La espía de cristal, de Pere Cervantes

La última novela de Pere Cervantes nos habla de una guerra pasada que bien puede ser la guerra presente. Siempre se dice que cambian los protagonistas, los escenarios, pero no las situaciones. A veces ni siquiera cambian demasiado los escenarios. La novela comienza con una desaparición, la de Taibe, anunciada por su hija a un periodista momentos después de que éste afirmara que nadie pasa por las guerras impunemente. Será Panco —en este caso el periodista, corresponsal en Kosovo hace veinte años— quien reciba la carta de Vjosa anunciando la desaparición de su madre, sumiéndolo a él, y por lo tanto a nosotros, en el recuerdo de su historia. Y es que veinte años atrás Taibe ya era una superviviente, y la guerra era una historia que muchos sabían que no había terminado. Y que marcaba vidas, entre otras la de esta joven que solo buscaba ser periodista y a la que un hombre dijo que nada iba a ser como antes en su vida. Pere construye una historia humana, porque las guerras afectan a las personas, y la cuaja de actualidad, de periodismo, noticias, agencias, riesgos y secretos. Y teje todo ello con una prosa en la que la belleza lucha con los horrores que describe, dotando así a la novela de una sensibilidad que se adhiere al lector que, al igual que dice el protagonista, no tarda en darse cuenta de lo difícil que va a ser salir inmune de la historia de Taibe. Una historia de muchas voces y de sentimientos a flor de piel que no hacen más débiles a sus portadores, quizás al contrario, y que el autor ancla en la realidad sin permitir al lector abstraerse en la ficción, al tratar temas vividos por todos dentro de nuestras fronteras. Porque la habilidad aquí, más que en narrar una historia, está en narrar una vida que respire y palpite en el corazón del lector. Una vida que se cruza con tantas otras que se arropan creando vínculos nacidos de unas circunstancias que tienen que transmitir al mundo, y que van formando a los personajes a golpe de cicatriz sin hacerlos inmunes a los sentimientos ni al amor. Como si cada cicatriz fuera un surco en el que nacieran protegidos del viento del mundo. Pere Cervantes, como tantos otros escritores a lo largo de la historia de la literatura, nos deja un alegato antibelicista de pocos vencedores y muchos vencidos en el que las reflexiones a golpe de conversación abren los ojos a una realidad que muchos hemos tenido la suerte de ver tan solo por la televisión.