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Juan Carlos Galindo: «Al final el hombre derrapa»

Juan Carlos Galindo: «Al final el hombre derrapa»

Dos décadas en la profesión han dotado a Juan Carlos Galindo de las herramientas y la seguridad para adentrarse en la novela negra. Jean Ezequiel, al contrario que su padre literario, es un apasionado de los dulces, pero comparte con él la pasión por contar los hechos. Ambos ejercen el periodismo y se sienten fascinados por las historias de crímenes reales.

La pasión por contar le viene a Galindo desde la niñez. Un adolescente atípico que, como el protagonista de su novela, arañaba las horas al sueño para dedicarse a la lectura. El ejercicio del periodismo se convirtió en el paso natural de este escritor segoviano que era ya un potente narrador antes de publicar su opera prima. Su trabajo en medios como El País han dado fe de su buen hacer en este ámbito, y ahora, con Hontoria (publicada por la editorial Salamandra), ha dado un paso más hacia su sueño de niñez. La novela presenta una trama absorbente protagonizada por Jean Ezequiel, un alter ego del autor, un periodista obsesionado por el true crime que tiene el deseo de prosperar en el medio en el que trabaja al tiempo que despunta con un pódcast sobre un triple crimen acontecido en Hontoria, una localidad cercana a Segovia.

"Es una novela que deja muy buen sabor de boca. No sólo muestra la excelsa labor de documentación de su padre, sino el deseo de alumbrar una historia enraizada en nuestra propia oscuridad"

Hontoria es una novela que deja muy buen sabor de boca. No sólo muestra la excelsa labor de documentación de su padre, sino el deseo de alumbrar una historia enraizada en nuestra propia oscuridad: la novela bebe de muchos casos sin resolver de nuestra historia negra reciente. Será el lector el que deberá ir recomponiendo los datos, siguiendo la investigación de Jean Ezequiel, un narrador obsesivo en primera persona, acompañándole en cada paso que da entre la redacción y un pueblo manchado por un asesinato múltiple que parece cerrarle las puertas ante sus preguntas incómodas.

Zenda se reúne con Galindo pocos días antes de publicar la novela. Hablamos con él de pódcast criminales, de sorprendentes casos sin resolver, de referentes literarios y de la fascinación que el crimen provoca en todos nosotros.

***

—¿Qué es Hontoria para quienes no estén familiarizados con esta historia?

Hontoria es la historia de una búsqueda de la verdad, en principio. La historia de un periodista al que le gusta mucho el true crime, los casos reales y, por una casualidad de la vida, le llega un caso sin resolver que ocurrió cerca de donde él vivía, en Hontoria (él vive en Segovia). Ve ahí la ocasión para buscar esa verdad y, por otro lado, progresar en la profesión como periodista de sucesos en un periódico de Madrid, y con su propio pódcast abriendo otra vía para la investigación y para esa pasión que él tiene por el crimen.

—¿Por qué escribió esta historia? ¿En qué momento pensó que podría convertirse en una novela?

"Me costó mucho creérmelo, pero poco a poco fui viendo que ahí había algo más. Luego fue un proceso progresivo que tardó bastante en convertirse en realidad"

(Risas) La escribí porque llevo unos quince años cubriendo novela negra para El País y llegó un momento en que, a pesar de vivir de primera mano todo ese mundo y tener relación con diversos escritores de muchas partes del mundo, comenzaba a no ser suficiente esa parte periodística. Además coincidió con que empezaron a gustarme muchísimo los pódcast, como al personaje. Los pódcast y el true crime están íntimamente relacionados. El primer pódcast es Serial, que es un true crime. Fue creciendo ahí una insatisfacción acerca de hasta dónde cubría yo este mundo. Me costó mucho creérmelo, pero poco a poco fui viendo que ahí había algo más. Luego fue un proceso progresivo que tardó bastante en convertirse en realidad. 

—¿Por qué escogió una primera persona para esta ficción?

—Eso sí que lo tenía clarísimo. Hay dos motivos por los que lo hice: desde mi punto de vista hay que escribir desde lo que se conoce, y yo sabía que iba a ser un periodista, iba a haber un crimen sin resolver e iba a ocurrir en Segovia. Al ser un periodista y ser un tipo que, por un lado, está obsesionado y, por otro lado, es una especie de búsqueda intensiva de la verdad, no podía poner un narrador intermedio que reflejara esa obsesión. Decidí que fuera una primera persona, que creo que no es fácil de manejar, pero en este caso me venía mejor. No es un personaje típico de novela negra súper intuitivo o inteligente. Es un tipo bastante falible. Creo que la narración en primera persona acentuaba ese carácter falible mucho mejor que un narrador que estuviera viéndolo desde fuera y que, a lo mejor, para algunas de las cosas que le pasan le habría parecido casi una broma.

—¿Qué tiene el crimen que nos atrae tanto?

"Me interesa más lo que genera el suceso que el crimen en sí. Me interesa cómo afecta a las víctimas, a los familiares, a alguien que se obsesione con ello..."

—Nos enseña la parte oscura del ser humano que, en mayor o menor medida, tenemos todos. Hay dos cosas ahí: el crimen en general y el crimen sin resolver. Éste une a toda esta pasión por el lado oscuro la necesidad del hombre de conocer. Funcionan bien las novelas negras en la medida en que existe esa búsqueda del lector por saber qué ha pasado. Es una estructura clásica de cualquier relato, pero en la novela negra te mete en la historia del crimen y, claro, mejor un crimen sin resolver. Si me preguntas a mí personalmente, me interesa más lo que genera el suceso que el crimen en sí. Me interesa cómo afecta a las víctimas, a los familiares, a alguien que se obsesione con ello… Yo no leo las páginas de sucesos, leo libros de true crime. Me interesa el hecho literario, qué ocurre. Me interesa un David Grant que dedique ocho años de su vida a investigar un caso.

—Este es su primer texto de ficción, pero lleva varios años dedicado al periodismo. ¿Con qué dificultad se ha encontrado a la hora de afrontar un reto como éste? ¿Cómo ha sido todo el proceso de escritura, documentación, etc.?

"Lo que más me costó fue narrar, soltarme, contar, salir de la estructura periodística, sacarle dobleces a los personajes, vidas paralelas"

—La documentación en general la tenía hecha por todo el background de tantos años metido en el asunto. Pero tuve que hacer una investigación específica, sobre todo de algunas cosas de Segovia en las que no quería meter la pata. El caso es un puzle de casos reales, así que los estudié a conciencia. El proceso de escritura fue largo y complicado. Tiene varias partes: la primera, en la que aún estoy convenciéndome de que voy a escribir una novela, una parte muy trabajosa de construcción de un esqueleto de unas 80 páginas, y luego, cuando ya tiene visos de convertirse en algo serio, tengo un agente, empezamos a trabajar, la novela comienza a crecer. Una tercera parte fue dar sentido, tono y ritmo a la novela. Esta parte “de oficio” de la escritura ha sido la que más me ha divertido. Estoy enganchado a la escritura periodística. Lo que más me costó fue narrar, soltarme, contar, salir de la estructura periodística, sacarle dobleces a los personajes, vidas paralelas.

—¿En qué momento de su pasado decidió que contaría historias?

—En el instituto. Mi padre era albañil, mi madre ama de casa, en mi familia no leía nadie. Yo me enganché a la lectura y lo que vi es que tenía cierta relación con el periodismo. No pensaba en ser escritor. En segundo o tercero de BUP dije que quería ser periodista.

—¿Qué autor o autores han sido referencia en su formación?

—Hay una lista larga. El veneno de la novela negra empieza con James Ellroy, L. A. Confidential. También con la serie de John Connolly de Charlie Parker. Son mis dos puntos cardinales al principio. El de Ellroy por el poder, la potencia que tiene la narración. John Connolly tenía más que ver con el engancharse a un personaje y el ver que el modelo “serie” funcionaba. He leído tanto que casi te puedo decir por países (risas).

—¿Y los referentes que tuviera para esta novela?

"En la apuesta literaria no me parezco nada escribiendo a Ravelo, pero sí en el objetivo: que cada página valga, que cada frase tenga un sentido, que todo tenga fuerza"

—David Peace. Me parece el maestro absoluto. No quiere decir que esto sea una novela estilo David Peace, pero El cuarteto de Yorkshire, con un periodista en primera persona, esa idea estaba todo el rato en mi mente. El principio radiofónico es también David Peace. Puede que fuera el más potente escritor literario que me influyó. La no ficción, la idea de gran crónica de los periodistas del New Yorker, David Grann y compañía, me ayudó mucho a la hora de construir un personaje que se empeñaba en ir más allá. En no ficción también me gustan grandes true crime, como por ejemplo Zodiac, grandes relatos. Me gusta muchísimo la apuesta por la literatura que hizo Alexis Ravelo, que era muy amigo y me enseñó a amar el texto. En la apuesta literaria no me parezco nada escribiendo a Ravelo, pero sí en el objetivo: que cada página valga, que cada frase tenga un sentido, que todo tenga fuerza. Hay otras ideas fuertes, por ejemplo me encanta una autora que todavía no tiene muchas novelas, pero que me parece poderosísima, Ivy Pochoda. Ha publicado su última novela, Esas mujeres, con Siruela. Esa idea de género tiene las espaldas muy anchas, aprovechémoslo, echémosle encima muchas cosas. No hagamos otra vez lo mismo, intentemos arriesgar, mezclarlo con la realidad, jugar con voces… Y para el procedimental el maestro absoluto es Michael Connelly, del que también salen referencias. Connelly es un Dickens del siglo XXI en Los Ángeles. Esto al principio lo decía como boutade, pero ahora estoy cada vez más convencido.

—Es usted un ávido lector de novela negra. ¿Qué ingredientes cree que hacen que una novela negra permanezca en la mente de sus lectores?

—Las de Michael Connelly, las de John Connolly, las de Fred Vargas o Simenon tienen dos cosas en común: están muy bien escritas y tienen un personaje inolvidable. También creo que es necesario tener un punto de tragedia: me gustan más David Peace y James Ellroy o John Connolly, por la parte más oscura, que muchos otros escritores digamos más ligeros.

—¿Cuánto tiene Juan Carlos Galindo de Jean Ezequiel, periodista que protagoniza Hontoria?

"En España me gusta mucho lo que hace Cruz Morcillo. Su libro Departamento homicidios me resulta el mejor libro escrito de no ficción criminal en mucho tiempo"

—Tengo bastante, bastante más de lo que yo creía (Risas). Es verdad que lo creé con algunos ingredientes míos. Pero creía que tenía menos de mí de lo que algunos lectores me han hecho ver. Es obvio que la pajarita y algunos aspectos de la ropa. Para despistar hice que estuviera enganchado a los dulces (yo nunca tomo); a mí me vuelve loco cocinar, el tío es un inútil que solo come en restaurantes. Pero la visión del mundo a través del periodismo, cierto código moral, cierta capacidad obsesiva, eso está ahí y es mío. Cierta honestidad incluso (aunque en un momento dado el protagonista viole el Código Penal), un código de valores, es más coherente que honesto.

—¿Quiénes son sus referentes en el true crime?

—David Grann, la francesa Patricia Tourancheau y Laurence Lacour, que ha escrito sobre le pétit Gregory (un caso sin resolver, un asesinato de un niño en 1983). La autora ha pasado veinte años investigando. Llegó a la zona para cubrirlo para una radio y se enganchó. La novela, titulada La hoguera de los inocentes, me marcó. En España me gusta mucho lo que hace Cruz Morcillo. Su libro Departamento homicidios me resulta el mejor libro escrito de no ficción criminal en mucho tiempo. No me gustan los libros que sean resúmenes de los casos, me gusta que el autor se pringue. Otro título que está muy bien es una obra de Tura Soler sobre el asesinato del pantano de Suqueda. El libro del Zodiaco es también brutal. A su autor el crimen se lo lleva por delante. Creo que él logró resolver el caso.

—¿Qué dice un crimen de la sociedad en que se ha cometido?

"Incluso en las sociedades más evolucionadas, en las que se ha impuesto una estructura social que controla todo, al final el hombre derrapa"

—Está muy bien esa fase de David Peace. Dicen de la sociedad lo cerca que está del desastre cotidiano, lo fácil que es que una vida se tuerza —incluso en países con tan poca criminalidad como España o Francia—. En España se resuelven más del 80% de los crímenes, pero por cada uno que no se resuelve hay un drama. Y si ese 10 o 20% son 4000 casos, son 4000 dramas. Es terrible. Muestra lo fácil que es que tu vida se vaya al infierno en un momento. Incluso en las sociedades más evolucionadas, en las que se ha impuesto una estructura social que controla todo, al final el hombre derrapa.

—El asesino de Hontoria no dejó tras de sí más que una huella de pisada. ¿Qué le ha inspirado más para escribir el crimen: los crímenes reales o historias de Sherlock Holmes o de Agatha Christie?

—Los reales. Este es un puzle de varios: está el crimen de Burgos, los Miyazawa (que es donde empieza todo). Tiene cosas de otros crímenes. Hay un crimen alucinante: una muerte a puñaladas en casa. Asesinan al jefe de policía de una región francesa, lo mata alguien a quien conoce, pues le abre la puerta y le da la espalda (le da varias puñaladas por detrás). Me inspiran mucho más los crímenes de los fundadores de la novela enigma, que son algo menos oscuros de lo que a mí me gusta.

—Justo dentro de un año prescribirá el triple crimen de Burgos. ¿Cree usted que ficciones escritas o audiovisuales pueden renovar el interés por reabrir un caso que parece ya dormido?

"Si desaparece una chica blanca de clase media-alta se le hace un caso distinto, aunque esto no quiere decir que los policías no lo investiguen con el mismo interés. Esta es otra falsa imagen que se da"

—Ha pasado. Hay grandes trabajos periodísticos que hay veces que sí que despiertan en la sociedad un interés considerable y, si se aportan pruebas, se puede hacer algo. Por ejemplo, un periodista canadiense, David Ridgen, que tiene un podcast llamado Someone Knows Something, ha ido detrás de casos, consiguiendo su reapertura. Pero el problema de las ficciones es que no tienen por qué aportar pruebas, ya que no es su trabajo. Quienes sí pueden reavivar la investigación son los policías, que normalmente nunca dejan los casos aunque no cuenten con medios suficientes (o aparece una prueba, o va a prescribir).

—¿Qué hace que un caso sea más mediático que otro?

—Buena pregunta. Quienes están implicados y elementos sensacionales. Estoy investigando, para la segunda novela, casos de desapariciones. Tenemos un ejemplo muy claro de esto, Diana Quer. Si desaparece una chica blanca de clase media-alta se le hace un caso distinto, aunque esto no quiere decir que los policías no lo investiguen con el mismo interés. Esta es otra falsa imagen que se da. No es lo mismo, por poner un ejemplo, un crimen de la viuda del expresidente de la CAM, que tiene más repercusión que un asesinato que fue violencia intrafamiliar del año pasado en Segovia. Depende de los elementos que hay en juego. También las cosas sensacionales. Miyazawa es el crimen sobre el que más se ha escrito del mundo: el asesino deja huellas —ADN, arena que venía del sur de California—, y tras muchísimos interrogatorios no se ha llegado a nada. Hay veces que tienen elementos absolutamente sensacionales, lo mismo que en el caso del asesino del Zodiaco. El relato es importante. Si se puede construir un relato, porque el caso tiene muchos elementos de este tipo, se obtiene mucha atención.

—De todos los crímenes de nuestra historia negra, ¿cuál cree que conforma un buen material para una ficción?

"Ha habido tal proliferación de pódcasts que, aunque haya muchos buenos, hay demasiados que no lo son. En Estados Unidos, Morbid es uno de los más escuchados"

—No me interesan los crímenes de rabia, como Puerto Hurraco. Creo que no tienen tanto material literario. Creo que hay un montón de desapariciones sin resolver que tienen un material literario muy potente, es duro decirlo, por la desesperación de las familias. Casos como el de Cristina Bergua son casos enquistados en la historia del crimen en España que son interesantes, porque no son tan míticos como otros.

—Esta novela es una radiografía del estado del periodismo de sucesos y de crónica negra en España, pionero en el uso de tecnologías como el pódcast. ¿Cómo cree que está el sector hoy día?

—Hablo desde fuera, porque no he hecho sucesos en mi vida. La novela ha sido una manera de quitarme el mono. Por la vida que he llevado no podía dedicarme a ello. No puedo, por tanto, hacer un análisis muy riguroso. Creo que hay cosas muy buenas y cosas que no están tan bien. Creo que se ha espectacularizado demasiado. Me gusta más lo que hacen los compañeros cuando escriben que cuando están en la tele. Ha habido tal proliferación de pódcasts que, aunque haya muchos buenos, hay demasiados que no lo son (pódcasts wikipédicos o resúmenes). En Estados Unidos, Morbid es uno de los más escuchados, pero el tono que tiene me parece lamentable.

—¿Nos puede contar algo sobre su próxima novela?

—Está en fase muy previa. La idea fue creciendo cuando estaba rematando Hontoria. Va a haber personajes fuertes, voy a tratar de hacer cosas nuevas. Va a mezclar realidad y ficción y, siempre, crímenes sin resolver.

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Autor: Juan Carlos Galindo. Título: Hontoria. Editorial: Salamandra. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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