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Ese rojo maricón

Ayer vi de nuevo Las cosas del querer, de Jaime Chávarri, cuyo estreno me entusiasmó hace veinte años. Al poner el deuvedé temía que la película hubiera envejecido mal; pero lo cierto es que disfruté mucho. Las canciones son deliciosas, la historia está admirablemente contada, Ángela Molina sigue extraordinaria y guapísima, Ángel de Andrés Pérez borda su papel de pianista bruto y tierno, y Manuel Bandera está soberbio interpretando el personaje de Mario, inspirado sin rodeos en el inmenso, entrañable Miguel de Molina. Y como las cosas encajan unas con otras de manera misteriosa, hoy abro el periódico y me entero de que en Madrid hay una exposición, abierta hasta mayo, titulada: Miguel de Molina. Arte y provocación. No he ido a verla todavía, porque quiero escribir esta página con la película recién vista. En caliente. Para agradecer a Jaime Chávarri que hiciera lo que hizo, y para recordar a Miguel de Molina. Y no es un recuerdo cualquiera. Ni casual. Se lo dice a ustedes alguien que, cada vez que viaja por carretera, lleva puestos en el cedé del coche Ojos verdes, Don Triquitraque y La bien pagá. Entre muchas otras.

La historia de Miguel de Molina es tan española, tan de aquí, que duele con sólo teclearla. Una historia de talento roto, quebrada y trágica como la de aquella generación partida por la guerra civil, maltratada por un bando vencedor que demostró, en sus infames representantes, una falta absoluta de compasión y de decencia. Miguel de Molina era el artista más notable de su tiempo, y con él se ensañaron los nuevos amos de España, poniendo en ello toda la chulería arrogante, despiadada, de quienes se sabían impunes y poderosos. Al chiquillo que había empezado fregando el burdel de María la Limpia en Algeciras, al artista original y personalísimo que arrasaba en tablaos y escenarios, que nada tuvo que ver con la política, no le bastaba, para el favor de la nueva gentuza -la que arrebató el poder a la anterior gentuza-, haber sido obligado a echar flores desde una tribuna y saludar brazo en alto el desfile de los vencedores, junto a Jacinto Benavente y otros artistas. Tenía, además, que trabajar para empresarios que le pagaban tres veces menos de lo que había cobrado durante la República. Purgar así haber animado con su arte a los soldados rojos en los hospitales de guerra, lo mismo que habría animado a los nacionales de haber caído al otro lado. Era la España eterna, de siempre: conmigo o contra mí. El caso es que Miguel de Molina se negó a renovar un contrato, y lo pagó muy caro. Al terminar una función, tres individuos que se identificaron como policías -uno de ellos, el conde de Mayalde, sería luego alcalde de Madrid- lo llevaron a un descampado, lo forzaron a beber aceite de ricino y le dieron una paliza, arrancándole el pelo y algún diente. Y mientras el infeliz preguntaba por qué le pegaban, los otros respondían: «Por rojo y maricón».

Y luego, el exilio. Al artista enorme, ídolo de las radios y los escenarios, que había visto y oído nacer Ojos verdes en un café de Barcelona una noche de conversación entre él, Rafael de León y Federico García Lorca, le negaron los permisos para actuar, persiguiéndolo con saña allí por donde iba. La mano del franquismo era larga, entonces. Después de triunfar en Argentina, presiones de la embajada española lo forzaron a irse a México, donde también se le hizo la vida imposible -Jorge Negrete y Cantinflas lo putearon con muchas ganas- y terminó regresando a la Argentina de Perón. Allí escribió un poema -Cuando te duela España- que más o menos empieza diciendo: «Esquiva los cuchillos / de los recuerdos», y termina: «Que el pan es uno solo / en cualquier tierra». Y no volvió, claro. Regresó más tarde a España un par de veces, temporalmente -los periódicos lo machacaron a gusto por homosexual y republicano-, pero en realidad no volvió nunca. Se quedó allá, en Argentina, negándose durante mucho tiempo a ser entrevistado. Sin querer saber nada de su patria ni de los periodistas -yo fui uno de ellos, en 1978- que llamaron a su puerta. Cuando en el año 92, cincuenta y dos después de echarlo a palos, España le concedió la Orden de Isabel la Católica, a él ya le daba igual. Estaba fuera de plazo, y así lo dijo: «Esa reparación me llega demasiado tarde». Murió a los pocos meses, a punto de cumplir los 85 años, y está enterrado en Buenos Aires, en el cementerio de la Chacarita. Málaga reclamó sus restos el año pasado, pero yo creo que ni Málaga ni España lo merecen. A buenas horas, mangas verdes, habría dicho él. Mejor que lo dejen en paz donde está. Allí donde lo confinamos a palos, entre todos. Donde pudo quedarse. Nada resume mejor su vida que La bien pagá, aquella copla con la que una vez triunfó en los escenarios: «Ná te pido, ná te debo / me voy de tu vera, olvídame ya». Miguel de Molina, como tantos. Como siempre. La puerca España.

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Publicado el 20 de abril de 2009 en XL Semanal.

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David Sepúlveda Pérez
David Sepúlveda Pérez
3 meses hace

Una vez más, leo sus líneas y pienso cuán hijos somos de España, acá en América: en Chile tenemos muchos casos como ese y le decimos, con ese afán autodestructivo -¡En eso también, tan de España!- que nos caracteriza, «El pago de Chile».

Hugo Eduardo Pellejero
Hugo Eduardo Pellejero
3 meses hace

Vi la película En Argentina fue un éxito tal que se hizo una más.

Gloria
Gloria
3 meses hace

La película la vi muchas veces con mis hijas pequeñas. Cuando llegaba el momento en que torturaba a Molina, las niñas hacían avanzar el vídeo hasta que terminaba la secuencia. Cantábamos las canciones y fueron momentos en que el idioma español cobraba mucha importancia. Vivíamos en Múnich y la lengua alemana dominaba el día a día. Gracias por recordar la película

Julia
Julia
3 meses hace

Sr Pérez Reverte:
Una parte divina y otra parte demoníaca conforman al ser humano.
Rousseau decía que el hombre nace bueno la sociedad lo malea. Yo estoy en desacuerdo, de pequeños ya apuntan maneras, aunque hay que considerar que la influencia del entorno y las dificultades de la vida, tienen su peso en la personalidad del individuo.
En ciertos aspectos creo que soy ingenua o ignorante, porque me sorprende la maldad gratuita de los humanos. Las vejaciones y humillaciones me repugnan, nunca me hicieron gracia los chistes de tontos, tartajas y tullidos. Supongo que siempre ha habido sádicos que disfrutan abusando de personas homosexuales y deficientes.

Entre la gente de mi edad y círculo (pueblo y ciudad pequeña) no conocí ningún gay, ni lesbiana.
Cuando digo esto, siempre me dicen que disimulaban su orientación, pero lo cierto es que nadie tenía fama de homo, todos se casaron y se fueron yendo al otro barrio como heteros.

En todo caso, me gusta este artículo del año 2009. Entonces no tenía ni idea de quién era usted, y aunque no estaba en disposición de leer, me habría gustado poder hacerlo.

En la entrevista de Karina( muy inteligente, es judía?)dijeron que su barco se llamaba Corso, bonito nombre. También he leído que a lo largo de su vida siempre anduvo mezclado en eventos culturales y fundando revistas.
Quizás la semilla de escritor, estaba ya sembrada desde la infancia. Ha tenido una vida intensa Capitán, no sólo en guerras.

Otra cosita, sabe que mucha gente no entendía ni podía terminar alguno de los libros de Javier Marías que yo he leído?
He quedado atónita, o yo soy muy lista o hay mucha gente cortita de entendederas.
El juego de palabras que él usaba les parecía redundante y confuso. Quizás por eso utilizaba inextricable, jaja.

Basurillas
Basurillas
3 meses hace

Vintage

Carolina Guilleron
Carolina Guilleron
3 meses hace

Perez Reverte como siempre defendiendo lo correcto. España con Perez Reverte tienen un escritor de lujo. Carolina Guilleron. Buenos Aires.

Javier
Javier
3 meses hace
Responder a  Carolina Guilleron

No solo España, Hispanoamérica también, ya que podemos leerle unos y otros en un idioma común.

Marilena Pereira
3 meses hace

Maravilloso!

Mery
Mery
3 meses hace

Buenos días
Gracias por el artículo,no sabía nada de esto.
Simplemente gracias

Enrique Reverté Llorca

Brutal Arturo !!!! Muy triste pero brutal.

Ricarrob
Ricarrob
3 meses hace

Me he peleado, dialecticamente claro, muchas veces por usted, don Arturo. Con todos aquellos que se dedican a poner etiquetas a la gente y que a usted lo tildan de facha. Por cierto, a mi también por defenderle. Facha y machista, esas son las principales etiquetas que escucho.

Suele coincidir que esos, los etiquetadores, no han leído de usted ni una sola línea, ni una novela, ni un artículo. Quizás es que tampoco han leído nada de nada, claro. El desconocimiento, la ignorancia es el fruto de todos los males del país. Siempre.

Nadie que haya leído atentamente sus novelas y sus artículos puede decir de usted esos epítetos. Y me estaba acordando de una concreta: «Línea de fuego». Esta novela debería colocarse en secundaria y bachillerato como libro de obligatoria lectura. Aleccionadora.

Excelente artículo, don Arturo. Uno de los mejores. Demuestra que usted no es ni de derechas ni de izquierdas, ni rojo, ni azul, ni blanco, ni negro, ni machista tampoco. Y ni falta que hace. Y ni falta que hace a quienes le admiramos y le leemos o quizás, le leemos y le admiramos.

Saludos.

Pedro
Pedro
3 meses hace

Habemos muchos. Entre ellos uno mismo, que terminaremos igual o peor. Sabemos gracias a quien, y a quienes. Nos mordemos la lengua.

Encarnita
Encarnita
3 meses hace

Son innumerables las historias que podríamos contar sobre las injusticias cometidas por ambos bandos de la guerra civil española. Yo las tengo de familia muy allegada, uno por ser de ideas republicanas , y otro, por todo lo contrario. Sufrimiento que no se puede expresar por escrito, aunque una de esas historias, quedó reflejada en una de las revistas de HISTORIA Y VIDA, ya que fue premiado el relato de lo sucedido en una especie de concurso de esos relatos de la guerra.

Encarnita
Encarnita
3 meses hace

No he mencionado mi opinión sobre la película que también yo la vi.
Me gustó. Hay que reconocer, que algunas pelis de los culturetas de izquierdas, son bastante buenas , aunque se pasen tres pueblos las más de las veces contando sus versiones.

Rosa Rosi
3 meses hace

Mi padre por alla en los 50,admiraba mucho a Miguel de Molina,se disfrazò con su atuendo y tengo una hermosa foto de aquellos dias,escucho con pasiòn las canciones de «Las cosas del querer»,gracias Don Perez Reverte por recordar a tremendo artista y su desgraciada vida.

Rosa Rosi
3 meses hace

Le advierto que soy de Argentina

Jose Cirach
Jose Cirach
1 mes hace

El ser humano sólo necesita una excusa para convertirse en un ser ávido de sangre. Da igual si es en Berlín, Ruanda o Madrid. Impunidad o carestía son suficiente pretexto para depredar al prójimo.