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Julia Navarro: “No se puede contar la historia de la humanidad sin los perros”

Julia Navarro: “No se puede contar la historia de la humanidad sin los perros”

Cuando ellos se van (Plaza & Janés) nace del silencio que deja una pérdida y de la lealtad que nunca desaparece. En este libro íntimo y profundamente humano, Julia Navarro parte del duelo por Argos, su perro, para ampliar la mirada hacia una historia compartida: la de los perros y los hombres caminando juntos desde el origen de los tiempos. Entre la memoria personal, la reflexión ética y el recorrido cultural, la autora escribe sobre el amor incondicional, la gratitud y la responsabilidad de cuidar a quienes nos acompañan sin pedir nada a cambio. En estas fechas, Navarro insiste además en un mensaje claro y necesario: un perro —ningún animal— es un regalo. No se compra, no se entrega como un objeto. Frente a ello, reivindica la adopción como el gesto más noble de amor y generosidad que un ser humano puede ofrecer a un animal: acogerlo como compañero de vida.

—Este libro nace de un duelo, el duelo por tu perro Argos. ¿En qué momento entendiste que esa pérdida debía transformarse en una obra escrita?

—La verdad es que yo estaba escribiendo una novela cuando Argos murió. Para mí fue un momento muy angustioso, porque no supe cómo gestionarlo. Argos murió en mis brazos y, además, tuve que tomar la decisión de que le pusieran la inyección. Se había quedado tetrapléjico, ya no comía, no bebía, no podía moverse. Fue en Semana Santa de 2024. Tenía tres años y medio y yo me empeñé en que tenía que vivir.

—¿Qué ocurrió entonces?

"Una veterinaria me dijo: Déjale ir, te está pidiendo irse, no puede soportarlo más"

—Fue un peregrinar por hospitales y clínicas veterinarias buscando que alguien me dijera que se iba a curar, que iba a salir adelante. En todos los sitios me decían lo mismo: no se puede hacer nada, ha llegado al final, está sufriendo mucho. Yo me negaba a aceptarlo. Hasta que una veterinaria me dijo: “Déjale ir, te está pidiendo irse, no puede soportarlo más”. Entonces me abracé a él, le di besos, le hablaba mientras le ponían la inyección y murió en mis brazos.

—Debe de haber sido devastador.

—Lo fue. No supe gestionar eso, me trastornó. He tenido perros toda mi vida, pero nunca había visto morir a ninguno, y menos aún abrazada a él. Como no sabía cómo afrontarlo, lo hice escribiendo, volcándome en la historia de Argos.

—¿Tuviste dudas sobre contar algo tan íntimo?

—Sí, claro. Pensaba que la historia de Argos pertenecía solo a mi ámbito personal y que no tendría interés para los demás. Por eso quise hacer otra cosa: un recordatorio de lo importantes que han sido los perros en la vida de los hombres desde el principio de los tiempos. No se puede contar la historia de la humanidad sin ellos. Desde los albores han estado ahí, acompañándonos.

—De ahí el recorrido histórico y cultural del libro.

—Exacto. Decidí hablar de los perros literarios, de los que aparecen en pinturas, de los que han participado en guerras y han sido auténticos héroes, de los perros en general.

Julia Navarro con Barbie

—¿Te resultó difícil escribir un libro tan personal, viniendo de la ficción?

—Sí, mucho. La parte histórica no me resultó complicada, pero exponerme sí. Tengo la sensación de que en este libro me he quedado al descubierto. Hay una parte de mí muy visible. No me gusta explicarle a los demás quién soy ni lo que siento, y aquí no hay distancia.

—¿Cómo crees que va a recibirlo tu lector habitual?

"En este libro estoy yo. Creo que los lectores que tienen o han tenido perro lo van a entender perfectamente"

—No lo sé. Ya hice algo parecido en Una historia compartida, que también era personal, pero allí había más distancia. En este libro estoy yo. Creo que los lectores que tienen o han tenido perro lo van a entender perfectamente, porque saben lo que significa ese vínculo y no hace falta explicarles que no hay un amigo más leal y más incondicional que un perro.

—Después de un proyecto tan íntimo, ¿cómo se vuelve a la ficción?

—Todo deja huella. Este libro está escrito desde el dolor y forma parte de un momento muy difícil de mi vida. Ahora he retomado la novela que estaba escribiendo entonces y que interrumpí porque no me sentía capaz de continuar.

—En tu obra siempre hay una mirada ética. ¿Este ensayo es también una denuncia?

—Sí. España suspende claramente en el trato a los animales. Hace alrededor de un año se aprobó una ley contra el maltrato animal que es un paso adelante necesario y bienvenido, pero no basta con las leyes ni con el castigo. Hay que educar.

—¿En qué sentido?

"Desde la guardería hay que enseñar a los niños a respetar a los otros seres vivos, a esos animales que conviven con nosotros"

—Desde la guardería hay que enseñar a los niños a respetar a los otros seres vivos, a esos animales que conviven con nosotros desde el principio de los tiempos. Enseñarles que los perros, los gatos, los conejos no están para entretener ni divertir. Son compañeros de vida, tienen derechos, sienten y deben ser tratados con respeto y con amor. Eso hay que inculcarlo desde pequeños para dejar algún día de suspender en el trato a los animales.

—El libro está atravesado por la idea del agradecimiento. ¿Qué debemos aprender los seres humanos de los animales?

—La lealtad. Un perro nunca te abandona. Te puede dejar todo el mundo, puedes quedarte solo, sin familia, sin amigos, pero él nunca se irá. Correrá tu suerte y te acompañará hasta el final sin pedirte nada. No hay ser más leal y más desinteresado que un perro.

—Este libro es, en el fondo, un duelo íntimo. ¿Hubo un momento en que sentiste que escribir era la única forma de ordenar ese dolor?

—Sí. No sabía cómo afrontar el duelo. Me regalaron un libro de un naturalista francés que había escrito sobre la muerte de su perro y pensé: “Esta es una manera de expresarme, de comunicarme con los demás como mejor sé hacerlo”.

—Esa mirada hacia los perros ha estado siempre ahí, desde las cuevas prehistóricas hasta cualquier manifestación artística.

"He tratado de ampliar la mirada de quienes nunca se han parado a pensar en la importancia que han tenido y tienen los perros en la vida de los hombres"

—Sí, siempre han estado ahí. Desde las cuevas prehistóricas, donde ya hay huellas de su presencia, hasta la literatura, la pintura o cualquier forma de arte. Por eso he tratado de ampliar la mirada de quienes nunca se han parado a pensar en la importancia que han tenido y tienen los perros en la vida de los hombres.

—Si pudieras cerrar el libro con una sola frase dirigida a todos los lectores, ¿cuál sería?

—Que este es un libro sobre el amor y la lealtad incondicional.

—¿Qué te gustaría que recordaran al cerrar la última página?

—Me gustaría que quienes nunca han tenido un perro, después de leerlo los miren de otra manera, que dejen de mirarlos desde arriba, con suficiencia. Y sobre todo, me gustaría insistir en la educación: que los niños aprendan que los perros no son un juguete, que no están para entretener ni divertir. Los niños, pero especialmente los padres. Los perros son compañeros de vida, y esa es la huella que me gustaría dejar.

Julia Navarro con Argos

—Una pregunta quizá singular, pero hecha desde el amor: si Argos pudiera leer el libro, ¿qué crees que pensaría?

"Ha sido el depositario de mis secretos y quien me ha acompañado mientras escribía"

—Argos siempre ha conocido el secreto de mis novelas. Cuando empecé a escribir, primero estuvo mi pastor alemán, y luego Argos. Yo le contaba mis novelas a él. Cuando me preguntaban a quién le iba contando la trama, yo decía: “A Argos”. Él sabía qué iba a hacer con los personajes, le preguntaba qué hacer cuando me atascaba. Ha sido el depositario de mis secretos y quien me ha acompañado mientras escribía.

—Y después de Argos llegó Barbie.

—Sí. Adopté a Barbie unos meses después. Tenía tres años y ya se llamaba Barbie. Cuando la gente se enteró, intentaron convencerme de que le cambiara el nombre. Me decían: “Pero tú eres feminista, no puedes tener una perrita que se llame Barbie”. Yo les respondía que me dieran una sola razón para que una perra que se ha llamado Barbie toda su vida tenga que dejar de llamarse así. Los prejuicios están en la cabeza de los demás, no en la mía ni en la de Barbie.

—Y lejos de cambiar el nombre…

—Como me estaban fastidiando tanto, le compré una correa rosa, un collar rosa, un impermeable rosa y hasta el colchón es rosa. Y desafío a quien quiera a que me explique por qué Barbie y yo no somos feministas solo porque ella se llame Barbie.

—Además, Barbie Navarro suena a galerista neoyorquina.

—Como poco. Y además Barbie es el diminutivo de Bárbara. Pero aunque no lo fuera, me da exactamente igual. Se llama Barbie y me encanta.

—Hubo quien te justificó el nombre por la reciente película.

—Sí, una amiga me dijo que no pasaba nada por la película, que era un alegato feminista. Le dije que no, que me niego a que mi perrita tenga nada que ver con esa película, que no me gusta, me parece horrorosa. Así que mi perrita se llama Barbie porque se llama Barbie. Y es digna heredera de Argos.

—Si te parece, vamos cerrando la charla. Querías publicarla antes de Navidad.

"Los perros no son juguetes ni regalos"

—Sí, porque me parece importante insistir en algo en estas fechas: por favor, no compren perros como regalo. Los perros no son juguetes ni regalos. Cuando alguien lleva un perro a casa, está llevando a un miembro más de la familia. Si no va a ser uno más, mejor regalar una bicicleta, pero no un perro.

—Especialmente ahora, que muchos niños piden un perrito.

—Exacto. Si los padres no están dispuestos a que ese perro sea parte de la familia, es mejor no hacerlo. Y también quiero hacer un llamamiento a la adopción. Hay muchos perros esperando una familia.

—Así queda dicho. Muchas gracias, Julia. Los que tenemos ese amor de cuatro patas lo entendemos bien.

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