Inicio > Libros > Narrativa > La música de las espuelas (contra Dickens)

La música de las espuelas (contra Dickens)

La música de las espuelas (contra Dickens)

Los que provenimos de una cierta tradición lectora y los planes de estudios humanísticos solemos pensar la literatura como el cuerpo autónomo, hecho de lenguaje, de mirada y memoria, al que el autor insufla vida y pone a caminar.

Los hechos que nutren y sustentan el relato, la novela o el poema puede el autor hallarlos en el acopio de materiales que su sensibilidad, capacidad de observación e inteligencia ha ido haciendo en el propio transcurso de su existencia, o bien, liberados ya de todo anclaje biográfico y personal, lanzarse como un explorador por los terrenos de la imaginación pura. Menos habitual es encontrarnos ante literaturas, textos cuyo valor principal reside en la capacidad de observación, en la detección del nervio que recorre la espinal dorsal de una anécdota para de este modo plantear, como el entomólogo o el forense en la mesa de disección, el absurdo de todo. Y hacerlo sin apenas descripciones, rincones, zonas muertas, ambigüedades retóricas y todo aquello que, repetimos, los que hemos sido educados en un cierto sentido convenimos en llamar literatura.

"Tener una familia comme il faut, la hipoteca pagada y éxito profesional no basta al corazón de estos individuos que desempolvan camisetas de grupos indie cada Primavera Sound, y tuercen el gesto invariablemente diciendo: en los 90 tocaban mejor"

Miguel Ángel Esteban (Barcelona, 1972) es economista de formación. Su trayectoria profesional lo ha llevado a frecuentar centros de negocios en un arco geográfico que abarca desde el sur de la península italiana hasta los pretendidos paraísos socialdemócratas escandinavos. Como ya sucediera en la primera entrega de su narrativa corta, titulada significativamente El fin del bienestar (2018), la intención de los relatos que componen Mala praxis es radiografiar el desencanto que habita entre las clases medias y medias-altas de una ciudad, Barcelona, y más concretamente su núcleo ideológico, el Ensanche, y una generación, la de los nacidos en los 70 del pasado siglo que, plantada en la cincuentena, y de parecido modo al Sardanápalo de Delacroix, asiste a la demolición de ideales fantasma y esperanzas sumido en un spleen cuyas causas últimas ignora, y la impulsa a tomar al asalto las consultas de los psicoanalistas, los centros de meditación, los restaurantes veganos y las casas de turismo rural.

Tener una familia comme il faut, la hipoteca pagada y éxito profesional no basta al corazón de estos individuos que desempolvan camisetas de grupos indie cada Primavera Sound, y tuercen el gesto invariablemente diciendo: en los 90 tocaban mejor.

"Adrián tiene secretos, secretos que el lector puede considerar banales, pero a los que él se aferra con esa intensidad tierna y cruel con que los niños, algunos niños, lloran sobre el cadáver del muñeco que acaban de decapitar"

Adrián, el protagonista de estos relatos, podría pasar por el arquetipo de estas causas. Casado con Clara, padre de dos hijos, recorre Europa como ejecutivo comercial de una empresa que no va ni bien ni mal, pero que lo obliga a deambular por aeropuertos, hoteles de circunstancias y barras de bar en los que el falso techo de la cordialidad cosmopolita amenaza con desplomarse sobre los náufragos con corbata que apuran el tercer whisky on the rocks. Suena jazz, y esporádicamente sirenas desancladas que ofrecen compañía a cambio de una copa.

Alguien, un francés, seguramente, dijo que los secretos son los que mantienen los matrimonios en pie. Adrián tiene secretos, secretos que el lector puede considerar banales, pero a los que él se aferra con esa intensidad tierna y cruel con que los niños, algunos niños, lloran sobre el cadáver del muñeco que acaban de decapitar. Es incapaz de no depositar una lucidez que hace polvo cuanto toca y cuanto observa, parecido a un rey Midas condenado a traducir en significado lo que probablemente ni lo tenga ni lo pida.

Clara lo deja hacer. Rufi, su amigo gurú, encaja sin pestañear sus largos postulados sobre el sentido de la existencia, la pérdida de la inocencia, la ausencia de emoción y pureza en cuanto lo rodea, sin darse cuenta de que es en él, en su mirada sobre el mundo y sobre sí mismo donde reside el problema. La curiosidad mató al gato. La lucidez excesiva, al corazón.

"Sobre cualquier ilusión que apunta, Miguel Ángel Esteban arroja un balde de agua helada, desliza el filo de una espada samurái"

El escritor aventajado que fue Marcel Proust tituló uno de sus ensayos sobre literatura Contra Saint-Beuve. Postulaba en él la necesidad de distanciarse del biografismo positivista a la hora de enfrentarse a un texto literario. Por la misma época en que Saint-Beuve postulaba en su crítica literaria que la obra de un autor refleja casi como un calco la su propia vida, Charles Dickens legaba a la posteridad esas novelas suyas desbordantes de humanidad, amor por el detalle, mirada compasiva, auténticas metrópolis narrativas en sí mismas donde el lector no asiste a la biografía del autor, sino más bien al desarrollo de su propio corazón, teatro mágico del que sale a menudo más viejo, más cansado, pero más sabio y compasivo con los demás y uno mismo.

En Mala praxis sucede casi lo contrario. Sobre cualquier ilusión que apunta, Miguel Ángel Esteban arroja un balde de agua helada, desliza el filo de una espada samurái.

«Si quieres ser feliz, como me dices, / no analices, muchacho, no analices», le recomendaría en voz baja el poeta reusense Joaquín Bartrina.

Resuena en las aceras, mientras se aleja, el tintineo de las espuelas del cowboy.

—————————————

Autor: Miguel Ángel Esteban Bistué. Título: Mala praxis. Editorial: Témenos Edicions. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

4.4/5 (19 Puntuaciones. Valora este artículo, por favor)
Notificar por email
Notificar de
guest

0 Comentarios
Feedbacks en línea
Ver todos los comentarios