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A favor del vacío

Será muy difícil que en el futuro, me dijo, alguien se pueda imaginar el pánico al vacío que ha desatado en algunos sectores la llegada de las nuevas tecnologías digitales. Los discursos apocalípticos sobre cambios proliferan, sin que nadie parezca darse cuenta de que todo sigue pasando por la palabra escrita: si no estás alfabetizado te quedas fuera.

Sabino Méndez, Literatura Universal (Anagrama, 2017)

El párrafo anterior se incluye en la última novela de Sabino Méndez, una historia construida alrededor de más de 500 citas extraídas de clásicos de la literatura. Utilizando palabras de medio millar de autores, colocándolas en otro contexto, el escritor nos cuenta la historia de Simon B y sus amigos de la escuela dando un repaso a la evolución de la cultura en España desde finales de los años 70 hasta hoy, entre otros temas.

En este blog suelo hacer algo parecido a lo que hace Sabino Méndez en su libro, parto de una cita literaria para hablar de lo que me apetece en cada momento. Las dos frases que abren este texto aparecen en el tramo final de la novela, cuando la acción se acerca a nuestros días y los protagonistas han asumido ya, sin darse cuenta, la transformación digital del día a día.

Vivimos con miedo al vacío y en gran medida eso se debe a que no sabemos leer adecuadamente la cantidad ingente de información de la que disponemos. Pensamos que tenemos que estar todo el rato al tanto de todo, no nos damos ni dos minutos entre vídeo y vídeo, entre texto y texto, entre audio y audio. Accedemos a miles de mensajes pero no nos damos tiempo para procesarlos, saltamos de uno a otro, a toda velocidad, procurando no dejar huecos. Lo queremos saber todo a la vez, queremos opinar sobre cualquier cosa continuamente. Nos han dicho que «hay que estar en la conversación».

El miedo al silencio es tan grande que para poder afrontarlo estamos dispuestos a pagar un precio. Caro. Están al alza los cursos de meditación, yoga o punto de cruz, incluso hay quien se suma a la moda de correr para saber qué sucede cuando pasa media hora sin mirar una pantalla. Si, por cualquier circunstancia, nos topamos por sorpresa con un momento de tranquilidad, pensamos que nos falta algo, nos sentimos mal, solos, deprimidos. Se nos ha olvidado aburrirnos.

La información a toda velocidad se ha convertido en nuestra gasolina, un combustible que nos hace funcionar a tirones. Olvidamos rápidamente lo leído, pensamos que el futuro es la próxima media hora, o el próximo mes, pero poco más. Y no es cierto. Sabemos descodificar letras, pero somos analfabetos. Entender la palabra, escrita o escuchada, precisa de tiempo. No se lo estamos dando y nos estamos quedando fuera. Alfabetízate, abúrrete, tómate tu tiempo. Cuando vuelvas a conectarte verás que el cambio sigue ahí, que es permanente, que no te has perdido gran cosa.

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