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Fantasmas de dedos calientes

En ocasiones, yo también veo muertos. No como los que visitan a Mr. Scrooge en vísperas de Navidad, ni como los que atormentan al niño aferrado a su manta en El sexto sentido (1999). Los míos, más bien, gozan de tan buena salud como los atribuidos —por error— a José Zorrilla (1817-1893), poetizados por Celso Emilio Ferreiro (1912-1979) y cantados después por Luis Emilio Batallán (1948). Porque los muertos que yo veo no están muertos del todo. Algunos llevan el nombre de familiares, de amigos, de parejas olvidadas y mascotas que desaparecieron en el jardín. Otros, de hecho, ni siquiera han llegado a nacer. Susurran en los pasillos —«¿Qué hubiera pasado si…?», «Ojalá pudiese…», o «Si tan solo…»—, se agitan, bajan la temperatura. Aunque no sé lo que pretenden, se sientan sobre mi pecho durante la duermevela, igualito que en La pesadilla de Henry Fuseli (1741-1825). Y, desde allí, me devuelven la mirada.

Solange Rodríguez Pappe (1976) también tiene amplia experiencia con apariciones. Solo una consumada médium literaria podría conjurar los trece espíritus hechos de letra que esta escritora ecuatoriana ha logrado encerrar en De un mundo raro (InLimbo Ediciones, 2021), un libro de cuentos perturbador, sensual, gamberro, punzante como una rueca, que nos pone frente a un cristal sin reflejo. O, quizás, frente a un reflejo incómodo.

"En su última obra, junto a lo siniestro hay espacio para la fábula poética, la ciencia ficción ácida o incluso ligeros coqueteos con la autoficción"

En el extraño universo de Rodríguez Pappe existen los fantasmas, pero sus ojos son gélidos y sus dedos, calientes. De este modo, no es difícil jugar a sentirnos cadáveres en la morgue de un hospital, subirnos al autobús hacia la última parada —¿recuerdan el episodio final de La balada de Buster Scruggs (2018), de los Coen?—, revolcarnos junto al hombre salvaje, emerger de los sótanos junto a nuestras hermanas de todos los tamaños y un plan de furiosa venganza, atravesar armarios que no conducen a Narnia —sino a la sombra—, toser sangre mientras ahí fuera se desata el apocalipsis escolar, desear a un extraterrestre-amante-bandido, correr hacia lo salvaje, como Trinidad, o incluso celebrar una Noche de difuntos en la que, al contrario que en la carnavalesca Coco (2017), nuestros seres queridos no vuelven a visitarnos del modo en que nos gustaría.

Cuando decimos que Rodriguez Pappe sabe cómo traspasar el umbral y volver ilesa no es aleatorio; ya en La primera vez que vi un fantasma (Candaya, 2018) supimos que esta cuentista, catedrática universitaria y profesora de literatura se mueve con soltura en el género del terror íntimo —si es que existe otro—, y hoy lo demuestra de nuevo. En su última obra, junto a lo siniestro hay espacio para la fábula poética, la ciencia ficción ácida o incluso ligeros coqueteos con la autoficción. Pero esta reseña no estaría completa si no señalase la auténtica arteria de su voz literaria: una feminidad volcánica y poderosa que hace verbo de la crítica social. Una cualidad que late en la piel de madres que buscan significado a sus vidas e hijas que lo rechazan, de hermanas rebeldes, esposas engañadas, queridas ojerosas y espíritus creadores que se refugian en los bosques. Pienso en la desmesurada, brillante —y, quizás, infravalorada— Mother! (2017), de Darren Aronofsky, que también ofrece una lectura metafórica de la mujer como sujeto dramático.

Hay quien englobaría a Rodríguez Pappe en la «nueva generación de autoras latinoamericanas». Sin embargo, el término no deja de resultar injusto: al crear una categoría alrededor de una realidad que no la precisa, se limita —en virtud de su género y su procedencia— el enorme potencial para la universalidad de escritoras titánicas y dispares como las argentinas Mariana Enríquez (1973) o Samanta Schweblin (1978), la boliviana Giovanna Rivero (1972), o las también ecuatorianas Mónica Ojeda (1988) y María Fernanda Ampuero (1976), entre otras muchas. Sí, todas ellas cultivan el género breve de forma sobresaliente —con mayor o menor gusto por lo oscuro—, pero ahí terminan las similitudes. Rodríguez Pappe, por su parte, es poseedora de un estilo propio, más próximo a lo carnal y al humor negro, al cadáver exquisito, que a la turbiedad a secas.

Durante la lectura de este libro breve de bella cubierta —bella, claro, al estilo malsano y delicioso que es marca de la casa en InLimbo—, a menudo me acuerdo de A Ghost Story (2017), la película de David Lowery en la que un espectro vuelve al mundo para comprobar que solo le queda ver pasar el tiempo. Ojalá los seres que pueblan estas páginas, me digo, fueran tan estáticos como el protagonizado por aquel Casey Affleck invisible. Porque a los cuentos de Rodríguez Pappe, igual que a quienes nos observan de madrugada, es difícil ahuyentarlos del pensamiento.

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Autora: Solange Rodríguez Pappe. Título: De un mundo raro. Editorial: InLimbo Ediciones. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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