Nunca pensé que iba a hacer tantas entrevistas. En realidad, en un principio, nunca pensé que iba a hacer entrevistas. No entraba en mi horizonte cuando hacía la carrera de Filología Hispánica. Yo me estaba preparando para ser escritor, yo quería ser escritor. Era mi vocación. Luego descubrí que las entrevistas, efectivamente, son o pueden ser un género literario (aparte de periodístico), y que se pueden hacer muy bien, pueden ser muy realizadoras y aprender mucho con ellas. Aparte de hacer disfrutar al lector, mucho en ocasiones.
Disfruté mucho en su casa y le hice la entrevista. Yo no llevaba papeles ni grabadora, pero me había preparado muy bien el encuentro. Umbral —siempre lo recuerdo— me llamó la atención de que no llevaba grabadora, y pronto me compré una, que utilicé, por cierto, muchísimo. Aquel día aprendí que la grabadora, en mi época, era la “credencial del periodista”. A Umbral le preocupaba mucho que lo que iba a decir se registrara, y bien.
Acabé haciendo con él dos libros de conversaciones con esa grabadora, Umbral: Vida obra y pecados y Umbral: Las verdades de un mentiroso ilustre, más de 700 páginas de entrevistas en total.
Ahora se ha publicado un libro con las mejores entrevistas (años 2004-2025) a Luis Alberto de Cuenca, A cara descubierta, con edición y prólogo de Adrián J. Sáez (Reino de Cordelia). Me lo regaló el pasado miércoles el mismo Luis Alberto de Cuenca, curiosamente al hacerle yo otra entrevista, espontánea, que no publicaré, porque las preguntas que le hice eran más bien de interés personal.
En general las preguntas que hago siempre son de este tipo, porque pienso que el entrevistador no debe preguntar sino lo que quiere saber de verdad, y no debe preguntar por preguntar. Al final, me parece, lo que uno quiere saber es lo que quiere saber el público, y el proceso le da a todo un fondo de originalidad y autenticidad, de algo distinto, nuevo.
Este libro de entrevistas me lo regaló Luis Alberto porque incluye una que le hice en 2023 para Revista de Occidente. Aparte mi colaboración en el volumen, debo decir que es un libro estupendo y muy recomendable.
Recuerdo de aquella entrevista que se la hice con cuestionario, porque Luis Alberto es partidario de contestar las entrevistas escribiendo: “Escribimos mejor que hablamos —dice—. Sale mejor.”
Pese a algunas contradicciones que tengo con este género, debo admitir que es muy hermoso. A veces me digo que pertenece más al entrevistado que al entrevistador, pues al fin y al cabo el que contesta es él, el que lleva el peso de la entrevista es él, y a menudo he dicho que es muy difícil hacerle una mala entrevista a un entrevistado muy bueno. Pero otras veces pienso que el entrevistador es esencial, porque es, por ejemplo, el que dirige la conversación con sus preguntas, el que marca el ritmo, digamos, y el tono.
Es un género muy bello, pero para mí hacer una entrevista es un trabajo. No voy a disfrutar, aunque luego disfrute. Pero no voy a disfrutar, porque me las preparo mucho. Cuando voy a hacerlas voy bastante nervioso, y transcribirlas (que muchas veces hay que transcribirlas) es un gran esfuerzo.
Es verdad que luego aprendes mucho haciendo entrevistas, que conoces gente muy interesante, y que algunas de estas personas se convierten en amigos tuyos, amigos con los que tendrás una relación en el tiempo, y que es posible que te ayuden en algún momento puntual de tu carrera. Esto me ha ocurrido.
Creo que el carácter literario de la entrevistas se puede desprender de varios elementos: de los temas, que pueden ser literarios; por supuesto de las personas que entrevistas; de las preguntas que haces; de las respuestas de los entrevistados; de cómo escribes la entrevista, el texto de las preguntas y respuestas, por no hablar de las entradillas, que también son importantes, o los titulares, que constituyen por sí mismos un arte.
En fin, que las entrevistas pueden ser —digo que “pueden ser”— textos literarios de pleno derecho. El mismo Umbral, que había hecho muchas en su juventud, me decía que eran “un género menor”, y es posible que tuviera razón, si lo comparamos con la poesía, la novela, etc., pero eso no quita para que sean un género muy interesante, y esencial.
Además, ¿qué es mayor y qué es menor? Si nos paramos a pensarlo no es fácil deslindar un terreno de otro. ¿Son menores los cuentos de Borges? ¿Los artículos de Larra? ¿Las columnas del propio Umbral? ¿Las entrevistas de Rosa Montero? Serán menores en cuanto al tamaño, que no me parece un buen criterio para la cuestión.
También he aprendido con el tiempo que la entrevista, en lo periodístico, concretamente, no es un género menor, sino mayor, muy importante. He conocido periodistas que hasta se han enfadado conmigo cuando he tratado este género con desdén.
Lo que es cierto es que en una entrevista el protagonismo se desplaza al entrevistado, no reside en el entrevistador. Eso yo lo tengo claro. Y los escritores, tal vez, queremos todo el protagonismo.
Creo que a la gente, a los lectores, a los espectadores, siempre les ha importado mucho este género. El mismo Umbral me decía que lo que más le interesa al hombre es el hombre, y supongo que si es muy conocido, o famoso, o importante, más, o mucho más. Creo además que la forma de diálogo es particularmente atractiva, por ágil, por asequible. Digamos que con una entrevista nos divertimos y aprendemos de una forma bastante fácil y sencilla. A mí me gusta decir que en una entrevista podemos entender mucho mejor a un Premio Nobel que leyendo un libro suyo, o un artículo. De forma más fácil o sencilla.
Llevo muchos años haciendo entrevistas. Empecé en 1999, si no llevo mal la cuenta, hasta hoy. Antes de empezar la carrera de Filología Hispánica me planteé hacer Periodismo, porque yo lo que quería era escribir. Creo que elegí bien, pero seguramente también habría elegido bien con Periodismo. De algún modo he hecho, y hago, cosas propias de un periodista, como las entrevistas. Gracias a ellas he conocido gente fascinante, he aprendido mucho de ellos, y he salido de mi cueva de escritor, rodeado de libros, que no siempre es sano estar en ella.
Gracias a las entrevistas me he abierto mucho más al mundo y a la gente. Soy consciente de ello. Cómo no le voy a estar agradecido a este género, entre lo periodístico y lo literario, que no entraba dentro de mi guión personal cuando estudiaba la carrera, pero que justo antes de terminarla en seguida apareció en escena.
Cuando conocí a Umbral yo me hice entrevistador, pero es cierto que tuve otra experiencia en casa, algún tiempo antes, cuando entrevisté a una amiga, por puro juego. Y recuerdo que esa entrevista también salió muy bien. No la he vuelto a escuchar, pero debe de andar en algún sitio, en alguna cinta magnetofónica, perdida en alguna parte, muy presente, sin embargo, en mi memoria.


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