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Enrique Krauze o el compromiso con la libertad

Enrique Krauze o el compromiso con la libertad

Con Spinoza, claro. ¿De qué otra manera podría comenzar la trayectoria de un intelectual judío y moderno, liberal, como Enrique Krauze? Puestos a elegir, sin embargo, al historiador mexicano, fundador de Letras Libres y amigo de Octavio Paz, le satisfacen mucho más las conclusiones a las que el filósofo —preciso como un microscopio— llegó en su Tractatus que los axiomas, fríos, de la Ethica. La defensa de la libertad y la tolerancia que en pleno siglo XVII Spinoza firma, sin ceder un ápice a la superstición, nos la brinda en tiempos posmodernos Krauze, que siempre ha salido a batallar —sin muchos apoyos— contra la burocracia y contra quienes pretenden redimir a la ciudadanía, con independencia de la voluntad de esta última.

Krauze reafirma el derecho de cada uno a pensar y decir lo que quiera. Da cuenta, en fin, de nuestro derecho a equivocarnos. Que esto es algo que nos pertenece lo dejó sentado ya Stuart Mill, y el liberal no ha de hacer otra cosa que convencer de ello a quien tiene la ventura de escucharlo. Durante gran parte de nuestra historia reciente, declararse liberal ha sido una suerte de perogrullada, pero hoy, con el populismo ladrando a la cara de nuestras democracias, decantarse por la progenie de Mill, Hayek, Popper —o mejor, de esa némesis del nacionalismo más rancio y miope que fue Berlin— requiere arrojo. A Krauze no le faltan arrestos y estos no solo le vienen de la firmeza de sus convicciones, sino, especialmente, gracias al recuerdo de aquellos judíos que se dejaron la vida en los campos grises que erigió la insania.

"Spinoza en el Parque México tiene —y lo digo sin exagerar— un importante valor. Aparece ahí la talla de un intelectual que mira de tú a tú a los grandes pensadores"

A decir verdad, tampoco fue fácil despertar de los sueños mesiánicos, tan arraigados en aquella región grande como un continente que cae por debajo de Estados Unidos, hace años, en la resaca de las revueltas estudiantiles. Pero fue ahí, en el empeño por comprender cómo unos cuantos malgastaban las semillas de su cultura, donde arraigó el compromiso de Krauze. Este se formó bien, ahondó en la historia de las servidumbres y de la libertad, al tiempo que esculpía un liberalismo clásico y ondeaba la bandera de la tolerancia y el sentido común, como si la mejor arma para combatir el despotismo fuera la buena educación.

Spinoza en el Parque México (Tusquets) tiene —y lo digo sin exagerar— un importante valor. Aparece ahí la talla de un intelectual que mira de tú a tú a los grandes pensadores. No es superfluo decirlo porque no quedan muchos ensayistas que piensen o que tenga algo que decir. Y mucho menos, como Krauze, que acierten a pensar y decirlo bien. Vivimos —y no es que uno tienda a ser pesimista— en una ciénaga de influencers y académicos con una cultura paupérrima, lo que quiere decir que sus principios —y su compromiso— también lo son. De ahí que resulte tan revitalizador como un baño de agua fresca acompañar a Krauze por los derroteros de su desarrollo intelectual. Tuvo suerte de hallar maestros; hoy apenas hay discípulos. Sea como fuere, el autor de Redentores lo fue de una larga estirpe de nombres —algunos ya olvidados— que supieron cultivar el espíritu —la libertad, a fin de cuentas— y fecundar grandes sueños para todos.

"¿Acaso no nos enseñó ya la tragedia griega por qué resulta tan peligroso que el hombre se aproxime a esferas más altas, donde habita lo divino?"

Una figura sobresaliente en su formación humana fue Octavio Paz. Este le pasó el testigo y la responsabilidad de levantar la voz en la esfera pública cuando fuera menester. Con todo, estaría equivocado quien pensara que Spinoza en el Parque México, que recoge una extensa conversación entre Krauze y José María Lasalle, constituye un libro de memorias. Tampoco es una síntesis de las contribuciones del fundador de Letras libres al campo de la historia más reciente. Es todo eso y mucho más porque Krauze, mexicano, nos relata, por irónico que pueda parecer, la entraña más preciada de nuestra Europa. A este respecto, es una lástima que este libro-entrevista, con su diagnóstico desapasionado y certero, con el amor que desprende por América y lo europeo, haya pasado sin pena ni gloria por suplementos culturales, que no le han dispensado la atención que merece, lo cual es, de nuevo, un síntoma de que lo que nos pasa, por emplear una expresión orteguiana, es grave. Muy grave.

Ya sabemos que quien no conoce su historia está condenado a repetirla. No es que a Krauze le guste especialmente ejercer de arúspice, pero en sus reflexiones —ponderadas, con esa flema que regala la familiaridad con lo británico— ha sabido identificar algunos flecos que el pasado ha dejado en nuestra contemporaneidad. Como su vocación ha sido la disidencia, tiene obsesión por evadir la corrección política. Así, siendo un hombre ilustrado, progresista, el recuerdo de las persecuciones —no importa cuál sea su índole— le conduce a descreer de los raptos mesiánicos. ¿Acaso no nos enseñó ya la tragedia griega por qué resulta tan peligroso que el hombre se aproxime a esferas más altas, donde habita lo divino?

"Donde el populismo pone posverdad, Krauze reivindica la realidad de los hechos, tozudos y recalcitrantes"

Krauze, además, encarna el México —la América Latina— que podía haber sido. Mejor dicho, que puede ser. Constituye, pues, una esperanza o un ejemplo de que es posible censurar ese tópico injusto —¿hay alguno que no lo sea?— de acuerdo con el cual esa zona del mundo —por su idiosincrasia, por su historia, jalonada de explotaciones, por sus humillaciones, por su temperamento— está condenada a perpetuar su pasado. No es un momento inoportuno para avistar sendas más prometedoras puesto que todavía hay paternalismos enviciando aquella tierra de luz y verdor.

Aunque para la política no hay recetas, en esta entrevista se proponen consejos para capear exitosamente los últimos temporales. Vean cómo andan Colombia, Perú, México. Chile. Por eso, donde el populismo pone posverdad, Krauze reivindica la realidad de los hechos, tozudos y recalcitrantes, pero imponderables, a fin de evitar ofertas suicidas. Donde el radicalismo reivindica pasión o lanza boicots e incendios, el mexicano aconseja echar mano de la prudencia burkeana y, en fin, allí donde el tirano de hoy, atávico y acérrimo, habla de igualitarismo, el director de Letras libres apunta que las soluciones son siempre contingentes, provisionales, y que cualquier desequilibrio puede dar al traste con nuestro precario sistema de libertades.

Dos consideraciones más antes de terminar. La primera: hay una dimensión de Krauze que se debe dar a conocer más. Se trata de su trabajo como empresario y emprendedor cultural. Además de apoyar numerosas iniciativas, ha puesto en marcha muchas, ofreciendo un testimonio inestimable sobre lo que supone —y cuesta— mantenerse independiente. El filo en el que se mueve la prensa y la cultura es muy delgado, tanto que siempre se está a punto de sucumbir a la autocensura o de transformarse en un agente paniaguado del poder. En segundo lugar, aunque la voz que resuena en el libro es, inevitablemente, la de Krauze, hay que destacar el trabajo inquisitivo de Lasalle, que espolea al intelectual mexicano con preguntas tan inabarcables como interesantes, dejándole que se explaye a su antojo. Y eso es de agradecer.

Spinoza en el Parque México es un merecido encomio a un intelectual de raza, de esos que ayudan a entender lo que ocurre y, sobre todo, aventura lo que nos espera tras la puertas que estamos a punto de abrir. ¿Hay que decir algo más para lanzarse a leerlo?

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Autora: Enrique Krauze. Título: Spinoza en el Parque México. Editorial: Tusquets. Venta: Todos tus librosAmazonFnac y Casa del Libro.

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