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Eloy Moreno: «La hipoteca une mucho»

Eloy Moreno: «La hipoteca une mucho»

El escritor castellonense Eloy Moreno regresa con Cuando era divertido (Ediciones B), una novela “incómoda” sobre el fin del amor en la que relata cómo las parejas siguen una rutina, casi ya separados pero enlazados por la casa, los hijos o la hipoteca. “La hipoteca une mucho, seguramente dure más que la pareja”, ironiza.

Como explica el autor, al leerla puede que “encuentres a esos fantasmas que siempre han estado a tu lado pero que no has querido ver, pero también es posible que ocurra lo contrario: que salgas de esta historia con la felicidad de quien sabe valorar lo que tiene”.

En una entrevista con EFE a su paso por Zaragoza, el autor, que ya ha vendido 1,2 millones de ejemplares de libros como El regalo, Diferente o Invisible, explica por qué ha decidido escribir esta novela que se aleja de su literatura para todos sus públicos.

—Esta novela comienza con un aviso: Querido lector, querida lectora, la novela que estás a punto de iniciar es una historia incómoda. Una historia que no es adecuada para todas las edades. Ni siquiera para todos los lectores. ¿Cómo decidió cambiar de rumbo con respecto a las anteriores novelas?

—Mis libros anteriores son para todo el mundo, además, Invisible es un libro que está en muchos colegios e institutos. Entonces, tampoco quería que directamente alguien que lo había leído dijera, voy a leer la siguiente de Eloy Moreno, porque no es la temática ni el contenido. Entonces, pusimos ese aviso de las edades. Y también el de los lectores, porque depende de en qué momento te pille de tu vida te puede tocar más o te puede tocar menos. Al final, todos hemos vivido algo parecido.

—¿Qué impresiones está recibiendo?

—De todo, depende del momento de su vida en el que estén. Por ejemplo, me ha contado gente que lleva años de rutina y que dice que es verdad que hay que hacer algo. Hace poco recibí una opinión muy chula de una pareja que hacía un año que no habían hecho el amor y, después de leer el libro los dos, se habían abrazado y, al día siguiente, se habían reencontrado. O una chica adolescente de dieciséis años que me confesó que después de leer el libro había entendido mejor el divorcio de sus padres.

—En la novela haces referencia varias veces al concepto de casa y de hogar, ¿qué son para ti?

—En inglés también hay dos palabras, que son home y house. Casa es el edificio, la estructura, pero eso no significa que tengas un hogar, que es un sitio donde quieres ir y donde estás a gusto. De hecho, conozco mucha gente que prefiere quedarse más tiempo en el trabajo porque no tiene ganas de ir a casa.

—¿Qué es lo que nos lleva a “aguantar por comodidad”?

—Sucede con mucha gente, incluso con algunos que abiertamente se llevan mal. Hablas con ellos y te dicen: Sí, pero ahora separarnos es un trastorno muy grande, tenemos ya los hijos, la casa, la hipoteca… La hipoteca une mucho, de hecho, seguramente dure más que la pareja (ríe). ¡Treinta años! Para dar el paso, muchas veces tiene que venir una tercera persona y entonces te das cuenta y se rompe. Pero, si no, la rutina y la inercia van funcionando. Es como más cómodo: llegar a casa y saber dónde está todo: la familia, la comida, la Nochebuena… Es más fácil que dar el salto.

—Como sucede con una de las parejas que aparecen en su novela, podemos incluso revestir esa comodidad de perfeccionismo.

—Sí, una cosa es de cara a la galería, que muchas veces dices de pronto: ¿Por qué se han separado, si iba todo bien? Y por dentro estaba todo muerto, no había nada. Necesitamos de alguna forma que todos vean que todo está bien y todo va bien, que no pasa nada.

—En su libro, juega con dos personajes, femenino y masculino, pero los dos se llaman Ale. ¿Por qué?

—Sí, no quería que nadie supiera si es chico o chica; son Ale y Ale. Entonces, nunca sabes quién es quién en ningún momento. Está muy bien porque no lo pone, pero dependiendo del momento de tu vida en el que lo leas, hay lectores que han dicho que es ella y otros que han pensado que es él el que se va, cuando no lo pone en ningún sitio; pero tú coges el libro y lo acoplas a tu vida.

—Sus inicios como escritor no fueron fáciles, ¿cómo vio la luz su primera novela, El bolígrafo verde?

—Empecé auto-publicando mi primera novela: imprimí yo los ejemplares y en mi ciudad, Castellón, empecé con las dos o tres librerías que conocía a hacer firmas y vender libros. Yo creía que mi novela podía funcionar y la gente tenía que leerla. Así que luego pasé a Valencia, Alicante, y pueblos de alrededor. Igual estuve casi un año así, haciéndolo yo todo prácticamente. Hasta que llegó una editorial muy grande, compró los derechos y, a partir de allí, fue muy bien y poco a poco. Fueron unos comienzos muy diferentes, pero muy bonitos.

—Y ahora, ¿qué le aporta poder dedicarse a la literatura?

—Poder dedicarte a lo que te gusta, que es una maravilla. Después de escribir el libro me gusta el contacto con la gente. Te cuentan sus experiencias y hay mucha gente para la que el libro ha significado algo importante. Incluso hay personas con tatuajes. Y dices: he podido llegar a las letras y a las vidas de la gente. Y eso es lo que más me gusta de la literatura: he escrito el libro, eso está muy chulo, pero después, es el feedback que tienen ellos.

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