El verano es un animal extraño. Acumula promesas, esperanzas, fracasos y traiciones. Tiene todo de posible conquista, todo de posible derrota. El verano nos hace creer que el tiempo adquiere otro cuerpo, más ligero y leve, también más desgarbado. Como si perdiera su condición de juez implacable. Como si todo lo que sucede en un verano, incluso lo que no sucede, no tuviera peso ni recorrido, como si no fuera a pasarnos factura por obra y gracia del olvido que seremos. En 1954, ve la luz la novela breve Buenos días, tristeza, ópera prima de Françoise Sagan, con la que la francesa inaugura un espacio propio dentro del siempre atractivo y convulso mundo de las novelas de aprendizaje a partir de una historia que sucede en un verano, ahora eterno, y que se apoya, primordialmente, en dos grandes líneas conceptuales que traslada a la conducta de los personajes: el tratamiento de un deseo impreciso, a ratos abyecto, y las consecuencias feroces de toda suspensión moral.
La editorial Tusquets ha relanzado, y con gran acierto, Buenos días, tristeza, con un nuevo diseño de cubierta, un fragmento del lienzo Friends at the Beach, de Tracey Sylvester Harris, artista de estética pop que recupera, a través de sus óleos, los veranos de las mujeres de la década de los cincuenta en Estados Unidos. Este detalle, que a priori podría ser un detalle menor, un mero enfoque estético dirigido a proporcionar al libro altas dosis de belleza, resulta fundamental, porque la obra de Harris le concede al lector ese necesario estado de ánimo con el que se debe adentrar en las primeras páginas del debut de Sagan: la apariencia de despreocupación. La traducción es de Javier Albiñana, a quien Tusquets confía la labor, en 1995, año en el que el sello publica la novela por vez primera.
«A ese sentimiento desconocido cuyo tedio, cuya dulzura me obsesionan, dudo en darle el nombre, el hermoso y grave nombre, de tristeza». Así comienza esta novela, uno de los arranques más célebres y celebrados de la literatura del siglo pasado, cuyo esqueleto se divide en dos partes diferenciadas entre sí por aquello que hace especialmente poderoso a este libro de culto: los personajes, sus vínculos y conductas. Los personajes lo inundan todo y lo llenan todo: sus delirios, su frenesí, su incompetencia para la vida. Están en todas partes, en todo momento. Sagan apenas recurre a un tratamiento físico del entorno, del paisaje, sólo nos hace mirar hacia él cuando así lo solicita la historia. Es esa literatura que va al hueso y que tan bien saben hacer escritoras como Annie Ernaux y Delphine de Vigan.
Cécile nos describe su mundo, el único posible, el que ella impone, requiere y solicita, a través de pensamientos de corto recorrido, casi susurrados, leves, ligeros, infantiles, caprichosos, imprecisos, que nos permiten hacernos una idea del vacío de una vida. En la geografía de ese verano eterno se acumulan apariencias y deseos mal atendidos, una geografía transitada por los cinco personajes que conforman la novela y en torno a los cuales se escribe la partitura de una catástrofe. A sus diecisiete años, la protagonista es «completamente feliz». La acompañan su padre y la joven amante que está con él, Elsa. Los tres esperan la visita de una amiga de la familia, Anne, mujer madura, consciente tanto del paso del tiempo como del peso de la vida, estricta en valores, hermosa, cálida con los afectos que no nacen de la especulación. Completa este racimo de personajes el chico que Cécile decide querer durante ese verano. Quizá amar si eso le hace sentirse viva y distinta. Ellos forman parte de la cosmología que Cécile gobierna a través de erráticos pensamientos que brotan de esos lujos naturales a los que ella tanto recurre para justificarse, lujos propios del esplendor de la Costa Azul, de noches que no acaban, de fiestas y bailes, de besos, cigarros y cuerpos que se tocan. De un mar que espera, de una playa testigo de una verdad y muchas mentiras.
Pero les decía arriba que hay dos asuntos clave para atender la complejidad de esta novela: el ejercicio de un deseo impreciso, a ratos, abyecto, y una moral que queda suspendida en beneficio de los intereses de la vida de Cécile y que da nombre a la catástrofe que acecha. La vida, tal como nos cuenta la protagonista en un momento de absoluta vulnerabilidad, tenía que ser como estaba previsto que fuera. Tal como ella había pensado, querido, deseado e impuesto. Y todo lo que saliera de ese campo de batalla no tenía sentido, no podía ser. No podía existir.
Lejos de parecer una novela frívola sobre personas que viven de manera despreocupada, Buenos días, tristeza reflexiona sobre las consecuencias de vivir una vida que no echa raíces, que suspende toda lógica moral a la hora de relacionarnos entre nosotros para buscar aquello que únicamente conceda aliento al deseo propio. Sagan señala hacia esos lugares lúgubres donde lo humano quebranta su propia gramática, traiciona el lenguaje del amor y desafía a la vida desde aquello que la hace ser impredecible: la fragilidad.



Dar de comer al deseo
irracional, satisfacer en TODO lo
que pide, maquilla
despreocupación relajada porque las consecuencias ‘son
inexistentes’. Uno puede pensar que se describe a una persona FELIZ. Sin
embargo, el Texto se titula : “Buenos
días, tristeza”.
A partir de Cristina
Consuegra.
“desafía a la VIDA desde aquello que
la hace
ser impredecible: la
fragilidad”. Consuegra
LA VIDA HUMANA ES TAN
FRÁGIL COMO EL HUMANO QUE
LA DESAFÍA.
LOS LUJOS SOSTENIDOS DE
CÉCILE VERSUS EL NOMBRE DEL L8BRO QUE LA INCLUYE: “BUENOS DÍAS, TRISTEZA” ( EL PERSONAJE DE SAGAN
A TRAVÉS DE CONSUEGRA).
LA OBSESIÓN DE UNA NIÑA POR UN
CHICLE . EL RESTO , AUNQUE FAVORECEDOR COMO TENER UNA MADRE Y UN HERMOSO PAISAJE , INSIGNIFICANTE ( “EL LÍMITE” , POEMA DE DIMITROVA ).
EL NIÑO QUE POSÓ SUS OJOS
EN LA RIQUEZA QUE SE VIVE
EN UNA URBE : PARAGUAS Y
LA INEXISTENCIA DE CHARCOS
LOS DÍAS DE LLUVIA
ELLO DA COMO
RESULTADO: GENTE QUE PUEDE
CANTAR LIBREMENTE, EN
TÉRMINOS DE SUELO FIRME Y
ROPA SECA ( RELATO DE JOSÉ
BELMONTE SERRANO , “DÍAS
DE LLUVIA”).