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Harry Hole necesita mi ayuda, comienza una gran aventura

Harry Hole necesita mi ayuda, comienza una gran aventura

A Harry Hole no puedes decirle que no. Cuando el bueno de Harry me llamó y explicó lo que estaba pasando en Oslo no me pude negar. Hice la maleta en un santiamén y puse rumbo a la capital noruega sin pensármelo dos veces. Para un aspirante a escritor de novela negra como yo esta es una ocasión que no se puede dejar pasar.

En el autobús que me llevó desde Burgos a Madrid traté de repasar todos los hechos, de buscar pistas, localizar algún hallazgo que ofreciese algo de luz, pero fue en vano. Las cosas no mejoraron en el avión. A mi miedo a volar le añadí los nervios de la misión en la que me había enrolado, y el desasosiego que me causaba no avanzar en la investigación. Este peligroso cóctel me hizo llegar al aeropuerto de Gardermoen en unas condiciones lamentables.

Queda poco para que vuelva a nevar. Harry lo sabe y  por eso no tenemos tiempo que perder. En cuanto los copos blancos llenen las aceras y cubran las carreteras de Oslo, el asesino volverá a aparecer y lo hará para matar de nuevo. Son muchas las esposas y madres que han desaparecido en los últimos años. No hay tiempo que perder.

Harry me espera en el hall de la terminal. Me saca una cabeza. Su porte atlético y su mirada de hielo me intimidan. Me hace una señal para que le siga hasta el parking. Una vez dentro del coche, su rostro cambia, esboza un extraño gesto, a medio camino entre una sonrisa y me suplica:

— El jueves llegarán las primeras nieves. Tenemos tres días para encontrarlo.

No sé que constestarle. Me siento idiota. Durante ese silencio tan eterno, repaso de nuevo todo lo que he leído del caso y le preguntó:

—¿Por qué una bufanda roja?

Harry Hole frunce el ceño. Arranca el coche y mirándome a los ojos me dice:

—Esa es una buena pregunta

No volvemos a hablar hasta que llegamos a la comisaría. Extiendo la palma de mi mano para sentir los copos de nieve en ella. Pese al frío —y mi estómago revuelto— tengo unas ganas terribles de tomarme una cerveza helada. Se lo propongo a Harry, no dice que no ni que sí, pero noto en su mirada y en sus manos la ansiedad de un alcohólico que daría cualquier cosa por tomarse un buen trago de un golpe.

Al final, Harry Hole rehúsa mi oferta.

—No hay tiempo para eso. No te he llamado para tomar cervezas; has venido a trabajar —me responde con el gesto más serio de lo habitual, si eso es posible.

 

Durante los próximos días recorreré Oslo en busca de las pistas que nos permitan atrapar al peligroso asesino de El Muñeco de nieve. Espero no defraudar a Harry Hole. (Continuará)

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