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Ella es mi memoria

Ella es mi memoria

Todo viaje nos lleva más allá de cualquier expectativa. Las situaciones encontradas nos superan y muestran más de lo imaginado. Cuando el viaje conduce a un expatriado a su tierra de origen supone, además, un regreso al pasado. Se vuelve a ver todo tal y como era en el momento de la partida. El estado actual del paisaje se presenta como un espejismo que desaparece para mostrar lo que realmente cuenta.

No tengo buena memoria, debo reconocerlo. Retengo lo esencial, pero olvido los detalles con facilidad. Sin embargo, cuando paso por lugares que han sido importantes para mí, ciertos mecanismos se activan y recuerdo todo con sorprendente nitidez. Imágenes que creía olvidadas reaparecen en mi mente. Una vez de vuelta a casa, en Francia, las conexiones se atenúan inexorablemente. Pero al pasar por mi humilde biblioteca recupero sensaciones como las despertadas cuando regreso a mi tierra.

"Ella es mi memoria. Deslizo mi mano sobre el lomo de cada libro y puedo recordar cómo llegó hasta mí"

Ella es mi memoria. Deslizo mi mano sobre el lomo de cada libro y puedo recordar cómo llegó hasta mí. Si fue un regalo, pienso en quién me lo ofreció o en el instante en que lo recibí; si fue comprado, veo dónde y cómo, si las hojas muertas del otoño lo cubrieron junto al pretil del Saona o si lo encontré en una estantería de la librería de mi barrio; si fue el resultado de una recomendación, de un encuentro fortuito o de una larga cadena de acontecimientos. Vienen a mi cabeza las circunstancias que acompañaron su lectura y me reencuentro con las inquietudes que definieron una época más o menos larga de mi vida. Todo aflora con naturalidad. La memoria consuela y devuelve una perdida confianza en el presente.

Cuando vuelvo a mi primer hogar, reencuentro esa otra biblioteca que me acompañó en mi infancia. Ella, más aún, es mi memoria. Ahora, además de recuperar recuerdos aletargados, experimento un nuevo placer: poner los libros que leía de niño en manos de mi hijo y releer junto a él esas historias que forjaron mi vida. Entonces las redescubro con otros ojos. Los del niño que asociaba las ilustraciones a las palabras que pronunciaban sus padres, pero también los del adulto que ahora piensa en la conveniencia de cada relato y en su forma de influir en el joven lector.

"Parece que ya nadie va a decirnos que vivimos en un mundo peligroso en donde hay que estar preparado para todo"

Y es que la literatura infantil de hoy ya no es la que era. Nuestro actual mundo, tan políticamente correcto, ha descafeinado hasta lo absurdo cuentos anclados en la memoria colectiva. Ahora el lobo ya no se come a la abuela de Caperucita, sino que se limita a dar vueltas en torno a una mesa persiguiendo en vano a nieta y abuela, hasta que se cansa tanto que decide irse. Cuando el cazador aparece, no hace falta que haga nada para que el lobo salga corriendo. Y es solo un simple, y verídico, ejemplo que podemos encontrar en cualquier librería. Pero si nosotros no hemos madurado mal y recordamos con cariño esas historias tal y como eran, ¿por qué negarlas a nuestros hijos o edulcorarlas innecesariamente? ¿Quién ha decidido lo que está bien y mal, lo que nos ayuda en nuestro crecimiento y lo que no? ¿Acaso los buenos recuerdos ya no cuentan? Parece que ya nadie va a decirnos que vivimos en un mundo peligroso en donde hay que estar preparado para todo.

Aunque la tendencia es global y en Francia sucede más de lo mismo, algunas excepciones confirman la regla. Y con ellas completo la biblioteca de mi hijo. Ella empieza a ser su memoria. Uno de sus libros favoritos es uno de piratas. Pero no son de esos corsarios amables que siempre hacen el bien y tan de moda están, sino de esos que se emborrachan con grog, asaltan barcos inocentes y matan a quien se les pone por delante. El libro narra incluso los detalles de un sangriento abordaje y explica cómo tiraban los cadáveres por la borda para no entorpecer el combate en cubierta. Mi hijo tiene apenas cuatro años y ya sabe que el mundo es un lugar imperfecto, en donde más vale tener una memoria propia que una impuesta.

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