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En mi defensa

La última novela de Ariana Harwicz lanza una pregunta que todos deberíamos hacernos antes de juzgar las acciones de los demás: ¿seríamos nosotros capaces de hacer eso? Con este interrogante en mente, la autora cuenta la historia de un robo, de una apropiación y de un incendio provocado.

En este making of, Ariana Harwicz cuenta el origen de Perder el juicio (Anagrama).

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Desde que tengo memoria me vi atraída por los juicios, mortalmente atraída, moralmente atraída, sangrientamente atraída, quizás porque son una forma de western-thriller en una sala de audiencias. O quizás porque son una forma de reto a duelo sin disparos, en un huis clos, como A puerta cerrada, la obra de Sartre de 1944, que no es un juicio pero podría serlo: el infierno son los otros, pero el verdugo está dentro de uno. Frases que podrían ser parte de los argumentos de un abogado defensor, de un juicio por traición al Honor. Siempre me atrajeron los juicios porque exasperan, exacerban, radicalizan el carácter teatral de todo gesto humano, el teatro de todo sufrimiento. Pienso mucho en el antes y el después de Otto Warmbier, en los juicios de Stalin, donde la locura consistía en no saber qué decir para no ser ejecutado; la verdad, la mentira, qué digo, qué digo.

Siempre me volvieron loca los juicios, los de la Junta, los de Núremberg contado por Annette Wieviorka, pero también el Núremberg privado, el Chernóbil privado. Tyrannie, de Richard Malka, inspiró en gran medida la antesala de este libro. Escribir es siempre estar en el cruce de los que tienen miedo, y los que dan miedo.

"Yo también estuve en el suplicio de las salas de audiencia, en los subsuelos de las catástrofes judiciales, esperando notificaciones, citaciones a tribunales y apelaciones en urgencia"

Mucho, muchísimo antes de escribir una sola palabra de esta novela, viví eso que para mí es fundamental para el armado, la fabricación de las palabras, como arsenal casero, y es el errar, escabullirse en otras vidas. Los procesos de Alexia Daval, una chica que quería a toda costa ser madre y la envenenaron para que no lo fuera, hasta matarla; el final de Delphine Jubillar, que nunca fue encontrada y desapareció con sus perros (ellos sí volvieron). Delphine, que desapareció en medio de una noche fría antes de Navidad, en el campo, dejando a sus dos bebés en la cama, quién sabe si está empalada en una pared de hormigón. Y Sofía T., a quien no puedo nombrar pero que se fugó y está clandestina; es para ella esta novela pero sshhh, silencio, y a decir las mismas cosas de siempre que somos mujeres y es nuestra revancha.

Yo también estuve en el suplicio de las salas de audiencia, en los subsuelos de las catástrofes judiciales, esperando notificaciones, citaciones a tribunales y apelaciones en urgencia. Yo también perseguí a notarios, magistrados, jueces… Yo pasé noches en comisarías y pensé en fugarme. Yo lo dilapidé todo. Nada como un juicio para que tu vida bascule, como una internación en cuidados psiquiátricos. Perder el juicio, texto donde se pierde todo, fue escrita como las obras anteriores, sin método, ni reglas, ni técnicas. Hay que vivir la novela pero, al mismo tiempo, despreciar la realidad. Todo se resume a que escribir es estar en peligro de muerte.

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Autora: Ariana Harwicz. Título: Perder el juicio. Editorial: Anagrama. Venta: Todostuslibros.

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