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Ferrer-Dalmau, sobre su viaje a Siria: «Me pueden contar muchas cosas, pero yo he visto esto»

Ferrer-Dalmau, sobre su viaje a Siria: «Me pueden contar muchas cosas, pero yo he visto esto»

Hay mucha vida, mucha belleza —no confundir lo bello con lo bonito— y mucha narrativa en los lienzos de Augusto Ferrer-Dalmau (Barcelona, 1964). No tengo respuesta para la pregunta tópica de si el artista nace o se hace. Supongo que, antes de nada, para pintar batallas como las pinta el académico de las Bellas Artes hay que tener duende. Sin embargo, cada paisaje, cada gesto y cada objeto se sustentan, amén de sobre un instinto envidiable, sobre una documentación consultada con exhaustivo rigor. El resultado de ese cóctel de instinto y estudio se resume en un término que, de boquilla, tiene más huellas que una comisaría, pero del que, en realidad, muy poca gente puede presumir: la autenticidad.

Si se trata de representar a los tercios de Flandes o a soldados de la División Azul, Ferrer-Dalmau tira de «tecas» —bibliotecas, pinacotecas, hemerotecas, etcétera—, pero si la guerra que quiere pintar se conjuga en presente de indicativo, acude al frente. Así, hace un año, invitado por el embajador y por el Ministerio de Defensa de Rusia a visitar el taller Grékov de pintura militar en Moscú, al artista español se le planteó «ir a pintar a Siria y conocer al soldado ruso». Este aceptó con gusto la aventura. Los actores implicados buscaron el momento oportuno para llevarla a cabo. Y lo encontraron.

Finalmente, Ferrer-Dalmau llegó a Siria el pasado 29 de septiembre y pasó diez días en Jmeimim, Tartús y Alepo. Se encontró con un país destrozado por la guerra. Convivió con los soldados rusos allí destinados, se liberó de un puñado de prejuicios, tomó apuntes e hizo bocetos para pintar un «cuadro humano».

Sobre todo ello conversamos:

—Señor Ferrer-Dalmau: ¿cuántas guerras han visto sus ojos?

"He estado dos veces en Afganistán, una en Mali y otra en Líbano"

—Pues yo he estado dos veces en Afganistán, una en Mali y otra en Líbano. Hablaría de conflictos más que de guerras. En Afganistán, la segunda vez, estuve con los americanos y los georgianos en otro sector muy diferente al español. 

—¿Qué es lo que más le interesa de la guerra?

—No sabría decirte… (Piensa) La sensación que me produce me gusta. Está mal que lo diga, pero no tengo sensación de muerte. 

—¿Se siente más vivo en la guerra?

—Tengo sensación de vida. Básicamente, es vida. Forma parte de nuestra naturaleza, desde el inicio de los tiempos. Me enriquece, me permite hacer mi trabajo en el presente y en guerras del pasado. Puedo transmitir. Yo, cuando pinto un cuadro, tengo que sentir. Y, en las guerras actuales, los sentimientos no difieren de los de hace doscientos años. Son los mismos. Cambian las armas, los uniformes…, pero el miedo o las sensaciones están ahí, y son una materia brutal para transmitir en mis cuadros, de tiempos pasados o presentes. 

—¿Cómo se gestó este viaje a Siria?

"Recibí una invitación del Gobierno ruso para pintar el conflicto en Siria y conocer a sus soldados"

—El Ministerio de Defensa de Rusia me invitó a visitar el taller Grékov, en el que hay un montón de pintores que pintan historia rusa. Este taller existe, más o menos, desde el año 1900. Allí, hablando, surgió la idea: «¿Por qué no vamos a pintar con los rusos?». Entonces, me invitaron y buscaron un momento en el que no fuera tan duro el conflicto para poder viajar. Desde hace unos meses, el conflicto está, prácticamente, en los arrabales, y en septiembre recibí una invitación del Gobierno ruso para pintar el conflicto en Siria y conocer a sus soldados.

—Un pintor español con el Ejército ruso… ¡Menudo cuadro!

—(Risas) He sido el único español que ha convivido con los soldados rusos, con toda seguridad, desde la II Guerra Mundial. Quería exportar la imagen de España a Rusia de lo que somos los españoles. Esa responsabilidad era muy importante para mí. Si había que estar en primera línea, yo estaba el primero. Si tengo que pintar un cuadro, tiene que ser el mejor cuadro. Porque es una responsabilidad como artista de España. No sé, es algo que no tiene parangón. Represento al arte español. Lo que yo tengo que pintar y exportar es el arte español. Cuidao: Rusia tiene millones de artistas. La pintura rusa es, probablemente, de las mejores del mundo. El artista ruso es increíble, es el gran desconocido. Los mejores pintores del mundo son rusos. Es como si, no sé…

—Te llama el Real Madrid.

—¡Igual, igual! ¡Y te ponen de delantero centro! Para mí, es un orgullo representar a España en este proyecto.

—¿Y qué es lo que se ha encontrado en este viaje?

"Alepo es un queso gruyer, es un Stalingrado, es un Montecassino"

—Para empezar, una gran sorpresa. Tenía una imagen del soldado ruso que me ha vendido Hollywood, que nos ha vendido a todos, en sus películas, y me he encontrado a un ejército que se parece más al nuestro que cualquier otro ejército del mundo. Son gente normal, son buenos soldados, jóvenes, están preparados, tienen buen espíritu. Son muy amables, muy corteses. Me sentía como en casa, muy cómodo. Esto es lo que más me ha llamado la atención. Luego, me he encontrado con el desastre de la guerra. Terrible, terrible. Alepo es un queso gruyer, es un Stalingrado, es un Montecassino. Ahí ha habido guerra y sigue habiendo guerra en los arrabales. Es terrible, no había visto algo así en mi vida, y mira que he estado en sitios. Esa sensación no la había sentido nunca. Aun así, he visto a la gente con ganas de vivir, con ganas de tirar p’alante y de reconstruir aquello. Sólo en la ciudad de Alepo, esa tarea es titánica. El desastre de la guerra civil en Siria no lo hubiera imaginado nunca.

—La guerra comenzó hace siete años. Imagino que la gente estará cansada no, lo siguiente.

"Me contaron cosas terribles del Daesh, cómo metían a personas en neumáticos y los quemaban vivos, cómo tiraban a gente de las torres sólo por no pensar como ellos"

—La gente tiene ganas de vivir. Yo estuve con sirios y conviví con ellos. Incluso, una noche fui a cenar con un general sirio y con unos señores de Siria, en la parte menos afectada de Alepo. Y en la calle vi a gente feliz, porque ve que el conflicto se acaba. Y la gente quiere vivir. ¿Que caen unas bombas? Lo peor ya lo han pasado. Se han hecho verdaderas animaladas. Me contaron cosas terribles del Daesh, cómo metían a personas en neumáticos y los quemaban vivos, cómo tiraban a gente de las torres sólo por no pensar como ellos… Ellos, ahora, ven el final. Quieren vivir. Están hasta los huevos de la guerra. Y he visto cómo la vida existe después de la muerte. De verdad: Montecassino es una broma al lado de Alepo. Y la gente es feliz.

—En diciembre de 2017, autoridades sirias y rusas anunciaron el fin de la operación contra el Estado Islámico. Sin embargo, el presidente sirio, Bashar al-Ásad, señaló que «el terrorismo no se limita al EI» y que «Al Nusra está a la cabeza de este terror». ¿Cree que esta guerra tiene fecha de caducidad a la vista?

—Sí. Porque la gente quiere ya el fin de la guerra. La gente está muy cansada. Son siete años de guerra. Son muchísimos años. Desconozco si unos tal y otros cual… Lo que sí he visto es que los rusos han ayudado a un país que lo estaba pasando muy mal. No me meto en política, pero he visto a la gente feliz. Es lo que han visto mis ojos. Sólo te puedo hablar de lo que he visto. Me pueden contar muchas cosas, pero yo he visto esto. Y no creo que fueran actores. He estado con sirios, no militares, sino civiles. Y les da igual quien esté mientras estén en paz.

 

—Le sorprendió ver a soldados leyendo.

—Sí. En la base está prohibido internet. Los soldados rusos no tienen acceso a la red. Yo estaba incomunicado. Entonces, la lectura es muy habitual. Me encontraba a muchos soldados rusos que leían por no tener internet. No tener internet era una medida de seguridad: así evitaban a los drones. Los soldados han recurrido a la lectura para entretenerse. Tampoco tenían televisión. Me recordó un poco a mis viejos tiempos de la mili, cuando leíamos cuentos, novelas… Siempre llevábamos una novela encima. Y me hizo mucha gracia, sí. No se dedicaban a hacer puñales ni a jugar a las cartas. Era gente muy tranquila, normal, con sus novelas, con sus pensamientos… Viví muy bien con ellos. Y era gente nada dada a las fiestas y a la juerga. Estaba prohibido el alcohol. ¡Hasta fumar estaba restringido! Tenía gracia: salen los aviones a todas horas, desde la base en misión de guerra o reconocimiento, y tienes que fumar en un rincón (risas). Y la dieta era muy espartana. Diría que la dieta de mi mili era mejor que la de los soldados rusos.

—No sé si, en estas circunstancias, se puede hablar de «día tipo» pero, ¿cómo era una jornada por allí?

"En Alepo estuve varios días y comíamos y dormíamos allá. Pero el régimen era el mismo, el de un soldado normal. Si se te pasaba la hora de cenar, no cenabas."

—Me levantaba por la mañana, como cualquier soldado; hacía la cola para desayunar, como cualquier soldado. Me daban un té o lo que fuera, un desayuno normal, y luego, venga, a la misión que toque. Cogíamos un avión y nos íbamos a Alepo, o cogíamos un coche e íbamos al puerto de Tartús, a ver submarinos, comíamos por el camino, en alguna base o en algún campamento, y a la vuelta, lo mismo. Volvíamos de noche y pam. En Alepo estuve varios días y comíamos y dormíamos allá. Pero el régimen era el mismo, el de un soldado normal. Si se te pasaba la hora de cenar, no cenabas. De hecho, tenía mono de tomar una Coca-cola (risas). Lo primero que hice al llegar al aeropuerto fue tomar una Coca-cola.

—¿Le restringieron alguna cosa?

—Rusia quiere desmitificar toda la mala fama que le han creado. No me pusieron ni una pega. Me dejaron fotografiar… Lo vi todo. Ya te he dicho: me metieron en un submarino y recorrí un submarino de tres plantas, vi todos los aviones que quise… Como si fuera uno más. Es más, ellos querían enseñarme. Es más, me pidieron que trajera láminas de mis cuadros y se hizo una exposición en la base de mis cuadros, con veinte reproducciones de mis cuadros en la base. Pasaron todos los soldados. Y les expliqué cada cuadro. Mi gran sorpresa fue que sabían más de la Historia de España que los propios españoles.

—¿Ha comenzado ya a pintar el cuadro sobre la guerra de Siria?

"Tengo ya todo más o menos esbozado y tengo muchísimos bocetos. Tengo ya la idea. Va a ser un cuadro humano, muy humano"

—Sí. Tengo ya todo más o menos esbozado y tengo muchísimos bocetos. Tengo ya la idea. Va a ser un cuadro humano, muy humano. Aparte de apoyar a los soldados sirios en la guerra y todo esto, hay un plan de ayuda a la población civil. Entonces, lo habitual era encontrar a un camión en algún sitio que estaba repartiendo alimentos. Ibas patrullando y veías un vehículo en el que había soldados repartiendo alimentos, a la gente haciendo colas, contentos, felices, porque les daban de comer. Era estándar. Probablemente, sea un cuadro así. Claro, corrían un riesgo: antes, había un despliegue de soldados por toda la zona, llegaba el camión, repartían los alimentos y, al terminar (chasquea los dedos), la gente se largaba.

—¿Ya ha sido bautizado?

—Sé que, para el título, me va a ayudar Arturo Pérez-Reverte. Ya lo ha hecho muchas veces. Cuando vea el cuadro, sé que le pondrá el título.

—¿Cuándo cree que tendrá listo el cuadro?

—Tengo que tenerlo para mayo. Está previsto presentarlo en Moscú. La presentación será importante. Probablemente, coincidirá con los aniversarios de la II Guerra Mundial.

—El lienzo se expondrá en Moscú.

—Sí. Me gustaría que rotara un poquito, a ver si pudiera ir a algún sitio más, como el Ministerio de Defensa.

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