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La distancia que hay entre la vida y los sueños

La distancia que hay entre la vida y los sueños

Mina recuerda en esta novela sus años de juventud, cuando acudían a ella en situaciones de emergencia algunos enamorados al borde de la desesperación. Por ejemplo, Otero y Verino, dos cabezas de chorlito a los que sus novias casquivanas habían puesto en solfa. Años en los que tenía que mediar también en las disputas entre Calcedo, apodado “el mohicano”, y Cericia, “la cartaginesa”. Y en los desmanes de Lalo y Angorina, “que fueron novios prematuros hasta que se mataron de tanto hacerse sufrir” (pág. 52). Todas esas historias van tejiendo unas vidas contradictorias, a la deriva, cuya fragilidad se expresa simbólicamente en el título de la novela: Juventud de cristal.

"El territorio literario de la novela es Armenta, ciudad atravesada por el río Margo, cuyas aguas han sido el destino final de algunos de sus habitantes, por accidente o por suicidio"

La narración transcurre en un escenario que resultará familiar a los lectores de las obras de Luis Mateo Díez. Es el paisaje imaginario en el que ha ambientado varias de sus novelas anteriores: las Ciudades de Sombra en el entorno de Celama. En este caso, el territorio literario de la novela es Armenta, ciudad atravesada por el río Margo, cuyas aguas han sido el destino final de algunos de sus habitantes, por accidente o por suicidio.

La novela está estructurada en sesenta capítulos cortos, de poco más de tres páginas cada uno. A través de ellos el relato deambula temporalmente, intercalando historias, interrumpiendo la narración en un momento y recuperándola más adelante. El tono es más desenfadado que en otras obras anteriores de este autor, porque el uso de la ironía contribuye a crear ese efecto.

"Los personajes que pueblan sus páginas se ven cercados por el desconsuelo, por frustradas ilusiones amorosas, por la traición y el engaño"

En algunas páginas hay un doble plano en el lenguaje: por un lado está la realidad mostrenca que viven los personajes, hecha de amores desquiciados, parejas rotas y vidas perturbadas. Pero el léxico que los nombra incorpora referencias clásicas. A los hombres de ese mundo provinciano se les denomina irónicamente “romanos”. Ellos buscan salir del aburrimiento “hostigando a las doncellas que estuvieran más a mano, fueran patricias o esclavas cartaginesas”. Hasta aquel rincón apartado del mundo llega un día un apuesto nubio desde las orillas del río Nilo. Cericia se define como “una esclava vendida al por mayor en un mercado persa”. Y la propia narradora se identifica a sí misma “con las enfermeras de la primera guerra mundial, las que saltaban de las ambulancias con el motor en marcha mientras seguían estallando las bombas y las reclamaban los heridos con las tripas sueltas y besando el escapulario de las madres” (pág. 42).

Esta novela sigue fiel al carácter expresionista de la narrativa de Luis Mateo Díez. Los personajes que pueblan sus páginas se ven cercados por el desconsuelo, por frustradas ilusiones amorosas, por la traición y el engaño. Pero el contraste que se produce entre lo local y lo extraño da un tono irónico al texto, remarca la sátira y matiza la profunda melancolía de la novela. Pone en evidencia la distancia que existe entre la vida y los sueños.

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Autor: Luis Mateo Díez. Título: Juventud de cristal. Editorial: Alfaguara. Venta: Amazon, Fnac y Casa del Libro

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