Hacia el minuto 52 de la película Cop Land, Sylvester Stallone habla con una mujer. Antes, hemos entrado en el territorio de ficción de James Mangold, que debutaba como director con esta película, también escrita por él y estrenada en 1997. Debí de verla en televisión, o sea, quizá en 1998 o 1999. Volví a verla porque la encontré recomendada en X. Trata de una ciudad donde se han desplazado a vivir muchos policías, desde Nueva York, y donde han creado un lugar seguro para sus familias, a pesar de ser casi todos corruptos muy bien organizados. La “tierra de policías” del título es la tierra de la corrupción.
Hacia el minuto 52 de la película Cop Land, Sylvester Stallone habla con una mujer casada, interpretada por Annabella Sciorra. Antes, mucho antes, al comienzo mismo de Cop Land, tenemos a otro actor cuya cara nos suena, antes con True Romance, después, con Granujas de medio pelo, ahora mismo, con su cuenta en Instagram, donde defiende a Israel en el conflicto conocido y critica al futuro alcalde de Nueva York, Zohran Mamdani, al que llama “Zoron the Moron”. Se trata de Michael Rapaport, en lo que puede ser el mejor papel de su carrera. Rapaport está en un bar y decide volver a casa de madrugada. Conduce. Otro vehículo se le pone detrás en un túnel y casi le hace salirse de la calzada. Lo persigue; él es policía. Dentro van dos hombres negros, con pintas delictivas. En el tira y afloja de la conducción, el copiloto saca por la ventanilla lo que parece una escopeta. Rapaport frena en seco, echa mano de su revolver y dispara un poco a lo tonto al otro coche, que queda cruzado en medio de la carretera. Los dos hombres negros están muertos. Llegan policías y ambulancias. Descubren que lo que asomó por la ventanilla no era el cañón de una escopeta, sino una simple barra de hierro, un gato quizá. Uno de los policías (todos son de cop land) planta, como suele decirse, una pistola suya, de las de amañar escenas del delito. Así su compañero, Rapaport, será absuelto de matar negros, como es costumbre sucia por allí, plantar pruebas falsas y salir indemne. Pero un enfermero, también negro, ve la jugada, la denuncia a gritos, se pelean, no va a salirles bien. Así que Harvey Keitel llama a Rapaport a su lado, junto al puente. De pronto, Rapaport ha saltado desde el puente, habrá muerto, ya no hay caso. Nosotros no hemos visto el salto, nadie lo ha visto. Toda la película será buscar a Rapaport, vivo o muerto, en ese limbo de ficción policial que se crea con pruebas falsas, trucos y jugarretas.
Hacia el minuto 53 de la película Cop Land, Sylvester Stallone habla con una mujer casada, interpretada por Annabella Sciorra, mujer a la que él salvó de morir ahogada, y de la que se enamoró, pero que acabó casada con otro policía, uno de los malos, que no le hace bien alguno, y ahora están en casa de ella, íntimamente arrebujados, como amigos, después de un incidente con el esposo, y de todo lo contado ya aquí, el puente, la jugarreta, la investigación interna y la vida o la muerte de Rapaport. Vista más de veinte años después, Cop Land me pareció una película enorme, compleja, moralmente afilada, como eran muchas en los años 90. Tengo dicho que la década de los 90 es la mejor década de la Historia del Cine, afirmación tan caprichosa como casi cualquier otra, los años 70, los años 40, los años 20. Con todo, del visionado primigenio (quizá en 1999), sólo me quedaban dos apuntes, dos recuerdos, un par de cosas. Una, ya ven, procede de una crítica que en España se hizo de la película, donde se describía a los personajes como hombres “con cortes de pelo de diez dólares”. Puede que fuera una frase traducida de una crítica americana, ahora que lo pienso, pues los críticos de cine españoles no son tan ingeniosos, y no cuentan las peluquerías en dólares (y quizá eran 6 o 7 dólares, esos peinados). La otra cosita que recordaba de una película de casi dos horas donde sale una decena larga de actores que conozco y donde hay un buen puñado de escenas violentas inolvidables y de giros de guión muy meritorios, es lo que sucede hacia el minuto 52 de la película. De todo lo que pasa en la película, no recordaba absolutamente nada, salvo eso que sucede en el minuto 52, más o menos.
Porque hacia el minuto 52 de la película Cop Land, Sylvester Stallone habla con una mujer, interpretada por Annabella Sciorra, mujer a la que él salvó de morir ahogada, y de la que se enamoró, pero que acabó casada con otro policía, uno de los malos, que no le hace bien alguno, y ahora están en casa de ella, íntimamente arrebujados, como amigos, después de un incidente con el esposo, y de todo lo contado ya aquí, el puente, la jugarreta, la investigación interna y la vida o la muerte de Rapaport. Y, durante la charla, que debe de durar uno o dos minutos, ella le pregunta: “¿Puedo saber por qué nunca te casaste?”, y Sylvester Stallone, en el papel más anómalo de su carrera, tras pensarlo unos segundos, contesta: “Las mejores chicas estaban con alguien”.
Y eso, esa frase, “las mejores chicas estaban con alguien”, es lo único que recordaba yo de esta película de corrupción y violencia tras veinticinco años de haberla visto, teniendo yo, de hecho, al verla, alrededor de veinticinco también.
Y me pareció impresionante.



La estructura de este texto me recuerda a La casa de citas, de Robbe-Grillet. Voy a ver si pillo la peli en alguna plataforma.
Texto absolutamente delicioso sobre una película fascinante.
Alberto Olmos escribe muy bien. No obstante, es difícil estar completamente de acuerdo con todo lo que dice y hace. E.g.: el odio africano hacia los funcionarios. Es un odio visceral y por lo tanto irracional, como odiar a los chinos o los esquimales. Es un odio interesante, de hecho. Cinematográfico, de frases para el recuerdo. No creo que durase mucho, me refiero físicamente, en un país anarcocapitalista… hay que vender muchos libros y escribir muchas columnas para pagarse un tratamiento de cáncer sin ayuda.
Yo odio a los funcionarios. Estoy casado con una de ellos. Yo soy funcionario.
…mis escenas favoritas de Michael Rapaport son en Granujas de medio pelo, llevando la gorra con linterna hacia atrás, para parecer más guay…y como vendedor de Plutonio de segunda mano en Big Bang Theory.
Brutal.