Ya dijimos en el artículo del mes pasado que en la literatura, desde Homero, solo hay dos temas: el amor y la muerte. Así que si en junio hablamos de grandes amores (aunque atormentados), en julio, en Sopa de libros, toca hablar de muerte, con tres grandes novelas de la literatura contemporánea.
A sangre fría cuenta la historia del terrible asesinato de los Clutter, en Holcomb. Así empieza la novela:
El pueblo de Holcomb está situado en las altas planicies trigueras del oeste de Kansas, un territorio solitario que los demás habitantes de Kansas llaman «allá».
A dos delincuentes que están encerrados en una cárcel a más de seiscientos kilómetros de allí, otro recluso les cuenta que en la granja de los Clutter, en Holcomb, hay mucho dinero, que el padre de familia tiene una caja fuerte donde guarda mucha pasta y que es un golpe relativamente fácil. Así que Perry Smith y Richard Hickock, cuando salen de la cárcel, se hacen con un coche, conducen toda la noche y llegan a Holcomb dispuestos a dar el golpe. Pero cuando entran en la casa y despiertan al padre, éste les asegura que nunca ha tenido una caja fuerte, y de hecho, apenas tiene unos cuantos dólares en efectivo. Y efectivamente, por mucho que la buscan, no está ni donde les dijo el otro recluso ni en ningún lado. Smith y Hickock se ponen nerviosos y deciden matarles a todos, para que no haya testigos. Allí viven el padre, la madre y dos hijos adolescentes. Y así, sin más, se los cargan.
De pronto, en las primeras horas de aquella mañana de noviembre, domingo, ciertos ruidos extraños interfirieron en los sonidos nocturnos normales de Holcomb: en la histeria lastimera de los coyotes, en el chasquido seco de las raudas plantas rodadoras, en el gemido que se aleja velozmente del silbato de las locomotoras. Ni un alma del dormido Holcomb los oyó entonces: cuatro disparos de escopeta que acabaron —de incluirlos a todos— con seis vidas humanas.
Cuando Truman Capote leyó la noticia del crimen de los Clutter en la prensa, quedó tan impactado que decidió abandonar Nueva York junto con su amiga y autora del libro Matar a un ruiseñor, Harper Lee. Ambos viajaron hasta Holcomb para conocer todos los detalles de la masacre de primera mano, entrevistando a los vecinos. Capote acudió asimismo a la prisión de Lansing para entrevistarse con los asesinos. En 1965 publicó una elaboradísima crónica en cuatro entregas en The New Yorker, y en 1966 se publicó como libro, convirtiéndose en el acontecimiento editorial de la década. La novela permaneció 35 semanas en la lista de éxitos de The New York Times.
La personalidad de Perry cautivó a Capote. Hay quienes aseguran que existió una relación sentimental entre el escritor y el asesino, mientras otros aseguran que lo utilizó para darle un final llamativo a su obra. Dicen que Capote ayudó a demorar la sentencia de Smith mientras realizaba sus investigaciones. Lo cierto es que la escritura de la novela afectó a la vida del escritor, que dijo: “Nadie sabrá nunca lo que A sangre fría se llevó de mí. Creo que, en cierto modo, acabó conmigo”.
Pero si el relato de los asesinatos, la huida y la captura de los asesinos es impresionante, la forma en la que Capote cuenta la historia de los asesinos es brutal. Cuenta cada rasgo de personalidad de cada uno, los problemas que tuvieron en su infancia, y de mayores, las taras, los complejos, lo que les ha llevado a cada uno de ellos a la cárcel, lo que piensan cuando deciden atracar la granja de los Clutter, lo que hablan y hacen durante el viaje, y una vez que están dentro de la casa, cómo se atacan el uno al otro, cómo se pican diciéndose que no tienen valor para disparar. Es asombroso el análisis que hace Capote, cómo terminas entendiendo a los criminales (no comprendiendo lo que hacen, claro), y hay momentos incómodos en que hasta sientes simpatía por uno o por otro.
Es una novela absolutamente apasionante que te engancha y no te suelta, ni siquiera cuando la acabas. Porque te persigue. Pura literatura.
El segundo libro que he elegido es El adversario, de Emmanuel Carrère, que cuenta también una historia real pero tan asombrosa que te deja atónito desde la página uno. Así empieza:
La mañana del sábado 9 de enero de 1993, mientras Jean-Claude Romand mataba a su mujer y a sus hijos, yo asistía con los míos a una reunión pedagógica en la escuela de Gabriel, nuestro hijo primogénito. Gabriel tenía cinco años, la edad de Antoine Romand. Luego fuimos a comer con mis padres, y Romand a casa de los suyos, a los que mató después de la comida.
También con un estilo periodístico (recordemos que Emmanuel Carrère se ha convertido en un gran novelista pero primero es un gran periodista), El adversario nos cuenta la historia de Jean-Claude Romand, el hombre que se inventó su vida. Jean-Claude cuenta que es investigador de la OMS, pero es que sus padres, su mujer y sus hijos también lo creen. Empieza dejando la carrera pero diciendo a sus padres que sigue estudiando, con lo que los padres le siguen financiando. Luego dice que le ha fichado la OMS y de hecho se termina mudando con su familia cerca de la sede en Ginebra y todas las mañanas se va a trabajar, aunque en realidad se mete en una cafetería o pasea hasta que llega la hora de volver a su casa.
¿Pero de qué vive Jean-Claude Romand y cómo puede mantener ese ritmo de vida sin trabajar realmente? Pues vive de estafar a sus familiares y amigos diciéndoles que él puede, a través del banco de la OMS, gestionar fondos a plazo fijo con un interés muy alto. Y todo el mundo a su alrededor le da dinero para que lo invierta. Eso sí, les dice que el dinero no se puede tocar hasta dentro de mucho. Estafa a sus padres, a sus suegros, a sus cuñados, a sus amigos, y hasta a su amante. Pero claro, es imposible mantener la trampa durante tanto tiempo y al final hay un momento en el que todo se descubre, y en ese momento, Jean-Claude, en vez de confesar, decide que no quiere que sus hijos ni su mujer ni sus padres pasen tanta vergüenza, y decide matarlos. A todos.
Una noche acuesta a sus hijos y mata a su mujer. A la mañana siguiente, cuando los niños se despiertan, les dice que su madre aún duerme. Les pone un vídeo, prepara cuencos de choco-pops con leche y se sienta con ellos.
Sabía, después de haber matado a Florence, que también iba a matar a Antoine y a Caroline, y que aquel momento, delante de la televisión, era el último que pasábamos juntos. Les hice mimos. Debí de decirles palabras tiernas, como: «Os quiero». Lo hacía a menudo, y ellos correspondían muchas veces con dibujos. Incluso Antoine, que todavía no escribía bien, sabía escribir: «Te quiero».
Luego quema la casa y se va a por sus padres. También los mata. Pero le pillan.
El adversario cuenta una historia terrible, durísima, pero aun así, lo más terrible de este libro es la personalidad del asesino, y Carrère la cuenta de forma brillante. Como Capote, también se escribe cartas con el asesino y hay cierta relación personal, aunque Carrère mantiene la objetividad que produce la distancia con el protagonista. Se cartea con él con el único fin de contar lo que sabe y profundizar en la memoria de Jean-Claude, en su condición humana, para intentar entender qué ocurrió y adentrarse en sus motivaciones.
El adversario es una gran novela que cuenta una historia terrible.
La tercera novela de la que quiero hablar fue un gran best seller, pero también es una gran novela, emocionante, terrible y maravillosamente bien narrada. Se trata de El perfume, de Patrick Süskind. Publicada en 1985, fue la primera novela de su autor. Ha sido traducida a 46 lenguas y ha vendido cerca de 20 millones de ejemplares. Así empieza:
En el siglo XVIII vivió en Francia uno de los hombres más geniales y abominables de una época en que no escasearon los hombres abominables y geniales.
La clave de este ser abominable, que nace en la más absoluta miseria que se pueda imaginar, es que tiene un olfato prodigioso, capaz de descubrir la esencia de cualquier cosa. Ese es su mayor talento, pero su mayor carencia es que carece de humanidad. Comete su primer asesinato persiguiendo una fragancia que le apasiona. Lo sigue, lo busca, y cuando llega hasta una maravillosa muchacha que exhala ese olor, Grenouille la mata, sin dudarlo, para arrebatarle ese olor. Pero no lo consigue. Y a partir de entonces su mayor obsesión es aprender a destilar los olores, para encontrar esa esencia, ese olor que le haga humano. Y así se convierte en perfumista, el mejor, el más extraordinario, y luego empieza a experimentar y a tratar de extraer la esencia de cosas imposibles, como rocas y cristales, solo para descubrir cómo sacar la esencia de un cuerpo humano, para lo que no duda en matar.
La novela es apasionante por cómo está contada, por la inhumanidad del personaje también, pero es brutal cómo Süskind describe los olores y cómo cuenta lo que un olor puede conseguir en un ser humano. De hecho, al final de la novela hay una escena brillante en la que Grenouille se empapa de un perfume perfecto que ha fabricado con la esencia combinada de varias muchachas a las que ha asesinado, lo que provoca que la multitud que le espera se sumerja en una especie de orgía brutal, en la que todo el mundo es capaz de sacar sus deseos más profundos.
Los asesinatos, el talento para narrar el horror, pero también la capacidad de descubrir la mente del asesino y profundizar en ella. El asesinato real cometido en Holcomb que contó Capote, la mentira que dio lugar el asesinato terrible de toda una familia, también real, que contó Carrère, y la historia de ese asesino que no tiene alma, que cautivó a todos, inventado por Süskind. Amor y muerte.




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