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José Luis Olaizola, tras la puerta de la esperanza

José Luis Olaizola, tras la puerta de la esperanza

Hace no muchos días falleció José Luis Olaizola, buen amigo, compañero de las letras y maestro, aunque nos llevábamos demasiado bien, quizá, para que se estableciera una relación, la de los maestros y discípulos, que suele ser tirante y difícil. Pero es indudable que yo aprendí mucho de él, en medio de partidos de tenis, pequeños artículos de hoja parroquial (amenos y maravillosos), presentaciones de libros, prólogos, entrevistas.

En fin, casi una vida de literatura, escritura, periodismo, deporte, religión… Quizá una vida.

José Luis es una de las mejores personas que he conocido, y creo que eso es mucho decir, y al mismo tiempo, alimentado por esa bondad, un escritor que crece a mis ojos conforme pasan los años, y esto ya me ocurría estando él vivo.

Hay muchas formas de escribir bien y José Luis practicaba una. Su estilo era elegante, sencillo, accesible, como era él como persona. Él, como yo, podía haber escrito de forma mucho más complicada, pero decidió ejercer el difícil arte de escribir fácil, el “difícil esfuerzo del escribir sencillo”, si no recuerdo mal que decía.

"Lo conocí leyendo Cucho, en el colegio, obra maestra de la literatura infantil, y luego leyendo todos los domingos sus pequeños artículos de la hoja parroquial, que tan grato recuerdo me dejaron"

Era alto, de buena figura, muy buen deportista, con medallas en su haber. Hablaba muy bien, escribía muy bien… Decía que de joven había sido muy vago; a mí me contó que su mujer le dijo que ella no estaba dispuesta a irse con un vago, y que eso le hizo cambiar. Entonces se hizo muy trabajador.

Yo creo que José Luis consiguió todo lo que se propuso firmemente en su vida, todo lo realizable. Tuvo una mujer maravillosa, Marisa, y una gran familia. Fundó una ONG, Somos Uno, que lucha contra la prostitución infantil en Tailandia.

Yo no sé cuántos libros escribió, porque unas veces se da un número y otras veces otro. He leído que escribió unos 60, 80… pero pudieron ser 100, o más, y a eso hay que añadirle sus muchísimos artículos, por ejemplo para Telva, y los infinitos pequeños textos que escribió para la hoja parroquial de Las Lomas, iglesia de la que fue párroco mi querido tío Paco, gran amigo suyo.

Lo conocí leyendo Cucho, en el colegio, obra maestra de la literatura infantil, y luego leyendo todos los domingos sus pequeños artículos de la hoja parroquial, que tan grato recuerdo me dejaron. Allí José Luis desarrollaba un periodismo humanista y humano, me atrevería a decir, comentando noticias o curiosidades para todos nosotros, deleitándonos. Lo primero que hacía al sentarme en la iglesia era leer el artículo de José Luis.

Con el tiempo yo también escribí algunos de esos artículos, y recuerdo cómo José Luis me decía, en medio de un partido de tenis, que había que dar “un flash” en esos textos. No se me olvidará nunca, y lo entendí muy bien.

"Olaizola era un hombre de profunda fe, y ésa es otra cosa que me unía a él. Los dos éramos muy religiosos, mucho más practicante él que yo, por supuesto, pero igualmente religiosos"

Era un hombre feliz, optimista, juvenil. Sólo en los últimos años lo vi más grave, vi que su carácter se agriaba, un poco, lógicamente. Su mujer murió durante la pandemia, y tengo la sensación de que desde entonces él ya estaba más que preparado para cruzar esa “puerta de la esperanza” que había dado nombre a uno de sus libros más vendidos, el libro sobre Juan Antonio Vallejo-Nágera, crónica de sus últimas días y biografía de toda una vida.

Olaizola era un hombre de profunda fe, y ésa es otra cosa que me unía a él. Los dos éramos muy religiosos, mucho más practicante él que yo, por supuesto, pero igualmente religiosos. El hombre de fe siente que tiene una garantía, como un seguro de vida, una certeza para su vida y para después de ella. El hombre de fe, y me parece que así lo sentíamos José Luis y yo, sabe que Dios es su amigo, que lo ayuda, que lo acompaña en éste su camino por la tierra, no siempre fácil, casi nunca fácil, en verdad ni en los mejores momentos.

José Luis me preguntaba por mis libros, por los editores que me publicaban (uno de ellos, Imágica, lo publicó a él). Me preguntaba por el deporte que hacía, como dando a entender que esto era muy importante. Y lo era para él, y también para mí.

—¿Qué haces ahora? —me decía.

Cuando me mudé a Madrid dejé de jugar al tenis, prácticamente.

—Ahora corro, corro mucho —contestaba yo.

—Correr es muy bueno para mantenerse en forma.

A mí correr siempre me ha parecido aburridísimo, y me lo sigue pareciendo, pero estoy de acuerdo con él en que es muy bueno para mantenerse en forma, delgado, bien, aunque asimismo hay que tener cuidado con el mucho correr, con las articulaciones, por ejemplo.

Hay que tener mucho cuidado con todo.

Cuando tenía unos 92 años me decía José Luis:

—Soy el escritor más viejo en activo que existe en el mundo.

Durante mucho tiempo siguió escribiendo.

—¿No comprendes? Es que me aburro.

Probablemente lo habrá hecho hasta el final, poco o mucho.

La escritura a veces es una necesidad. Otras veces es el mejor antídoto contra el aburrimiento, o la desesperación, o la suma tristeza.

"Durante años, de joven, hizo el vago, algo que le atormentó después. Pero un tiempo más tarde descubrió su capacidad para hacer presentaciones utilizando la palabra, de forma oral o por escrito"

La escritura puede ser el mejor refugio de este mundo, conducto hacia otro. Tiene muchas aplicaciones. Sin duda José Luis le encontró muchas, él que tan dotado estaba para escribir.

Una vez me contó que de chico sólo sacaba buenas notas en redacción, y que había aprendido a leer con cinco años sin ir al colegio sólo viendo cómo lo hacían sus hermanos.

—Yo no tengo mérito —me decía.

Tuvo el mérito de abandonar una brillante carrera de abogado para dedicarse a escribir.

Algún día, cuando jugábamos al tenis en mi casa de Montepríncipe, me decía:

—A veces lamento haber dejado la abogacía. Es que yo era un abogado muy bueno…

Y presentando uno de sus libros, uno de los libros que le reeditó Imágica, proclamó:

—No hay nada como sacar a un hombre de la cárcel.

Subrayando la felicidad que le producía haberlo hecho cuando era abogado.

Durante años, de joven, hizo el vago, algo que le atormentó después. Pero un tiempo más tarde descubrió su capacidad para hacer presentaciones utilizando la palabra, de forma oral o por escrito. Y es que José Luis no sólo era un gran escritor, sino que era un estupendo conferenciante. A mí me decía que había dado conferencias en todos los continentes —menos en los polos, si no recuerdo mal—. Incluso cuando presumía de algo, José Luis no lo hacía, sólo lo exponía, y lo hacía con gran simpatía.

"Yo sé que lo mejor que puedo hacer a tu muerte es rezar por ti, porque siempre te gustó mucho rezar. También pienso que te hubiera gustado leer este modesto y sentido artículo"

Yo le regalé un chándal azul celeste porque me parecía que el que utilizaba para jugar al tenis conmigo estaba muy anticuado. Me parece que lo utilizaba por motivos sentimentales; era un chándal de rugby, y él había destacado en este deporte, como en otros (atletismo, esquí…). Le hizo una enorme ilusión el chándal, y me escribió una preciosa dedicatoria en un libro suyo, Más allá de la muerte, ponderándome mucho el chándal.

Si tuviera que describir a José Luis a alguien que no lo conociera, diría que fue una de las mejores personas que he conocido, como ya destaqué al principio, un caballero como los hay pocos y un escritor maravilloso, muy versátil. Otro, según su experiencia con él, podría añadir otras impresiones, pero no sería raro que coincidiera conmigo en esto que he dicho.

José Luis, ya cruzaste la puerta de la esperanza de tu amigo Juan Antonio Vallejo-Nágera. Ya estás más allá de la vida, “más allá de la muerte”, como ese otro título tuyo. Ya estás con personas queridas y amadas como tu esposa Marisa. Ruega por nosotros desde allí.

Yo sé que lo mejor que puedo hacer a tu muerte es rezar por ti, porque siempre te gustó mucho rezar. También pienso que te hubiera gustado leer este modesto y sentido artículo. Te doy las gracias por todo.

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