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Entrevista al crítico musical Simon Reynolds en Clarín

Entrevista al crítico musical Simon Reynolds en Clarín

Simon Reynolds, el crítico musical más famoso de las últimas décadas saca libro, Como un golpe de rayo, en el cual analiza el glam y su legado, desde sus comienzos hasta el presente de estrellas como Lady Gaga y su «híper glam».

 

«Fijado” es el modo en que Simon Reynolds –el crítico de música popular más influyente de las últimas décadas– se siente desde aquel estado de shock en que lo dejó la banda T. Rex, enmarcada en el programa Top of the Pops, allá por 1971, siendo niño todavía. “Comencé mi último libro –en español Como un golpe de rayo. El glam y su legado, de los años 70 al siglo XXI, en Caja Negra– con el recuerdo de ver y oír a Marc Bolan (líder de T. Rex) en un televisor chiquito en blanco y negro cuando tendría 8 años. Ese momento de rapto tan inquietante se me volvió un mito personal. ‘T. Rex en la tele’ es mi versión pop de la escena primaria freudiana…, por eso es difícil decir cuánto hay de real y cuánto se ha distorsionado y embellecido de tanto contarlo. Ya describí esa situación al comienzo de mi primer libro de 1990, Blissed Out, por eso, podría decir que soy alguien fijado en un momento, más que alguien coherente”. Con estas y otras escenas íntimas, respondió al cuestionario por correo enviado por la revista, a falta de su presencia. Se esperaba la visita de Reynolds en la Feria del Libro, donde iba a presentar Como un golpe de rayo, pero el viaje fue cancelado dos veces.

Aquel shock y esta fijación empujaron al crítico, nacido en Londres, a publicar 700 páginas sobre la escena glam angloamericana, la cual contuvo a David Bowie, Marc Bolan, Gary Glitter, Roxy Music, Queen y otros del lado europeo; y del americano, a Alice Cooper, New York Dolls y los Lou Reed e Iggy Pop moldeados por Bowie, todo en el primer lustro de los 70. En su análisis del post-punk publicado hace cuatro años en Buenos Aires como Romper todo y empezar de nuevo–, también exponía sus “encuentros súper intensos”, ya en la adolescencia, con el punk y sus consecuencias como motores del libro: sentirse conmovido por la agresión maníaca de los Sex Pistols, recibir el álbum Metal Box de PIL para la Navidad de 1979 y Remain in Light de Talking Heads, para las de las siguientes. “Pienso que latiendo en el corazón de toda crítica musical siempre hay una respuesta acrítica: esas primeras sensaciones irracionales que tuviste de joven, cuando estabas más inerme para ser shockeado”, tipea para Ñ. “Es desde ese impacto, esa intensidad, que medís lo que te pasa con la música de ahí en más. Después verbalizás, racionalizás y hasta tratás de hacer un sistema de ideas. Hoy pienso que la mayoría de los críticos realmente nunca superan esos encuentros primigenios. Mirá a Greil Marcus: nunca se recuperó del impacto que le produjo Like A Rolling Stone de Bob Dylan. Al final, la tarea del crítico es muy narcisista: crear una historia a partir de esas revelaciones y tratar de inducir a los demás a ver el mundo de ese modo. Tomás lo personal y lo universalizás, convertís experiencias en ‘verdades’”.

–Ahora que la industria musical atraviesa una crisis, tu libro nos retrotrae a esa relación traumática a comienzos de los 70 entre los valores de la contracultura hippie y la voracidad del mercado pop. Mientras algunos disimulaban el modo en que se habían aprovechado del showbiz del rock (The Eagles, la escena folk de LA), el glam demostraba que la única forma de ser auténtico ahí adentro era pronunciando su “teatralidad” (justamente mientras el hippismo se convertía en obra teatral con Hair).

–El glam rock de Bowie y Bolan fue irónicamente la forma más honesta e inteligente de atravesar esa grieta entre los 60 y los ‘70. Fue el siguiente capítulo dialéctico. Luego sería revertido por el punk y su movida hacia el realismo callejero, el antiescapismo y la condena de la fantasía, y más aún, con la honestidad puritana y la seriedad moral de la izquierda post-punk. Y enseguida sobrevino una nueva ola de estética glam en reacción a eso. Hablo del New Pop de ABC, de Adam Ant, de Boy George. Así es como funciona esta dialéctica. De algún modo, podría decirse que históricamente la mejor forma en que el idealismo de los 60 hubiera sobrevivido comprometidamente habría sido que las bandas de rock se hubieran convertido en una alternativa seria, en un underground verdadero, sin volverse tan hipócritas y fundando un nuevo star system. Si todos los grupos que salieron de los 60 hubieran sido como Hawkind y hubieran tocado sólo en festivales gratuitos, quizás habrían sido una alternativa irreprochable.

–Los mánagers comparten protagonismo con los artistas en tu historia del glam.

–Tony De Fries, productor del Bowie glam, fue una figura interesada en hipnotizar a los medios con el guión que había creado; anticipó lo que luego Malcolm McLaren haría con los Sex Pistols. Esa idea del mánager súper manipulador que también es artista, lo que llamo “Esteta-emprendedor”, siempre me atrajo. Aunque McLaren ha exagerado su plan maestro en relación a los Pistols, una banda demasiado azarosa y punk para ser sólo su invención. Probablemente, el precursor es Andrew Loog Oldham, que tuvo a su cargo a los Rolling Stones en los 60. Fue el primer mánager de rock que no sólo estaba interesado en la plata, que también quería provocar algún desorden cultural. Oldham invirtió la tarea del típico publicista de Hollywood que intentaba ocultar cualquier situación ilícita o desprestigiada de sus artistas: se dio cuenta de que su trabajo en realidad era crear escándalo y controversia.

Pincha aquí para seguir leyendo la entrevista en la revista Ñ de Clarín

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