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La cierva implacable, de Ana Castro

La cierva implacable, de Ana Castro

Foto: Mayte Barbarroja.

Ana Castro es una poeta y periodista especializada en Comunicación Corporativa nacida en Pozoblanco, Córdoba, en 1990. Desde 2008 reside en Madrid. Columnista en Diario de Córdoba, también publica reportajes como freelance, realiza tareas de correctora y traductora e imparte cursos de escritura creativa de manera independiente. Ha publicado El cuadro del dolor (Renacimiento, 2017; Renacimiento, 2022), III Premio de Poesía Juana Castro, Rojo-Dolor: Antología de mujeres poetas en torno al dolor (Renacimiento, 2021) como antóloga y ha coordinado la edición de Vidas con dolor (Antipersona, 2021). Ha resultado merecedora de la beca de investigación Miguel Fernández de la Ciudad Autónoma de Melilla 2021 por Decir rojo cuando toca negro: El dolor en la poesía de Marta Agudo, Isabel Bono y Chantal Maillard. Asimismo, sus poemas aparecen en diversas revistas y antologías. En su faceta de gestora cultural, ha coordinado el proyecto cultural y ciclo poético Otoñeces (2010) en Córdoba, ha trabajado en el Festival Cosmopoética entre 2011 y 2013, encargándose de su comunicación en redes sociales y blog, y en el periodo 2018-2022 ha sido codirectora de la editorial underground La Toffee Produce, que publicaba libros de artista y fanzines. Desde 2014 padece dolor crónico, lo que la ha llevado a impulsar una fuerte labor de activismo y sensibilización social para visibilizar esta dolencia. Presentamos una selección de textos de su último libro, La cierva implacable (Cántico, 2023), que obtuvo el XXX Premio Ricardo Molina de Poesía, un poemario que también se adentra en el dolor, en este caso a través de la herencia familiar adquirida, un ejercicio de valentía hacia la comprensión y superación, en el que la autora tiene claras sus herramientas: lo doméstico, el tiempo, la carne, la adversidad. En manos de Ana Castro podemos asegurar que el sofá de casa se convierte en una barricada desde la que resistir las embestidas de la vida, cobrando tanta importancia este espacio como las placas tectónicas o la sangre de nuestro cuerpo. En las páginas de este libro asistimos al testimonio de una lucha diaria decidida y silenciosa.

***

ANOTACIONES PARA UN FUNERAL IMPROVISADO

Creo que es el momento

de dejar descansar

el dolor

—y lo que hubo tras él—

entre jaramagos y encinas.

Ese es su lugar en el mundo,

el mío,

mi herencia bajo las uñas.

 

Dejar que la lluvia lo bañe

y florezca toda la luz que esconde

—que hoy me habita—.

 

Y seguir.

 

Seguir siempre.

***

LA CASA LLORA

«La casa llora y yo (…)»

María García Zambrano

La casa llora.

Antes lloraban los lagartos, ¿te acuerdas?

Hubo todo un tiempo de cancioncillas

y delantalitos blancos.

El lagarto lloraba.

La lagarta lloraba.

La ratoncita que vivía dentro de una nuez lloraba.

 

No sé si ahora alguien más llora en la casa,

aparte de ella, la casa.

 

Seguro que le damos vergüenza, asco.

 

Ella,

que presenció juegos y gritos,

amenazas,

alergias,

vernos crecer,

la pérdida de un gato…

 

Estoy convencida de que la que era mi casa

llora.

Llora porque nos sacudiría a todos y nos encerraría

—como en El ángel exterminador

y nosotros seguiríamos con gritos,

reproches y puñales.

O no diríamos nada, simplememente.

 

Maldeciríamos nuestra biografía como hogar.

Portazos. Silencio.

No sé si en esta que era mi casa

alguien más ha llorado desde que me fui.

 

Tengo entendido

—por lo que dicen los vecinos

y todos los coches que nos devolvieron sanos y salvos

a Ella—

que la propia casa llora.

 

La que era mi casa llora

y no puedo acariciarla.

***

AMIGAS CON HIJOS

He visto parir ovejas.

He visto cómo el establo del abuelo

se llenaba de potros y terneros

que yo abrazaba entre algodón y saliva.

 

La gente de mi alrededor me muestra

sus cosas pequeñas:

un anillo, un pájaro,

 una semilla, un huevo.

Yo las halago;

irradio luz con mis ojos para que crezcan.

 

Por eso ahora mis amigas

me traen a sus hijas:

para que yo las guarde,

que juegue con ellas,

que píen bajo mi falda.

 

Así, me lleno de sobrinas de otras

—niñas de otra sangre—

que jamás serán la mía.

***

LA CIERVA IMPLACABLE

«Venga a mí la que fui, el animal-en-mí.»

Chantal Maillard

 

Me conocéis como esa cierva

que no para de llorar la muerte de una madre

aún no acontecida.

Esa cierva que se recluye

sola en el bosque

para proteger sus heridas

porque ya no soporta más

rasgarlas una y otra vez:

ser más dolor.

 

Pero sola me dije:

—Nena, levanta.

Y me ordené.

—Cierva, levanta.

Y me levanté.

Yo, cierva,

me convertí en esa figura que corre en los cuadros

de caza

de las casas corrientes.

 

Y así me supe fuerte,

veloz,

valiente.

 

Jamás nadie pudo volver a dispararme.

 

En la cacería ya no había perros que ladraran.

Solo estábamos Toffee y yo

en el bosque, juntas

—la una parte de la otra—.

 

Qué fábula tan preciosa

—————————————

Autora: Ana Castro. Título: La cierva implacable. Editorial: Cántico. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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