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Javier Ruibal: “Trabajo con esmero las composiciones, pues la palabra y la armonía son igual de importantes”

Javier Ruibal: “Trabajo con esmero las composiciones, pues la palabra y la armonía son igual de importantes”

Prefiere que le llamen músico, compositor y autor de sus letras a cantautor. Sea como fuere, Javier Ruibal (El Puerto de Santa María, Cádiz, 1955) escribe unas historias tan apasionantes para ser cantadas en unos pocos minutos que ya quisieran para sí muchos novelistas. Además, si Bob Dylan ha ganado el Premio Nobel de Literatura, Javier Ruibal podría (y debería) ganar el Premio Cervantes pues sus letras derrochan calidad y sentimiento, frescura y sensibilidad, honestidad y talento. Y excelencia, mucha excelencia. Que el gaditano introduce a guitarrazos en el corazón de su público. Por todo ello obtuvo hace pocos meses el Premio Nacional de Músicas Actuales. En esta entrevista para ZENDA habla con claridad, algo que se aprecia en este tiempo de respuestas rápidas e irreflexivas. Las fotografías de esta entrevista pertenecen a Pepa Niebla y Fernando Fernández.

El pasado octubre ganó el Premio Nacional de Músicas Actuales 2017, un reconocimiento a su trayectoria, que ya ha cumplido 35 años, dotado con 30.000 euros y que concede el Ministerio de Cultura. ¿Qué siente?

—Gratitud y estímulo para seguir en esto. Ni lo ambicionaba ni lo esperaba, así que la sorpresa fue muy grande, sobre todo porque los artistas que han sido premiados antes que yo son todos de trayectorias ejemplares en cuanto a la búsqueda de identidad y a la lealtad con la música.

Lleva toda la vida componiendo e interpretando sus temas acompañado por su guitarra, pero no le gusta que le clasifiquen como cantautor. ¿Por qué?

—Yo prefiero que me llamen músico, compositor y autor de mis letras. En el subconsciente colectivo creo vislumbrar que el público asocia a la etiqueta cantautor con canciones donde prima la poesía y la reivindicación, con una música meramente circunstancial que la acompañe. Yo trabajo con esmero las composiciones, pues la palabra y la armonía son para mí igual de importantes.

"Sigo interpretando canciones que tienen treinta años y me las sigo creyendo igual. Lo mejor es que el público las pide."

Once discos en 37 años de carrera no es una cifra muy alta, ¿no le parece?

—Cierto, y la cantidad es algo muy en valor con lo que yo no comulgo. Prefiero el refrán de menos es más para que no me caduquen las canciones cada año. Sigo interpretando canciones que tienen treinta años y me las sigo creyendo igual. Lo mejor es que el público las pide.

Si le pregunto lo que significa para usted la palabra ‘independencia’, ahora que está tan de moda, ¿qué responde?

—La independencia es un estado de ánimo y de acción. No me animan las directrices de otros sino aquellas que yo mismo me marco. Y en cuanto a la independencia profesional aplico exactamente el mismo patrón. Nunca quise pertenecer a un estilo ni a un gremio determinado y he buscado la singularidad de forma tenaz. Puede que eso me saque del ángulo de visión del público en general, pero siempre he sabido que soy bien visible para los que buscan lo mismo que yo.

Su carrera ha destacado por el compromiso con el acervo cultural andaluz. Sin embargo, en los últimos años se muestra más gaditano y a la vez más cosmopolita que nunca. ¿Cómo se resuelve esta aparente contradicción?

—Realmente no se puede decir que yo tuve o tengo un compromiso con la identidad cultural andaluza. Yo no busqué resaltar ese perfil, era el mío natural y mi música resuena a los lugares donde nací y crecí. Es más, siempre busqué la heterodoxia para no caer en purismos que me lastraran el avance natural y la búsqueda que el arte siempre tiene. Por eso agradezco el matiz que incorpora la gaditanía que no deja de ser andaluza pero tiene peculiaridades mas allá de lo andaluz en cuanto a frescura, ingenio, imaginación y mezcla de influencias. Somos hijos de tantas culturas que no ocultamos nuestra impureza y eso nos da luz para el presente y herramientas para el futuro.

"No hay ritmo o armonía que no me interese ni me suponga una limitación. Solo hay un par de premisas: no caer en la vulgaridad ni en la imitación."

José Manuel Caballero Bonald escribió sobre sus canciones que son “la soldadura perfecta, en donde lo popular se alía con lo culto sin ninguna fisura”. ¿Cómo las escribe?

—No tengo método, dejo que la música fluya y compongo como si jugara. No hay ritmo o armonía que no me interese ni me suponga una limitación. Solo hay un par de premisas: no caer en la vulgaridad ni en la imitación. El canto popular está lleno de expresiones llanas y nada sofisticadas y estructuras musicales que tampoco lo son. Ahí es donde creo que interviene la voluntad de engarzar una nueva composición que, sin perder la frescura de la nueva creación, siga el hilo conductor de la tradición.

Ha compuesto canciones, entre otros, para Pasión Vega, Mónica Molina, Ana Belén o Martirio. También para el cine. ¿Las escribe de diferente manera que si son para usted?

—Intento ponerme en su lenguaje sin dejar de ser yo mismo. Se supone que si me piden una canción es porque esperan que mis maneras de componer se vean reflejadas. Aún así lo bonito del reto es que parezcan composiciones suyas y el atuendo musical se ajuste lo máximo a su figura artística.

¿Hay que estar en silencio para crear, ya sea para escribir canciones o novelas?

—Por supuesto, sin silencio es imposible.

"Me gustan muchísimo Saramago, García Márquez, Juan Rulfo, Cortázar… De los actuales, Felipe Benítez Reyes."

¿Cuáles son sus autores literarios preferidos, esos a los que siempre se arrima en busca de estímulos?

—Hay muchos y muy grandes pero ya hace mucho que no se trata de alcanzarles sino de dejarse influenciar por ellos. Me gustan muchísimo Saramago, García Márquez, Juan Rulfo, Cortázar… De los actuales, Felipe Benítez Reyes.

Por cierto, ¿qué tipo de lector es?

—Soy voraz cuando tengo mucho tiempo. Y prefiero la novela a otras lecturas.

En 2013 estrenó sello discográfico propio: Lo Suyo Producciones. ¿Tan mal ve usted la industria musical?

—Tener un sello propio te da libertad y no tiene nada que ver con que vea mal la industria musical. Desde ahí controlo qué está sucediendo con mis publicaciones y hasta donde llegan.

El estudioso musical Luis García Gil escribió en su libro Javier Ruibal, más al sur de la quimera (Ediciones Mayi, 2011) que usted está “encumbrado por la crítica especializada y por los compañeros de oficio”. De hecho, se le reconoce como un músico de culto. ¿Dónde dejamos al público?

—Tengo mi público, que son mis cómplices y compañeros de viaje. Si por público se refiere usted a la masa, entonces mejor dejemos a la masa donde está.

¿Sigue siendo una persona entusiasta?

—Absolutamente.

"No importa cómo viva un músico, sino la buena factura de su obra."

¿Para ser músico hay que llevar mala vida?

—Se puede ser músico llevando buena o mala vida. La música desgraciadamente no arregla los desordenes vitales de los músicos. Esos vienen de otros rincones imprevisibles de la existencia. Muchos artistas han sucumbido a su fama de crápulas porque los seguidores fanáticos han ensalzado ese lado oscuro de su personalidad como algo excitante y transgresor. No importa cómo viva un músico, sino la buena factura de su obra.

¿Qué proyectos tiene entre manos?

—Los de siempre: componer, escribir, dar conciertos… seguir adelante. Acabo de empezar a grabar mi nuevo disco y estoy contento y expectante. Ojalá quienes me eligieron sientan lo mismo que yo.

Fotos: Pepa Niebla y Fernando Fernández

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