel, alguien hubiera aventurado que el gran escritor que traspasaría siglos e idiomas para convertirse en universal iba a ser Cervantes se hubieran reído con ganas Quevedo y Lope y al propio Cervantes le hubiera dado una risa triste, pero así de sorprendente y maravillosa es la vida y la literatura misma. Cervantes aspiró a entrar en el Parnaso, pero él mismo reconocía que la del verso no era gracia de la que le hubiera dotado el cielo, y aunque buscó fortuna en el teatro, y logró estrenar una decena de comedias, no llegó ni de lejos al éxito de Lope de Vega, que era el gran triunfador de la escena. El propio Lope, con la mala baba que se gastaban los literatos españoles de la época escribió: “No hay poeta tan malo como Cervantes ni tan necio que alabe a don Quijote”.

"Salta a la vista que don Quijote y Cervantes son uno y lo mismo, fruto de una vida menesterosa y aventurera y de un talento literario abrumador"

Pareciera que con la criba del tiempo Cervantes habitaría ya siempre en su bien merecida gloria, pero está visto que ni siquiera después de muerto faltan quienes arremeten contra el genio de Alcalá de Henares. Un profesor emérito de la UNED, Francisco Calero, lleva años en batalla con sus molinos de viento académicos, empeñado en demostrar que Cervantes no es el verdadero autor del Quijote. En la opinión, fundamentada a través de seiscientas páginas, el profesor Calero mantiene la tesis de que la primera y la segunda parte del Quijote, así como El Quijote de Avellaneda son obra del erudito Juan Luis Vives. Sostiene Calero que un libro con la profundidad y la excelencia del Quijote es impensable que haya salido del ingenio lego de Cervantes, que tuvo una vida errante, sin tiempo para el estudio, sin nivel intelectual que haga creíble que pudo escribir páginas tan excelsas. Cree Calero que Vives, que tiene una portentosa obra ensayística, toda en latín, y que solo vivió 47 años, es autor, además de los tres quijotes, de El Lazarillo de Tormes. Talento, pues, sobrehumano el del sabio renacentista que, por cierto, murió diez años antes de nacer don Miguel, por lo cual su obra habría dormido casi un siglo en tierra de nadie hasta que no se sabe de qué manera llegó al avispado Cervantes.

Con el respeto a la erudición, y sin otras prendas que las de un cierto sentido común, me permito poner en cuestión la teoría del profesor Calero y digo que si alguien alberga alguna duda sobre la autoría del libro debe leer el ensayo de Antonio Muñoz Molina, en el que salta a la vista que don Quijote y Cervantes son uno y lo mismo, fruto de una vida menesterosa y aventurera y de un talento literario abrumador. El verano es buena época para meterse en honduras con don Quijote, Sancho, Dulcinea, el barbero, el cura o Sansón Carrasco, pero no hay estación que no sea propicia para aventurarse por los caminos polvorientos de la imaginación y las vidas vividas siempre al borde del abismo. El propio Muñoz Molina nos ha entregado un delicioso Quijote, delicada obra en el otoño de una vida literariamente admirable.

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Autor: Antonio Muñoz Molina. Título: El verano de Cervantes. Editorial: Seix Barral. Venta: Todos tus libros.

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José Antonio Hernández de la Moya
José Antonio Hernández de la Moya
4 meses hace

Buenas tardes, Juan Antonio.

Vaya por delante mi reconocimiento por tu interesante artículo EL QUIJOTE DE MUÑOZ MOLINA. También mi agradecimiento en nombre del profesor Calero de tu referencia en este artículo a su tesis sobre la autoría del Quijote por parte de Vives y no de Cervantes.

Sin ánimo de entrar en singular batalla dialéctica-epistolar contigo, que bien sabes que te aprecio, valoro y te estoy eternamente agradecido por haberme proporcionado las pistas para “hallar la verdad”, me veo en la obligación de hacerte algunas consideraciones sobre la reseña que haces en tu artículo para la revista literaria ZENDA sobre el profesor Calero.

1º.-El profesor Calero en ningún momento se ha propuesto arremeter contra el “genio cervantino”. Sencillamente, tras muchos años de investigación filológica ha dictaminado que Cervantes no escribió El Quijote, sino Juan Luis Vives. Que a Vives hay que darle el mérito de escribir esta obra y a Cervantes el de su publicación. Y esto lo viene haciendo, no desde la mera especulación, sino desde un trabajo riguroso de investigación que ha plasmado en su magistral obra, EL VERDADERO AUTOR DE “LOS QUIJOTES” DE CERVANTES Y AVELLANEDA, del año 2015.

2º.-El profesor Calero, además de profesor emérito de la UNED, es el mayor conocedor en el mundo de la obra y vida de Juan Luis Vives, considerado el más importante pensador español a partir de la Edad Moderna y, de acuerdo con importes críticos literarios alemanes, el padre de la psicología moderna. Es decir, el profesor Calero no es “un profesor emérito” sino una autoridad mundial sobre la obra y vida de Juan Luis Vives.

3º.-Todas las referencias al Quijote y Cervantes, como EL QUIJOTE DE MUÑOZ MOLINA, sobre el que tú has reflexionado en tu artículo, parte del mismo error: Dar por sentado que Cervantes escribió El Quijote. Esto, como he escrito en mi artículo “EL PARADIGMA DE LA AUTORÍA DEL QUIJOTE” es, sencillamente, un paradigma, es decir una creencia individual o colectiva que no cuestionamos. Un paradigma que tiene la misma naturaleza mental que aquella que defendió durante muchos siglos que el Sol era el astro que daba vueltas alrededor de la Tierra y no al revés.

4º.-Afirmas, a mi juicio erróneamente, que don Quijote y Cervantes son uno y lo mismo, fruto de una vida menesterosa y aventurera y de un talento literario abrumador. No, mi querido amigo. Don Quijote es un arquetipo espiritual, un sabio y erudito, un hombre virtuoso, el “alter ego” de Vives, que tuvo una vida modélica dedicada al estudio y la escritura. Cervantes fue un andariego, que anduvo metido en esto y aquello, dedicado a la milicia sobre todo y sin tiempo para la lectura, la reflexión y el pensamiento. Nadie ha afirmado nunca que Cervantes tuviera un bagaje cultural y una memoria prodigiosa. De Vives existen muchas referencias.

Como bien sabes, comparto con absoluto convencimiento la tesis del profesor Calero, y no porque me considere un “rebelde porque el mundo me ha hecho así” sino porque, como le dijo El Principito a la rosa, “se ama lo que se conoce”. Yo, como también bien sabes, he llegado al mismo convencimiento del profesor Calero porque he analizado en profundidad la temática de la autoría. Un cuestionamiento que no parte, por cierto, de una alocada tesis de un “profesor emérito de la UNED”, sino del considerado cervantista por excelencia: Américo Castro. Lo que ha conseguido el profesor Calero con sus sesudos trabajos es aportar toda la información necesaria para demostrar que Américo Castro estaba en lo cierto cuando dictaminó que El Quijote era una obra erasmista, humanista, renacentista, sensibilizada con la cuestión de los judíos y con una evidente presencia del pensamiento de Vives. También para dar respuesta a la afirmación de Castro de, «Mucho más nos habría valido que, como en el caso de Shakespeare, se discutiera si él fue realmente el autor de estas obras admirables».

En estos momentos, el profesor Calero ha publicado en la revista cervantina “GALATEA” seis artículos aportando documentación relacionada con esta presencia incuestionable de Vives en El Quijote. ¿Leyó, entonces, Cervantes, a Vives? ¡De toda imposibilidad, imposible!. ¿Leyó la Biblia? ¿Tenía Cervantes los conocimientos cabalísticos y hermetistas inmersos en el Quijote? ¿Dónde y cuándo los obtuvo? ¿Leyó los grandes clásicos griegos y romanos? ¿Dónde y cuándo adquirió todas las innumerables referencias a estos autores que aparecen en la obra? ¿Cuándo estudió derecho? ¿Cuándo estudió astronomía?, etc. En definitiva, ¿Dónde y cuándo adquirió Cervantes toda la sabiduría y erudición que contiene El Quijote?

Estas cuestiones, mi querido amigo Juan Antonio, deben ser respondidas algún día por aquellos entusiastas defensores de la autoría de Cervantes. Yo las vengo planteando frecuentemente en mis artículos sobre El Quijote, y directamente a ciertos cervantistas, pero hasta la fecha no he recibido ninguna contestación

Te adelanto con absoluto convencimiento que la autoría, como ha escrito el profesor Calero en su obra EL VERDADERO AUTOR DE “LOS QUIJOTES” DE CERVANTES Y AVELLANEDA debe ser atribuida a un verdadero conocedor de las lenguas clásicas, dominador del latín, el griego, la literatura hebrea y renacentista. También, con altísimas capacidades literarias; amplios conocimientos de la mitología, la Biblia, el Corán, la Cábala, el hermetismo y la sabiduría; de humanidades relacionadas con la pedagogía, filosofía, teología, derecho y la historia; y de la ciencia física, matemática, astronómica y la medicina.

Mi próximo artículo que se publicará muy pronto sobre El Quijote llevará por título EL ENIGMA DEL MANUSCRITO DEL QUIJOTE. Ya me dirás tu parecer.

Saludos. Fuerte abrazo. Siempre muy agradecido por tu amistad y reseñas. JOSÉ ANTONIO.