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Daniel Fopiani: «Para ser infante de Marina hay que tener espíritu aventurero, para escribir también»

Daniel Fopiani: «Para ser infante de Marina hay que tener espíritu aventurero, para escribir también»

Sus novelas han recibido el elogio de escritores como Lorenzo Silva y su talento lo ha hecho merecedor de varios premios literarios, entre ellos el Premio Valencia de Narrativa. Aunque es un hombre de mar, lo es también de letras. Se trata del sargento de infantería marina Daniel Fopiani, quien en su más reciente novela, El corazón de los ahogados, (Espasa) traslada a los lectores a la isla de Alborán, un islote volcánico de un kilómetro de extensión.

En estas páginas, la sargento Julia Cervantes afrontará la difícil misión de aclarar qué es lo que ocurre en ese lugar habitado apenas por un destacamento militar. Aún afectada por la muerte de su marido, se embarca en la misión. Durante una terrible tormenta, los ocupantes de la isla quedan totalmente incomunicados con el exterior y desde la megafonía del faro comienzan a escuchar una nana: «Diez soldaditos se fueron a cenar; uno se asfixió y quedaron nueve». A partir de ahí se suceden los crímenes. Julia tendrá que dar con el asesino si quiere salir viva de Alborán y reencontrarse con su hijo.

En una trama paralela, Daniel Fopiani aborda el drama de la inmigración ilegal desde África con la historia de Doudou y su mujer Nayah, un matrimonio que huye de la guerra en su país y se dirigen a Melilla en busca de una vida mejor. Tras múltiples abusos por parte de la policía marroquí y de las mafias que sacan provecho de su desesperación, consiguen subir a una patera. Ella está embarazada y temen morir en el mar, ahogados.

En El corazón de los ahogados, su tercera novela, Daniel Fopiani aborda por primera vez en su obra el sacrificio y la disciplina de la vida militar, así como la salud mental, la soledad y el duelo. Para escribir esta novela se vale de su experiencia en la Armada, con la que ha participado en diversas misiones de paz en el extranjero y en la que se ha desempeñado también como jefe de los Equipos Operativos de Seguridad de la Armada, desplegado en el norte de Europa, el golfo Pérsico, el mar Rojo, Turquía, Grecia, Egipto e Irak.

Activo colaborador de Zenda, Fopiani conversa en esta entrevista acerca de su relación con la literatura, su interés por el thriller, su admiración por Agatha Christie y la importancia de la lectura en su formación como escritor. Este gaditano se reparte entre la acción y el teclado, y resume de qué forma el mar y la disciplina militar han influido en su obra y su vocación literaria.

—Es usted Sargento de infantería de Marina. ¿El mar también escribe?

—Sí, de hecho, mi primera novela, La carcoma, la escribí desplegado por el Norte de Europa y el grueso durante los cuatro meses de navegación. Al volver, y después de corregirla y trabajarla mucho, la presenté a concurso y ganó el premio Valencia de Narrativa. 

—En el acto de escribir hay implícito un viaje de aventuras, pero en el viaje marino también. ¿Se comunican ambas facetas?

"En esta novela lo que intento transmitir es, en parte, los sucesos y la experiencia a la que he estado expuesto con la inmigración ilegal"

—Mi oficio me ha dado la oportunidad de conocer sitios en los que no habría estado de otra manera. Hace poco estuve en Irak, que es un viaje que no hubiese hecho por placer. Eso me da ciertas ideas y experiencias para escribir. De hecho, en esta novela lo que intento transmitir es, en parte, los sucesos y la experiencia a la que he estado expuesto con la inmigración ilegal. Es un tema que he trabajado de primera mano, y quiero compartir con los lectores lo que han visto mis ojos.

—¿Hasta qué punto el lenguaje de mar y la disciplina del marino condicionan su escritura?

—Ser infante de marina me ha ayudado a la regularidad y organización a la hora de escribir y estructurar una trama. El ejército, no ya solo por las experiencias o los viajes, me ha ayudado mucho en ese aspecto. Aún no alcanzo a tener la marcialidad que querría. Me gustaría escribir cinco páginas todos los días, y no lo hago.

—Para homenajear a Agatha Christie hace falta galones, oficio y un motivo. ¿Cuál fue el suyo?

"En el instituto tenía el dinero que me daba mi madre para bocadillos, y con lo que me sobraba compraba libros de segunda mano, así que me leí todos los de Agatha Christie"

—La idea de la novela surge cuando en 2009. Con 19 años fui destacado por primera vez a Alborán. Soy lector desde que tengo uso de razón y ella era una de mis favoritas porque cuando estaba en el instituto tenía el dinero que me daba mi madre para bocadillos y con lo que me sobraba compraba libros de segunda mano, así que me leí todos los de Agatha Christie. Cuando yo llegué a la isla, lo primero que pensé fue en la isla de Diez negritos. Fue una de las primeras autoras femeninas que leí. Esta novela lleva once años dando vueltas en mi cabeza. Pero yo con 19 años no tenía oficio suficiente. Aún me queda muchísimo por aprender, pero al menos ya he publicado varias novelas y me he presentado a distintos certámenes.

—Es la primera vez, por cierto, en la que escribe de su trabajo. Insisto: ¿cómo combina la aventura del escritor y la aventura del marino?

—Para ser infante de Marina hay que tener espíritu aventurero, para escribir también. Casi siempre estamos destinados fuera de casa, a todo tipo de destinos, mucho tiempo lejos de la familia. Puede, de hecho, que ese espíritu aventurero se haya reflejado en mis historias. Me preocupo mucho de que el lector viaje conmigo. Empieza todo en la península, viajamos luego por mar en una fragata a la isla de Alborán, un lugar que muy poca gente ha podido pisar porque es territorio militar y el biólogo de la Junta de Andalucía.

—Es un territorio hostil. Doudou y su mujer huyen, pero ni ellos ni los destacados pueden elegir lo que les va a pasar. Están a merced de la voluntad de alguien más.

"El objetivo no es llegar a tierra, sino que Salvamento Marítimo los recoja para que avisen a España"

—Cuando Julia Cervantes está dentro de la isla, no puede escapar porque ha venido una tormenta. Doudou puede escapar de su país porque se ve obligado, expulsado por la guerra. El Mediterráneo occidental es la ruta más utilizada para la inmigración ilegal. Es un negocio muy lucrativo para las mafias. Durante los años que he estado trabajado en los operativos de la seguridad de la armada, una de las funciones era recoger las pateras que ellos abandonaban, y avisaban luego para que los recogieran. El objetivo no es llegar a tierra, sino que Salvamento Marítimo los recoja para que avisen a España.

—Doudou no elige todas las vejaciones a las que es sometido, de la misma manera que Julia no elige sus ataques de pánico.

—Pero sí puede decidir si estar en la primera línea de fuego o no. En los primeros capítulos de la novela intento explicarlo. Ella no quiere irse, pero sí huye de la realidad que tiene en casa. Aún no puede superar la muerte de su marido. Por su experiencia podría estar en destinos más tranquilos, pero ella se engaña a sí misma y acepta todas las misiones que le ofrecen porque intenta huir de la realidad. Otra cosa es que como madre se sienta culpable por haberse alejado de su hijo.

—Todos los personajes se enfrentan al hecho de no vivir, de no salvarse. ¿Qué peso tiene la muerte en su obra?

—La muerte está presente siempre en mis novelas como reflexión. Los sueños también están muy presentes. A lo largo de la vida intentamos descifrar los misterios que nos preocupan, y yo trato de transmitirlo.

—¿Quién vino antes, el marino o el escritor?

—El primero que llegó fue el lector, luego llegó el escritor. Mis primeros relatos cortos, muy mal escritos, los hice cuando tenía 14 años. A los 18, cuando terminé la selectividad, ingresé en la Armada. En mi casa siempre he estado rodeado de libros. Vi a mis padres leer. Yo aún no soy padre, pero si echo la vista atrás estoy convencido de que escribo, y lo más importante, si leo es porque vi a mis padres hacerlo.

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