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Ganador y finalista del concurso de Viajes sostenibles

viajes sostenibles en Zenda

La luna y sus viajes, de Jorge Fernández-Bermejo, y Vuelo de abuelo, de Rafa Olivares, son el relato ganador y el finalista de nuestro concurso de historias de viajes, patrocinado por Iberdrola y dotado con 3.000 euros en premios.

En esta ocasión han participado más de doscientos autores, que han podido publicar sus #Viajessostenibles en Instagram, Twitter y Facebook, además de en sus blogs, y que las han presentado en nuestro foro. El ganador recibirá 2.000 euros, y el finalista, 1.000 euros.

El jurado de este concurso lo forman los escritores Juan Eslava Galán, Juan Gómez-Jurado, Espido Freire, Paula Izquierdo y la agente literaria Palmira Márquez.

A continuación reproducimos sus relatos. El resto puede consultarse a través de nuestro foro. Gracias a todos por participar.

GANADOR

La luna y sus viajes

Jorge Fernández-Bermejo

El viaje empezaba al llegar a casa. Tiraba las llaves en la mesita, y me iba desnudando rápido. En bragas y sujetador descorchaba una botella de Rioja y llenaba la copa hasta el borde. Abría el grifo, y seleccionaba la música. El terciopelo romántico de Duke me llevaba a las calles de Nueva Orleans. Sexo, sudor, bourbon y fritanga construían la noche eterna. Luego me apetecía algo de rock and roll. Transitaba garitos raros en Londres, rodeada de trans, yonquis y tipos con caras muy raras. Al final me sentaba en un parque. La madrugada era templada y húmeda, lloviznaba. Desde la luna llegaba una música imaginaria, creo que era Debussy. Siempre me quedaba dormida con aquella pieza…Entonces llegabas tú, te sentabas a mi lado en el banco y bebías la lluvia de mis mejillas. Luego nos íbamos a la cama, esta era la parte preferida de mi viaje.

***

FINALISTA

Vuelo de abuelo

Rafa Olivares

En primavera, el abuelo se ausentaba de casa por la ventana. Salía revoloteando hasta posarse en la rama de un castaño del parque. Nos decían que después lo veían alimentándose de insectos y semillas, o sorbiendo agua en el estanque. Como no volvía hasta el otoño y no contaba nada, suponíamos que migraba al Norte. Lo que no sabíamos era si lo hacía con las grullas o con las cigüeñas.

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