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Esquirlas de plata y plomo

«La gente todavía no se ha enterado de que la muerte y la vida van siempre de la mano», afirma categórica mi amiga Pilar Alonso.

Tierra, silencio, caos, oscuro. Vivimos perennemente dominados por contradicciones. Qué importante es que así sea, que las pasiones y desafectos nos posean.

Vivimos en una disconforme espera, en un continuo riesgo de sacudida. Julio.

Muchos teatros mudan la piel para sus nuevas temporadas. Mudan la piel para mudarnos el ánimo. Cargan bobinas. Hacer teatro es enhebrar, en esa aguja del tiempo presente, todas las conjugaciones de la vida.

Qué importante es que las esquirlas de plata y plomo nos atraviesen desde un escenario. Oh, palabras. Qué importante que nos provoquen y nos despierten, que nos exciten y nos vapuleen. Qué importante que nos activen, que no nos dejen inmunes a las circunstancias.

Y, qué triste, también, que sin esas esquirlas de plata y plomo no ocurra nada. Que nada nos conmueva, que nada nos avasalle. Sólo las palabras.

Esquirlas de plata y plomo en pequeñas salas como La noche justo antes de los bosques de César Barló, en microteatro (Muerte a escena), en proyectos kamikazes que me llenan siempre el alma (gracias), que me transportan a la niñez (Ilusiones, bellísimas y oníricas, por Miguel del Arco), en autores que proyectan en presente la historia de mi pasado (Los mariachis de Remón) y tantos otros que han hecho lo imposible por impedir que dejásemos de sentir.

Conozco estos últimos años a teatreros. Gente dispar (Pilar Alonso, que lanza aforismos sobre la vida y la muerte, Bea López, Sergi Márquez…) que encuentra en la cuarta pared el refugio ante la locura.

Me reconozco en teatreros, por un tuit, una sentencia de madrugada, una corriente de afinidades que nos hace creer más en Shakespeare o en Lorca que en el IBEX, confiar más en Fabre que en los datos de la prima de riesgo. Afinidades.

Nuevas temporadas se anuncian. Llega un nuevo baile de abonos, de citas en la agenda, de desear danza y teatro, de experimentar con las nuevas dramaturgias. Septiembre. Esquirlas de Boadella (El sermón del bufón), Pascal Rambert (Hermanas), Peris-Mencheta (Lehman Trilogy), Israel Elejalde (La resistencia), Alberto Conejero (La geometría del trigo), Jose Padilla (Dados), Víctor Conde (Venus), Rigola (Un enemigo del pueblo), Liddell (La letra escarlata), Carlota Ferrer (El último rinoceronte blanco), Pablo Messiez (La otra mujer), Miguel Del Arco (Jauría), Gon Ramos (Suaves), Portaceli (Jane Eyre, Mrs. Dalloway), Lima (Moby Dick, El pan y la sal), Jan Fabre (The Generosity of Dorcas), Gerardo Vera (Rojo), David Serrano (Port Arthur), Sanzol (Luces de Bohemia), Bieito (Obabakoak), Juan Mayorga (El mago), Íñigo Guardamino (Metálica, Monta al toro blanco), Natalia Menéndez (Tres sombreros de copa), Ramón Paso (Otelo a juicio), Tolcachir (La omisión de la familia Coleman) o Jaroslaw Bielski (Alguien voló sobre el nido del cuco). Llega de nuevo el debate, la deseada conjunción de espacios —públicos y privados— y proyectos, la necesidad de becas y subvenciones para espacios y creadores.

Tierra, bullicio, orden, luz. Abramos, en nosotros, nuevos espacios y nuevos tiempos para recibir, otra vez, abrazos y sacudidas, para esquirlas de plata y plomo atravesándonos el pecho desde el escenario. Oh, palabras.

Imagen: Vanessa Rábade

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