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Holocausto

La tarde del 27 de enero de 1945 fue especialmente fría, como si el duro invierno intentara terminar con la vida de los 7.600 prisioneros que habían logrado escapar de las marchas de la muerte y las últimas matanzas realizadas en Auschwitz antes de que los verdugos nazis escaparan a toda prisa. Aquel día permanecería para siempre como la fecha elegida para el Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Victimas del Holocausto.

En el año 2015, una mañana también fría de diciembre, recorrí aquellos campos desolados, en los que apenas quedan algunos barracones reconstruidos de madera y la imponente entrada que señalaba el límite entre la vida y la muerte. Birkenau quedó grabado en mi memoria, y las palabras de Primo Levi tomaron más sentido que nunca cuando nos advirtió en su famoso libro Si esto es el hombre: “Los que vivís seguros en vuestras casas caldeadas, los que os encontráis al volver por la tarde, la comida caliente y los rostros amigos, pensad en esto que ha sucedido. Os encomiendo estas palabras. Grabadlas en vuestros corazones al estar en casa, al ir por la calle, al acostaros y al levantaros, repetidlas a vuestros hijos, o que vuestra casa se derrumbe, la enfermedad os imposibilite, vuestros descendientes os vuelvan el rostro”.

"Salimos al patio trasero y desde allí me asomé por la pequeña tapia que daba al viejo jardín en el que Pimentel se afanó en salvar tantas vidas"

El olvido es siempre más peligroso que el exceso de memoria. Nos acercamos a un precipicio de odio y confrontación del que únicamente pueden salvarnos los recuerdos del pasado, las voces de los millones de víctimas de la Segunda Guerra Mundial, entre las que se encontraban algunos miles de españoles, pero también los refugiados republicanos que cruzaron la frontera por temor a ser masacrados y las víctimas de todas las guerras, especialmente los niños.

La historia de la guardería de Henriëtte Pimentel, una judía sefardí, la mujer que salvó a más de seiscientos niños en Ámsterdam durante la ocupación nazi, puede parecernos otro de los muchos actos heroicos, que al menos nos muestran un rayo de esperanza en el ser humano, pero su ejemplo debe servirnos además de inspiración y paradigma.

Mi familia y yo visitamos Ámsterdam en el verano del 2019, antes de que la pandemia nos sacudiera y cambiara para siempre nuestra forma de vida. Entramos en la escuela de pedagogía protestante desde la que Johan van Hulst sacaba a los niños de la guardería y que hoy es un museo dedicado al Holocausto. Salimos al patio trasero y desde allí me asomé por la pequeña tapia que daba al viejo jardín en el que Pimentel se afanó en salvar tantas vidas: un sitio que parecía tan común se había convertido en un santuario de esperanza.

"Nadie muere definitivamente mientras sea recodado y amado. La memoria es el mejor arma contra la barbarie"

Al día siguiente fuimos en coche hasta el campo de Westerbork, un campo de tránsito creado por los propios neerlandeses para atender a los miles de judíos que intentaban escapar de Alemania, pero que los nazis usaron para encerrar a los disidentes y semitas del país. Mientras caminábamos sobre la planicie rodeada de hermosos bosques me pregunté: ¿algo así podría suceder en la actualidad? La respuesta que acudió a mi mente fue inquietante. En Europa y Estados Unidos se están sembrando de nuevo las semillas del odio, el ultranacionalismo, el racismo y el antisemitismo. Nos encontramos al borde de un abismo, que únicamente podemos evitar educando en valores a las nuevas generaciones.

Hoy, más que nunca, las palabras de Albert Camus ponen en evidencia el peligro que nos acecha: “¿no creen ustedes que todos somos responsables de la falta de valores? Y que si todos nosotros, que procedemos del nietzscheísmo, del nihilismo o del realismo histórico, confesáramos públicamente que nos hemos equivocado, que existen valores morales y que en lo sucesivo haremos lo que sea necesario para fundarlos e ilustrarlos, ¿esto podría ser el comienzo de una esperanza?[1]”.

La literatura puede salvarnos a todos, es la mentira que dice la verdad, como señaló Juan Rulfo, y aunque algunos se quejen de que hay muchos libros sobre el Holocausto, en el fondo no se dan cuenta de que cada una de las vidas destruidas y despojadas de su humanidad nos pide que nos atrevamos a contar su historia y a no olvidarlos. Nadie muere definitivamente mientras sea recordado y amado. La memoria es el mejor arma contra la barbarie.

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[1] Albert Camus, Cuaderno V, Carnets

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Autor: Mario Escobar. Título: La casa de los niños. Editorial: Ediciones B. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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