Todo sucedió en un instante. Febrero de 1933 fue el mes en el que se decidió el destino de los escritores alemanes, de Heinrich Mann a Bertolt Brecht, de Alfred Döblin a Else Lasker-Schüler, que pasaron de la brillante escena literaria de la República de Weimar a un largo y oscuro invierno. Este libro narra día a día el mes y medio de terror en el que se vieron envueltos los intelectuales, obligados a reaccionar ante la avalancha de acontecimientos que provocó, en un parpadeo, la destrucción de la élite cultural de Alemania.
A continuación, ofrecemos un fragmento de Febrero de 1933 (Ladera norte), de Uwe Wittstock.
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Al borde del precipicio. El mes en el que todo se decidió
Las que ofrecemos aquí no son pequeñas historias de héroes. Son historias de personas a las que sorprendió un peligro extremo. Muchas entre ellas no lo quisieron reconocer, lo subestimaron, reaccionaron con demasiada lentitud. En suma, cometieron errores. Por supuesto, cualquiera que hoy en día hojee los libros de Historia puede decir que fueron unos necios al no darse cuenta en 1933 de lo que Hitler significaba para ellos. Pero ése sería un pensamiento ahistórico. Si la afirmación según la cual los crímenes de Hitler eran inimaginables tiene un sentido, debe aplicarse por encima de todo a sus contemporáneos. No podían imaginar —en el mejor de los casos pudieron intuir— de lo que eran capaces él y su gente. Probablemente forma parte de la esencia de una fractura en la civilización el hecho de que resulte difícil de imaginar.
La situación política que hizo posible la subida al poder de Hitler ha sido descrita desde ángulos diferentes por historiadores de diversas tendencias. Todos los análisis coinciden en unos cuantos factores. La creciente influencia de los partidos extremistas, que dividieron al país. Una propaganda exacerbada, que ahondó cada vez más la brecha y bloqueó cualquier posibilidad de compromiso. La indecisión y la debilidad del centro político. El terror guerracivilista de la derecha y de la izquierda. El odio desenfrenado a los judíos. La miseria de la crisis económica mundial. El ascenso de regímenes nacionalistas en otros países.
Hoy día las circunstancias son distintas, por fortuna. Aunque hay paralelismos en muchos aspectos. La creciente división de la sociedad. La indignación permanente en las redes, que hace que la brecha sea cada vez más profunda. El desconcierto del centro burgués a la hora de frenar el ansia de extremismo. El creciente número de actos terroristas de la derecha y a veces de la izquierda. El aumento del odio a los judíos. Los riesgos para la economía mundial derivados de las crisis financieras y del coronavirus. El ascenso de regímenes nacionalistas en otros países. Tal vez no sea un mal momento para tener presente lo que puede ocurrir con una democracia tras un error político fatal.
En febrero de 1933 no sólo los escritores y los artistas estaban en peligro. Tal vez la situación resultó incluso más amenazadora para otros. La primera víctima mortal de los nazis, la noche misma después de que Hitler jurara su cargo como canciller del Reich, fue el sargento mayor de la Policía prusiana Josef Zauritz, un republicano leal y un sindicalista, como escribió el Vossische Zeitung. También aquí hablaremos de su asesinato. Pero tenemos incomparablemente más datos personales de los escritores y de los artistas en febrero de 1933 que de cualquier otro grupo. Sus diarios y cartas han sido recopilados. Sus notas, conservadas en archivos. Sus recuerdos, impresos y examinados por los biógrafos con afán detectivesco.
Sus experiencias son representativas de lo que les ocurrió a quienes intentaron defender el Estado de derecho y la democracia. Muestran lo difícil que resulta darse cuenta de cuándo una vida normal se convierte en una lucha por la supervivencia y cuándo un momento histórico exige decisiones personales acerca de la propia existencia.
Hay pruebas de todo lo que contamos aquí. Se trata de un relato auténtico, aun cuando se tome algunas libertades de interpretación, sin las cuales no es posible narrar contextos históricos o biográficos. Por supuesto, en este mosaico no se puede reflejar todo lo que entonces les ocurrió a los escritores y a los artistas. Thomas Mann, Else Lasker-Schüler, Bertolt Brecht, Alfred Döblin, Ricarda Huch, George Grosz, Heinrich Mann, Mascha Kaléko, Gabriele Tergit, Gottfried Benn, Klaus y Erika Mann, Harry Graf Kessler, Carl von Ossietzky, Carl Zuckmayer o la Academia de las Artes en Berlín, todos los que aparecen aquí, no son más que ejemplos. Un panorama global resultaría demasiado extenso para cualquier libro.
Alguna carrera que comenzó llena de esperanza no se recuperó jamás de aquel mes. Demasiados escritores enmudecieron y desaparecieron casi sin dejar rastro. Para todos ellos fue un punto de inflexión que cambió sus vidas.
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Autor: Uwe Wittstock. Título: Febrero de 1933: El invierno de la literatura. Traducción del alemán: Berta Vias Mahou. Editorial: Ladera Norte. Venta: Todostuslibros.
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