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Ignacio Gómez de Liaño: «Democracia es una palabra que lo mismo sirve para un roto que para un descosido»

Ignacio Gómez de Liaño: «Democracia es una palabra que lo mismo sirve para un roto que para un descosido»

Desde 2008 con Recuperar la democracia, y más recientemente (2019) con Democracia, Islam, nacionalismo, Ignacio Gómez de Liaño ha mostrado una intensa preocupación con el devenir político en nuestro país y en el mundo. En su nuevo libro, El eclipse de la civilización (La Esfera de los Libros, 2023), propone una explicación general a la decadencia emergente debido a la amenaza de tiranía que recorre la civilización actual. La mirada de Gómez de Liaño abarca desde comienzos del mundo clásico hasta la no demasiado satisfactoria actualidad.

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—La transformación de las democracias en tiranías es algo que ya fue analizado y estudiado por los antiguos. ¿En qué medida crees que este proceso actúa en nuestro tiempo como motor del eclipse civilizacional?

—El proceso que lleva a la tiranía tiene dos caras principales. Por un lado está la falta de formación de las personas en valores como la solidaridad, la libertad de conciencia y expresión, la igualdad ante la ley. Por otro, están los movimientos políticos y político-religiosos que pretenden imponer a la fuerza su idea de la persona, de forma que esta se convierte en subproducto de esas ideologías. Y eso es algo que suelen conseguir cuando hacen del Estado un duplicado de la ideología.

—Cicerón, Séneca, Pablo de Tarso… ¿Qué pueden aportarnos?

"Cicerón, al final de su vida, se dio cuenta de que para el mantenimiento de la civilización no bastaba con que el Estado estuviese bien constituido"

—Dicho en pocas palabras, Cicerón, que en su obra recogió lo mejor de la filosofía griega y del derecho romano, pensó, inicialmente, que bastaba con que el Estado se rigiese con buenas leyes y que su gobierno se fundara en el acuerdo de una aristocracia intelectual y moral, basada en el mérito, con el conjunto del pueblo. Pero al final de su vida se dio cuenta de que para el mantenimiento de la civilización no bastaba con que el Estado estuviese bien constituido. Había que conseguir también que los ciudadanos asumiesen un sentido cabal de la responsabilidad, de sus deberes y obligaciones. De eso trata en De officiis. Séneca destacó otro factor civilizador, sobre todo en sus Cartas a Lucilio: la persona debe practicar una especie de autopsia mental o de examen de conciencia diario, de forma que, mediante ese diálogo interior o con personas de confianza, vaya desprendiéndose de lo reprobable y afianzándose en lo virtuoso. Los valores que apoya Séneca son semejantes a los apoyados por Cicerón y, sobre todo, a los que sostiene Pablo de Tarso, dada la importancia que ambos otorgan a la virtud y, especialmente, a la caritas o entrega a los demás, sobre todo si es gente vulnerable. Pero Pablo aporta otras dos dimensiones que no se encuentran en Cicerón y en Séneca. Una es la formación de comunidades basadas en ciertos valores comunes, la otra es la creencia de que el Dios Todopoderoso ha hecho que su Hijo Único se encarne en un ser humano, Jesús de Nazaret, y que este haya aceptado sufrir una pena tan innoble en la época como la crucifixión a fin de salvar al género humano.

—La componente ideocrática es para ti esencial en la medida, entiendo, que puede generar un obstáculo decisivo a las tendencias totalitarias presentes en nuestro tiempo… Pero el tiempo de la Modernidad que emerge en el siglo XX es otro tiempo…

—Las ideas, sobre todo cuando se convierten en creencias, influyen de forma decisiva en la conducta y la vida de los individuos y las sociedades. Si las ideas son buenas, influyen para bien; si son malas, lo hacen para mal. La marcha y orientación de las sociedades no se explica sólo por factores económicos o geográficos, sino también, de forma relevante, por factores ideológicos. Sin sus predicaciones o ideología religiosa, Mahoma no habría conseguido su poderío político. La revolución comunista encabezada por Lenin en Rusia tenía, en buena medida, como causa la ideología de Karl Marx, especialmente la que se desprende del Manifiesto del Partido Comunista, asumida por el propio Lenin y sus compañeros. Tampoco Hitler habría desencadenado los horrores que desencadenó sin la ideología que expone en Mi lucha. O sea, las ideologías, como se ve en el caso de Stalin, Marx, Hitler, Mao, etc., fueron una causa importante, aunque no única, de millones de muertes violentas.

—Mahoma, Marx, Hitler… ¿Por qué ellos? ¿Qué crees encarnaron mejor que otros personajes?

"No debe sorprendernos lo mucho que se parece ETA a las SS y las SA del nazismo"

—Los he escogido por la relevancia social que han tenido y siguen teniendo sus ideologías. Para los tres aquellas personas que no se ajustan a la idea que ellos tienen de la persona hay que perseguirlas, incluso eliminarlas. En el caso de Mahoma, desde el año 622, cuando se traslada a Medina, hasta su muerte, unos diez años después, no paró de hacer guerras, lo que en parte se explica porque la situación de Arabia era de continuas guerras tribales entre los judíos y los árabes y entre las tribus árabes. De todos modos, para Mahoma el enemigo a batir es el infiel, o sea, el que no hace suyas las ideas político-religiosas del propio Mahoma. En el caso de Marx, el enemigo es el burgués y su modelo humano el proletario. En el caso de Hitler, el enemigo es el judío y su ídolo el ario-germánico. En el caso de Sabino Arana Goiri, que es un precedente ideológico de Hitler, el enemigo a batir es el español y su modelo humano es el vasco. Por eso no debe sorprendernos lo mucho que se parece ETA a las SS y las SA del nazismo.

El miedo a la muerte es el más intenso de los miedos, muy posiblemente la piedra miliar del orden político y social. Más allá del amor…

—Por eso mismo hay que rechazar las ideologías que condenan a muerte a los que discrepan de la ideología sólo por el hecho de que discrepan. Y hay que fomentar el amor, entendido como una entrega racional, virtuosa, a los demás. En cuanto tal, la muerte, o es la extinción de la conciencia, o es la entrada en una nueva forma de conciencia de una realidad más propicia, esperemos, que la que se ha experimentado hasta la hora de la muerte.

—Eticocracia contra tiranía…

"Frente a las eticocracias están las tiranocracias, muchas de las cuales han recibido o reciben el amable apelativo de democracias"

—He querido evitar el término “democracia”, ya que con ese término, concretamente el de “democracia popular”, se han designado regímenes tiránicos como fueron los de la Europa del Este sometida a la URSS. Democracia es una palabra que lo mismo sirve para un roto que para un descosido. Con el término “eticocracia” he querido expresar la importancia que tienen los valores morales para constituir la mejor forma de Estado y conseguir que la sociedad viva de forma civilizada. En el capítulo final de El eclipse de la civilización paso revista a los valores que considero esenciales en una eticocracia. Frente a las eticocracias están las tiranocracias, muchas de las cuales han recibido o reciben el amable apelativo de democracias.

—Napoleón barajó la posibilidad de convertirse al islam aunque, finalmente, fue coronado Emperador por el Papa. Los orígenes del islamismo radical están, más en la descomposición forzada impuesta por los vencedores, tras la Gran Guerra, que en la naturaleza de las cosas. Sin la creación y protección de enclaves como Arabia Saudí (Inglaterra y los Estados Unidos) o el ascenso al poder de Jomeini, inseparable de la política norteamericana del momento, el fenómeno islamista sería inconcebible…

—En eso de convertirse al islam Napoleón se parece mucho a no pocos líderes nazis que, al final de la Segunda Guerra Mundial, huyeron a Egipto y a otros países musulmanes y se convirtieron al islam. Napoleón aspiraba a ser autoridad indiscutible en todos los planos posibles, como Mahoma para los árabes de su tiempo y región. No cabe duda que los factores políticos que has señalado y otros muchos han influido en la radicalización del islam, pero basta con examinar la vida de Mahoma y leer el Corán y los Hadith para darse cuenta de que el primer islamista radical fue el propio Mahoma y que en su ideología político-religioso están las bases ideológicas del radicalismo islamista. Es cierto que el primer Mahoma, el de La Meca, predicaba una doctrina más amable o cristiana, pero no tuvo demasiado éxito, y cuando en Medina se convirtió en líder político y caudillo militar, su pensamiento adquirió tintes más radicales y combativos, que son los más apreciados por las autoridades religiosas del islam, aunque no por los sufíes. Con esto no estoy diciendo que los musulmanes sean “malos”, moral y socialmente hablando, pues la verdad es lo contrario, como yo mismo lo he podido ver en los amigos musulmanes que tengo. Y si vamos a los cristianos, vemos que muchos dirigentes han llevado a cabo destrucciones y muertes, que el ideario cristiano nunca habría avalado. Pienso que los musulmanes deberían llevar a cabo una reforma religiosa, en el sentido de adoptar los valores más positivos que figuran en el Corán y rechazar los más negativos por haber sido consecuencia de la difícil situación de guerras intertribales con la que Mahoma se encontró al trasladarse a Medina.

—La crisis del COVID ha expuesto cómo la distopía tecnocrática acecha a las sociedades occidentales. Los protocolos terapéuticos propuestos por organizaciones internacionales se han impuesto dictatorialmente por muchos Estados supuestamente democráticos en condiciones de Estado de Excepción. Las muertes se cuentan ya por millones y crecen, así como el intento de enterrar bajo la alfombra las motivaciones, los errores y las consecuencias. ¿Cómo encaja esto con tu modelo?

"La pandemia era un instrumento insuperable para implantar un régimen totalitario en el que la sociedad se viese obligada a vivir encarcelada"

—En septiembre de 2021 publiqué un libro titulado 2020-2021. Mi tiempo de confinamiento (Ediciones Universidad de Salamanca). Voy a transcribir algunas frases de ese libro, pues sigo pensando lo mismo que entonces respecto al Covid. “El tiempo de confinamiento me sirvió para medir la enorme dimensión que podía adquirir la mentira y el embuste, el cuento y la ficción como arnas políticas de manipulación”. “¿No es esto (la hipocresía) lo que hemos visto con la pandemia? Un gobierno que se viste con todas las apariencias del bien, al tiempo que mata con el engaño”. “Todas esas maravillosas soflamas a favor de la sostenibilidad, el multiculturalismo, la cuota de género, el pueblo, los vulnerables, lo público, los desfavorecidos, la resiliencia, etc., no son más que la cortina de humo detrás de la cual prenden sus hogueras inquisitoriales los grandes hipócritas de nuestro tiempo”. “Era un pensamiento que me había asaltado desde hacía años, pero que ahora se me hacía mucho más presente e hiriente. Lo expresaré mediante un razonamiento. Si no hubiese enfermedades, las compañías farmacéuticas, algunas de las cuales mueven miles de millones de dólares, caerían en la ruina. Consiguientemente, desde un punto de vista económico ninguna empresa está más interesada en que la gente se ponga enferma que las compañías farmacéuticas”. Y vayamos a la última frase, aunque en mi mencionado libro se pueden leer otras muchas que tratan del Covid: “En medio del confinamiento hice también otra reflexión política de más largo alcance. La pandemia era un instrumento insuperable para implantar un régimen totalitario en el que la sociedad se viese obligada a vivir encarcelada y sin poder recurrir a la menor forma exterior de protesta”.

—¿Crees que Pedro Sánchez es un tirano o está en trámites de convertirse en uno?

—Una cosa que siempre me ha llamado la atención en Pedro Sánchez es su inmensa capacidad para mentir. Sospecho que es de los embusteros políticos mayores de la Historia de España. El desprecio que tiene a la verdad podría dar lugar a una enciclopedia solo con transcribir sus incontables embustes. Para él la verdad no tiene ningún valor. Solo le importa mantenerse en el poder al precio que sea. El otro rasgo de su personalidad que me llama la atención es su narcisismo. Lo que le ha llevado a dar millones a los medios de comunicación de masas, como la televisión. Lo que quiere es que publiciten su figura y su gobierno, que procura ejercer en base a decretos evitando en lo posible los debates parlamentarios. El tercer rasgo que destacaría en Sánchez es su total falta de empatía, que trata de camuflar a base de propaganda y mentiras. O sea, con la fabricación de apariencias. Lo que me lleva a recordar a los “sastres”, digo a los atuendos con los que él y sus ministras se lucen, pues, como dijo Quevedo en sus Sueños: “Ahora ando averiguando cuál fue primero, la mentira o el sastre. Porque si la mentira fue primero, ¿quién la pudo decir si no había sastres? Y si fueron primero los sastres, ¿cómo pudo haber sastres sin mentira?”.

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11 meses hace

Buena entrevista. Y, al final de la misma, excepcional retrato de un dictador. Debería publicitarse en todos los medios. Pero, realmente, toda la entrevista es excepcional. Mucho a remarcar, mucho a comentar, sería muy largo, no hay tiempo.

Las ideologías, siempre la misma maldición. En ciertos personajes siempre dudo entre dos opciones a cual peor: si piensan que su ideología es la única solución a todos los males, craso y fatal error, o realmente la ideología es un mero instrumento para sus propios fines personales y lo mismo les hubiera dado «arre que so», otro de esos dichos populares españoles que no tienen precio y que reflejan una excelsa sabiduría popular.

Lo dicho, parece imprescindible leer este libro. Seguro que los libros del señor Liaño no figuran en la «biblioteca perfecta» promocionada por Zenda.

Guillermo Searle Hernández
Guillermo Searle Hernández
11 meses hace

Excelente.