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Sergio Vila-Sanjuán: “La Historia no es una operación aritmética de dos por dos”

Sergio Vila-Sanjuán: “La Historia no es una operación aritmética de dos por dos”

El periodista y escritor Sergio Vila-Sanjuán (Barcelona, 1957) coincidió en una librería barcelonesa el 23 de abril de 1997, día de Sant Jordi, con el entonces presidente de la Generalitat, Jordi Pujol. El director del suplemento Cultura/s de La Vanguardia preguntó al líder histórico de Convergencia por sus lecturas. El político no le mencionó un solo autor catalán de literatura en castellano. Vila-Sanjuán le habló de Eduardo Mendoza, que acababa de publicar Una comedia ligera. Réplica de Pujol: No és el mateix.

O sea, no es lo mismo.

De esa cultura que, a ojos nacionalistas, no es lo mismo, se ocupa el Premio Nadal de Novela 2013 —por Estaba en el aire— en Otra Cataluña (Destino, 2018), un libro que actúa como un colirio mental y que refleja seis siglos de cultura catalana en castellano. La suya es una tarea casi inédita: sólo hay un precedente, también de un periodista de La Vanguardia, Miquel dels Sants Oliver, quien, hace más de un siglo, escribió una serie de quince artículos sobre autores catalanes que escribían en español.

El relato de Otra Cataluña comienza con la formación del Reino de Aragón y termina con el filósofo Salvador Pániker, y pasa por poetas guerreros, románticos tísicos, hombres del negocio del libro, mujeres que dirigen periódicos, premios literarios, tótems de las letras hispánicas, revistas de contracultura, manifiestos lingüísticos, películas sobre gitanos y hasta el “Mediterráneo” de Serrat. Este conjunto de historias, entretenidas, didácticas y muy digeribles —“no es un libro para catedráticos”, me dice—, demuestra, sin ningún sesgo ideológico, que la cultura catalana no se puede entender sin el vasto sustrato del castellano. El lector de la obra deducirá: 1) que Cataluña no se puede entender sin España; 2) que España no se puede entender sin Cataluña, y 3) España no es sólo Castilla, sino también “sus pueblos”.

Zenda entrevista al autor tres días después del primer aniversario del referéndum ilegal separatista del 1-O.

—Permita que me salga del guion un momento: ¿cómo ha vivido esta semana?

"Los catalanes, después de esos meses de shock, ahora intentamos sobrellevar los acontecimientos, que siguen siendo complicados"

Normal. Yo lo que viví muy mal fue la semana de hace un año. Mejor dicho, los dos meses de hace un año. Sobre todo, el proceso que va desde las sesiones del Parlamento de Cataluña, el 6 y 7 de septiembre, en que se vulneraron el Estatuto y la Constitución; que sigue con el referéndum del 1 de octubre, cuando el Ministerio del Interior actuó como no debía, con una represión no justificada, y que acaba con esta proclamación un poco surrealista de la república catalana, que nunca supimos si se había proclamado o no. Viví esa época con mucho estrés, con lo cual me dejó un poco inmunizado. Los catalanes, después de esos meses de shock, ahora intentamos sobrellevar los acontecimientos, que siguen siendo complicados, pero ya no los vivimos con la intensidad emocional de los meses de septiembre y octubre del año pasado. 

—¿Cree que hay alguna solución a la vista?

—Pasará inevitablemente por el pacto. Creo que no va a haber un referéndum ni una secesión de Cataluña, pero creo que tiene que haber en Madrid un gobierno con capacidad de diálogo. El Gobierno de Pedro Sánchez lo está haciendo bastante mejor que el de Rajoy, que dejó pudrirse el tema hasta niveles inaceptables. Sánchez y sus ministros están dando pruebas de constante llamada al diálogo y al encuentro, y espero que esto dé resultados en algún momento. 

—Hablemos, ahora sí, de Otra Cataluña. Señor Vila-Sanjuán, ¿qué es un escritor catalán?

—Creo que es el que ha nacido en Cataluña o el que toca temas catalanes con la suficiente, digamos, intensidad y tiempo. Puedes entrar en la literatura catalana por tu nacimiento, tu residencia o los temas que tocas. 

—¿Hay todavía quien considera que los escritores catalanes que escriben en español son “un fenómeno coyuntural a liquidar a medida que Catalunya asuma sus propios órganos de gestión política y cultural”?

"En estos momentos, se entiende que Cataluña es una cultura con dos lenguas, lo que pasa es que las instituciones de la Generalitat no quieren asumir la gestión de esta cultura en castellano"

—Esto es de la revista Taula de Canvi, y luego hay un director general de un gobierno de Pujol que dice que es una excepcionalidad histórica y que espera que, en el futuro, esto ya no exista. En los años setenta y ochenta, una parte del nacionalismo catalán lanza el mensaje de que la literatura catalana en castellano era eso: un fenómeno a liquidar o algo que no formaba parte de la cultura catalana. Creo que eso ha ido cambiando. En estos momentos, se entiende que Cataluña es una cultura con dos lenguas, lo que pasa es que las instituciones de la Generalitat no quieren asumir la gestión de esta cultura en castellano. Simplemente, quieren asumir la gestión en catalán y que, de la otra, se encargue el ministerio o quien sea, porque forma parte de la literatura española. Creo que esto no tiene mucho sentido. 

—Las respuestas de algunos escritores a esa encuesta son inquietantes. Por ejemplo, la de Francisco Candel: “Si nuestra liquidación significa la salvación de Catalunya, adelante con este genocidio”.

—Creo que esta es una frase irónica de Candel, que se daba cuenta del despropósito. Claro, el tema de la encuesta es muy duro. Se plantea eliminar la literatura que se hace en Cataluña en castellano. Candel dice: «Hombre, esto no se puede plantear en estos términos». Es lo mismo que dice Guillermo Díaz-Plaja, el gran crítico literario: «Hombre, literatura catalana, a lo largo de tres siglos, se ha hecho básicamente en castellano». Es una encuesta significativa porque, en el año 77, se plantea así: ¿la literatura que se hace en castellano en Cataluña es catalana? Y mucha gente dice: «No». 

—En Otra Cataluña, usted se remonta al nacimiento del Reino de Aragón, cuya Cancillería Real redactaba sus documentos en latín, catalán y aragonés. ¿Cuándo irrumpe el castellano?

—La Corona de Aragón era trilingüe. Hay un momento importante, el Compromiso de Caspe, en 1412. Marca el cambio de dinastía de la Corona de Aragón: de lo que era la dinastía de los condes de Barcelona, muy arraigada, a la de los Trastámara, que era en parte castellana. A partir de ese momento, la nobleza catalana y los intelectuales de la corte empiezan a castellanizarse. El primero que lo hace es un aristócrata, Enrique de Villena, descendiente de los condes de Barcelona. Era un hombre próximo al nuevo rey, tenía influencia en las cortes literarias del momento, un peso en el mundo cultural. Escribe su primer libro en catalán pero luego se pasa al castellano porque entiende que los vientos están cambiando. A partir de ese momento son bastantes los nobles que se hacen bilingües. Por ejemplo, Francisco de Moner, que es un poeta que muere joven, un hombre torturado por sus amores, o el caso más importante, que es Boscán. Boscán es un cortesano, un ayo del duque de Alba, un ciudadano honrado de Barcelona que hace toda su obra en castellano. 

—Trae a España el soneto a la italiana.

"Creo que Boscán es la primera figura catalana realmente importante de la literatura española"

—Sí, y es el gran amigo de Garcilaso. Juntos renuevan de una forma radical la literatura española. Yo creo que Boscán es la primera figura catalana realmente importante de la literatura española. De la literatura en castellano, perdona: entiendo que la literatura española es en castellano, en catalán, en gallego o en vasco. 

—Se tiene a Boscán como el primer gran literato catalán en castellano, aunque usted reivindica a dos figuras previas, ya citadas: Enrique de Villena y Francisco de Moner.

—Sí. Son figuras bilingües. Son personajes curiosos. En este libro, como hablo de muchas figuras que han sido olvidadas, me aparecen muchos personajes interesantes. Villena tenía fama de mago. Cuando muere, queman sus libros, su biblioteca. Tenía aspecto de nigromante. El Marqués de Santillana dice que es el mayor sabio de su tiempo. Y Francisco de Moner es un atormentao, un tipo joven, valiente, literato, que se enamora de una dama, pero hay otro galán que también persigue a la chica. Entonces, Moner le apalea, y lo mandan a la cárcel. Sale, se hace religioso y muere con menos de treinta años. Es una figura de estas que dan mucha salsa a la literatura de un periodo. Boscán y Garcilaso igual. Son caballeros poetas. Son de la estirpe de la pluma y la espada. Garcilaso muere en una batalla. Es gente con mucha leyenda. Ha sido muy divertido entrar en estas biografías. 

—Es verdad, hay muchos personajes interesantes en Otra Cataluña. No sé si el verbo es «entretener», pero, desde luego, leyéndolo se aprende con gusto.

—Yo quería hacer un libro de historia cultural sobre una tradición muy poco conocida tanto en Cataluña como en el resto de España. Quería que estuviera bien documentado, poniendo al día los últimos estudios especializados de los hispanistas americanos, italianos, etcétera, pero quería que fuera una lectura fluida para todos los públicos, de forma que lo pueda leer toda la gente interesada en el debate cultural. Además, quería hacerlo rápido. Quería que apareciera en un momento en que en Cataluña y en España se están discutiendo estas cosas. 

—Barcelona empieza a tomar forma como capital editorial de los países de habla hispana en el siglo XVI.

"Barcelona tenía una cultura medieval muy del libro"

—Barcelona tenía una cultura medieval muy del libro. Los condes de Barcelona, los reyes de Aragón, eran gente muy leída. Convocaban las cortes de la Gaya Ciencia, los certámenes de trovadores, y los poetas recitaban sus poetas y había unos premios. El antecedente de los premios literarios actuales es este. Entonces, el mundo medieval catalán es amante del libro: hay bibliotecas importantes, libreros en la Barcelona anterior a la imprenta… Cuando llega la imprenta, enseguida florecen los talleres de imprenta barceloneses. Se ponen a trabajar en las tres lenguas de entonces: el latín, el catalán y el castellano. Hacia 1550, estos talleres ya toman como primera lengua el castellano porque se dan cuenta de que tienen un mercado en toda España, más tarde en América, pero, entonces, en toda España y, además, en la Cataluña de entonces, las normas de censura están más relajadas que en Castilla, y los editores pueden trabajar con menos problemas. Esta capitalidad barcelonesa de la edición marca a la ciudad y marca a Cataluña hasta la actualidad. Barcelona siempre ha sido una ciudad de editores con mucho énfasis en el libro en castellano, además del libro en catalán, porque Barcelona produce libros para toda la hispánica. 

—Según el catedrático Francisco Canals, impulsor de la primera y única edición íntegra de las Narraciones históricas del militar austracista Francisco de Castellví, los resistentes, los héroes de 1714 eran los “más férreos tradicionalistas”, los más retrógrados, mientras que los partidarios de Felipe V, que encarnaban los valores progresistas, eran botiflers. De hecho, cuenta que para los intelectuales catalanes del siglo XVIII, el rey Borbón era un ídolo. Esto sonará a herejía no para pocos.

—La versión nacionalista que hay en estos momentos, y que es la que se lanzó por tierra, mar y aire en el tricentenario de 1714, de la caída de Barcelona, era que, de alguna forma, los resistentes eran la gente valiente, buena, honesta y que tenía la razón, mientras que el ejército borbónico eran los españoles, malos, centralistas, etcétera. Por tanto, había unos buenos y unos malos. La Historia no es una operación aritmética de dos por dos. En otras épocas ha habido otras visiones de este tema. Entonces, por ejemplo, para el doctor Canals, que era un integrista, los resistentes de Barcelona eran buenos no porque fueran antiespañoles, sino porque eran los defensores del antiguo orden, de la sociedad empapada de valores católicos y del mundo feudal. Mientras, Canals decía que los botiflers, que eran los que estaban a favor del pacto con el rey Borbón, eran los ilustrados, la gente que creía en el progreso. En el siglo XVIII, la gente de la Universidad de Cervera estaba de acuerdo con esta idea, pero viéndola a la inversa: gracias a Felipe V, a los Borbones, Cataluña pasó de un estado medieval a uno más moderno, sin gremio, más ilustrado y, económicamente, mucho más próspero. Y es verdad que, mientras en la época de los Austrias, Cataluña es una provincia del Imperio en decadencia, con los Borbones se reactiva económicamente en el siglo XVIII y culturalmente en el siglo XIX. Lo que quiero decir es que este tema está sujeto a muchas discusiones y a muchas teorías. En el 2014, la Generalitat organizó una serie de debates sobre el tricentenario en los que sólo se dio la versión de una parte, que era que los resistentes eran los buenos y el ejército borbónico los malos. Pero no se dio voz a historiadores que enfocaban la cosa de otra manera. No se dio voz ni siquiera a John Elliott, que es el máximo hispanista vivo que ha estudiado este periodo y que todo este capítulo lo matiza bastante y que no acepta la versión nacionalista más esencial.

—También me sorprendió leer que los pioneros de la Renaixença la plantearon en el marco nacional español.

"Es más tarde cuando una parte del catalanismo cultural se hace catalanismo político y sí que llega el conflicto con España y la mentalidad española"

—Los pioneros de la Renaixença, en su mayoría, eran filólogos del castellano. Era gente que había empezado a trabajar estudiando la tradición literaria española. Es el caso, por ejemplo, de Pablo Piferrer, que hace esta serie de libros sobre el pasado español, o de Milá i Fontanals, que hace unos libros sobre los romances clásicos castellanos. Practican un doble patriotismo: miran al pasado en clave catalana, redescubren toda la mística catalana medieval, toda la literatura catalana medieval, pero, a la vez, trabajan también sobre la española. Con lo cual, trabajan en las dos vías porque su mirada romántica les lleva a reivindicar tanto el pasado local catalán como el pasado español de este tiempo. Es gente muy catalana y muy española. Tenían muy presente las dos problemáticas. Y la figura más importante de esta generación, que es la de Jaime Balmes, que hoy está olvidado, que es un cura moderado, que hace unos libros de una difusión tremenda, como manuales de autoayuda de la época, con muchos ejemplos, muy amenos, es un hombre muy catalán, de Vic, pero cuya primera preocupación política es arreglar el conflicto entre carlistas e isabelinos, y busca fórmulas para poner de acuerdo a los liberales y a los conservadores. Entonces, se da mucho en esta época este doble patriotismo. Es más tarde cuando una parte del catalanismo cultural se hace catalanismo político y sí que llega el conflicto con España y la mentalidad española. 

—Algunas figuras reivindican el carácter propio de Cataluña como parte de España. Por ejemplo, Antonio de Capmany es el primero en hablar de “nación de naciones”; Fernando Patxot señalaba que la historia de España no es sólo la castellana, sino la de los distintos pueblos de la península, o Guillermo Díaz-Plaja, quien, en Memoria de una generación destruida, se refiere al “deber exigible a todos los españoles de comprender y estimar la riqueza múltiple de nuestro solar intelectual entendiéndolo como un patrimonio a la vez común y solidario”.

—Es gente que se sentía muy catalana y muy española, y que combatía una visión excesivamente centralista de España. Creían que la visión de la cultura y la política española tenía que ser plural. Tenían aliados. Vilá i Fontanals fue maestro de Menéndez y Pelayo, el gran crítico literario español del siglo XIX, un gran sabio, una gran institución. Menéndez y Pelayo escribe sobre esta generación, defiende a sus maestros y, en un discurso ante la reina, dice: “Señora, es muy importante que la literatura española sea valorada en toda su integridad, con literatura en castellano, en catalán, en gallego…”. Es una cosa permanente. Y luego, otra cosa que yo explico: desde el nacionalismo radical, se dice que el castellano es una lengua ajena. Se ha llegado a decir que es la lengua de los colonos. Pero si buscamos los estudios que han definido ese carácter catalán, o que han intentado dibujarlo, algunos de los más clásicos y más importantes se han hecho en castellano. Por ejemplo, el Fénix de Cataluña, de Narciso Feliu de la Peña, que es un libro que explica el carácter catalán. Dice: “Señores: Cataluña, en la Edad Media, fue una tierra de guerreros, de navegantes, etcétera, pero ha evolucionado a una tierra de comerciantes. Por tanto, lo que tenemos que hacer es apostar y fortalecer la vocación comercial y mercantil de Cataluña creando grandes compañías de comercio”. Este es uno de los grandes pivotes de lo que hoy se considera el carácter catalán. Antonio de Capmany, igual. Habla de que Cataluña ha tenido la Marina, las instituciones de comercio, de diálogo, etcétera. Y luego, un tercer pilar, que es Balmes, que es el hombre de la moderación, de lo que en catalán se dice el seny. Son ensayistas que trabajan en castellano, ninguno escribe en catalán y, sin embargo, no puedes entender la cultura catalana sin pasar por ellos. La valoración de la cultura catalana es imprescindible hacerla en los dos idiomas. Si no, te quedas muy cojo. 

—El libro no sólo trata de los autores catalanes que escriben en español: también pasa por la radio, por la televisión, por los cantantes como el gran Serrat, por la prensa.

"Uno de los hombres de televisión más innovadores, que es Adolfo Marsillach, viene del mundo catalán"

—Sí. Yo quería introducir todo esto porque hay una parte de la producción cultural catalana en castellano que ha tenido mucha influencia sobre la cultura española del siglo XX. En el campo literario, desde Ignacio Agustí, Gironella, a todo el grupo de Barral y Gil de Biedma, tienen una influencia enorme. Pero en el campo de la cultura de masas, claro, la primera radio española es barcelonesa. Uno de los hombres de televisión más innovadores, que es Adolfo Marsillach, viene del mundo catalán. 

—Soler Serrano.

—Todas las entrevistas literarias de Soler Serrano se hacen en Barcelona. Luego, el mundo del cine en Barcelona, sobre todo en el franquismo, dio mucho de sí. Hablo de una película de Rovira Beleta, Los Tarantos, que es la primera española que va a Hollywood. Es una versión de Romeo y Julieta en el mundo gitano de los años sesenta. La ves hoy y piensas: esta Barcelona no existe. Es una Barcelona íntegramente gitana. En ese momento, esa película tiene una fuerza brutal. Es muy bonita, aparecen Carmen Amaya y Antonio Gades, en Hollywood la detectan y acaba ganando Fellini con Ocho y medio, pero queda finalista con Fellini. Y en el caso de Serrat… por ejemplo, “Mediterráneo”: en las distintas encuestas que han hecho sobre cuál es la mejor canción del pop español, siempre sale “Mediterráneo”. Expresa unos valores muy catalanes, muy mediterráneos, de la Barcelona cosmopolita de los años setenta. Son hilos que me apetecía ir reconstruyendo. Además, son hilos autobiográficos. Son cosas que yo he vivido, que me han parecido importantes y que me apetecía contar. 

—Aparecen mencionados su abuelo y su tío.

—Sí, claro. Vengo de una familia que ha estado metida en este mundo. Mi abuelo era un periodista y escritor, traductor del catalán, que conocía a todos los bohemios de la época, y mi tío estaba en la televisión. 

—Hace unos años leí una novela suya, Estaba en el aire, en la que tocaba estos temas.

—Sí, en ella hablaba de este mundo. Para mí, todo esto es un poco memoria personal, memoria cultural. Gracias a eso, hoy las he podido reconstruir con cierta facilidad. Era un mundo que no estaba estructurado. 

—El primero y el último que lo intenta es un periodista de La Vanguardia en 1910.

"Llego hasta Ruiz Zafón, los autores más actuales, pero recojo estudios raros, especializados"

Miquel dels Sants Oliver. Era mallorquín y catalanista. Hizo una serie de quince artículos que se llamaba Escritores catalanes en castellano. Él reconstruye un poco… Arranca más tarde que yo, porque arranca de Boscán, y yo un siglo antes. El problema es que, en estos 110 años, no sólo han salido nombres nuevos, sino que los investigadores han descubierto muchas cosas que Miquel dels Sants no conocía. Ha habido mucha aportación nueva. Yo lo que he intentado hacer es un updated. Llego hasta Ruiz Zafón, los autores más actuales, pero recojo estudios raros, especializados.

—Puedo entender que un nacionalista desconozca o manipule la historia o las historias que conforman Otra Cataluña pero, ¿y los constitucionalistas? ¿Saben de la importancia de la cultura catalana en español?

—Cuando se ha hablado de la cultura catalana en castellano en los últimos cuarenta años se ha hablado sin elementos de juicio. Era una tradición que no se había estudiado mucho. Yo creo que lo que aporto tiene que interesar tanto a constitucionalistas como a nacionalistas catalanes radicales. Esto es una parte de la cultura catalana que interesa a todos, y también a la gente a la que le interesa la cultura española. Es una línea muy central de la cultura española: la historia del libro en castellano pasa por Barcelona. No puedes hacer la historia del libro en castellano sin hablar de Barcelona. He intentado hacer una cosa que sirva para la gente interesada en los temas culturales y para la gente que quiera debatir la situación española y catalana actual, y no he intentado hacer un libro ideológico, sino un panorama cultural fácil de leer y con mucho énfasis en las biografías curiosas, en las anécdotas, porque yo creo que es una forma de escribir la historia cultural, que hacen algunos autores que yo admiro, como Robert Hughes o Pierre Assouline, que saben combinar un poco la anécdota con la categoría para que la lectura te funcione. La cultura hay que explicarla con amenidad.

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